Buscan sepultar a Pinochet una vez más

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De todas las implicaciones que tendrá el resultado del plebiscito constitucional

que se realiza hoy en Chile, la más simbólica será el nuevo intento de los chilenos de sepultar la memoria del dictador Augusto Pinochet (1973-1990). Al iniciar un proceso que lleve a redactar una nueva constitución, los chilenos están mirando tanto hacia adelante -esperanzados en que la nueva carta magna será la píldora mágica que solucione los problemas de desigualdad y falta de oportunidades que enfrenta Chile- como hacia atrás, buscando cerrar el capítulo que dejó abierto el exdictador que murió en 2006 sin haber sido condenado por la justicia por las violaciones a los derechos humanos cometidos en dictadura.

El estallido social del 19 de octubre de 2019 se puede explicar por el malestar de los chilenos con los altos niveles de desigualdad, las injusticias y la falta de oportunidades en el país que más se ha desarrollado en América Latina en los últimos treinta años. La gente, viendo tan de cerca los beneficios del desarrollo y del crecimiento, decidieron rebelarse porque sentían que a ellos todavía no los dejaban entrar a la fiesta. Aún peor, precisamente porque la economía venía enfriándose por un par de años después del fin del boom de los commodities, la gente percibía que la puerta de ingreso a la fiesta se estaba cerrando.

Después de casi un mes de violentas protestas, saqueos e incendios, la clase política desesperadamente reaccionó con un sorpresivo acuerdo. La derecha aceptó poner sobre la mesa el más preciado de los legados de la dictadura militar, la constitución de 1980. Aunque ha sido reformada docenas de veces -y el nombre de Pinochet fue remplazado en el texto por el del presidente izquierdista Ricardo Lagos en 2005- la constitución de Chile carga con el complejo peso de haber sido impuesta en dictadura. Es verdad que los chilenos hemos logrado construir una democracia que funciona a partir de un texto que fue inicialmente diseñado para obstaculizar la democracia, pero igual que Luke Skywalker en la Guerra de las Galaxias, la democracia chilena debe cargar con la pesada mochila de saber que su padre es Pinochet, el Darth Vader chileno.

Por eso, el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución firmado por los principales partidos el 15 de noviembre fue una oportunidad para intentar matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, se buscaba frenar la violencia que se había tomado las calles de Chile. Por otro, la izquierda podía finalmente hacer con la constitución de Pinochet lo que nunca pudo hacer con el propio dictador, que murió sin ser juzgado,propinarle una aplastante derrota final.

Aunque hoy todos celebren el paso que da Chile para dejar atrás la memoria del dictador, hay un riesgo alto de que los rostros de alegría y esperanza se transformen en mirada de molestia y frustración en un par de años. Las demandas sociales de la gente por mejores pensiones, mejor salud, acceso a educación de calidad y fin del abuso a los consumidores no se solucionan solo poniendo más derecho en el texto constitucional. América Latina ha mostrado múltiples veces que las constituciones pueden ir cargadas de derechos, como árbol de navidad con cajas de regalos, pero el subdesarrollo económico, la ineficiencia en el gasto público, la corrupción y las necesidades que crecen mucho más rápido que los ingresos fiscales hacen incumplibles esas promesas. Al final, la gente termina con mayor frustración.

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*CEO de Caracas Wire y Ceibo Growth Stra