Un ‘MASazo’ de legitimidad

Internacionales
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La vorágine de información y datos sueltos y no siempre veraces que inunda este amanecer del siglo 21 suele hacernos pasar por alto acontecimientos de profunda significación. Pero aun abrumados por la interminable estela de contagios y víctimas con que la pandemia del Covid-19 castiga al mundo, o con la lupa de los grandes medios puesta sobre lo que pasará el primer martes de noviembre en el país más poderoso del planeta, hay quienes desafían encuestas, rompen inercias, revierten historias.

Algo de eso acaba de ocurrir en Bolivia, donde hace apenas una semana las incógnitas pasaban por saber si el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce Catacora, sería capaz de obtener más del 40% y 10 puntos de ventaja sobre el exmandatario Carlos Mesa y resolver en primera vuelta una contienda en la que llevaba todas las de perder si pasaba a balotaje. Se daba por sentado que ningún candidato lograría la mitad más uno de sufragios, primera condición para vencer por nocaut.

Los sondeos difundidos en la antesala de los comicios, hablaban de diferencias estrechas en la intención de voto y dibujaban un escenario en el que las urnas podían terminar de consumar lo que el golpe y derrocamiento de Evo Morales Ayma habían comenzado 11 meses antes: el final del proyecto político, económico y social iniciado en enero de 2006.

Una semana después, los números finales del cómputo oficial muestran su elocuencia. El binomio presidencial integrado por Arce y el excanciller David Choquehuanca obtuvo 3.393.978 votos, equivalentes al 55,10% y 26,27 puntos más que el segundo, Mesa, de Comunidad Ciudadana. Una diferencia entre el primero y el segundo (que obtuvo 1.775.913 votos) de 1.618.065 sufragios. Ni que hablar con el tercero en discordia, el ultraderechista Luis Fernando Camacho y su fuerza ‘Creemos’, relegado a un 14% y 862.184 votos que se congregaron, sobre todo, en su feudo de Santa Cruz de la Sierra. El resto de postulantes apenas superó, en conjunto, el 2%.

La dimensión del ‘MASazo’ del domingo pasado también se advierte si se repara en que el partido de Arce y Morales ganó seis de los nueve departamentos del país –con el 68,36% en La Paz; 65,9% en Cochabamba; 62,94% en Oruro; 57,61% en Potosí; 49,06 en Chuquisaca y 45,8% en Pando–, y quedó segundo en Beni, Tarija y Santa Cruz. El MAS se quedó también con 21 de las 36 bancas del Senado y 73 de los 130 escaños de la Cámara de Diputados.

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Encuestadores justificaron sus erradas proyecciones en que sus relevamientos fueron urbanos y no presenciales por la pandemia y ello no permitió detectar el voto rural, suburbano y ‘oculto’ por el MAS. Las cifras, contundentes 11 meses después, restan credibilidad a las denuncias de fraude que avaló la Organización de Estados Americanos y su controvertido secretario general, Luis Almagro, precipitando no solo la caída abrupta de un gobierno, sino el resurgimiento de sectores castrenses o uniformados atropellando instituciones y arrogándose una representatividad que no le confirieron las urnas.

A la luz de los resultados del domingo, parecen más absurdas e imperdonables las 21 muertes y decenas de heridos que dejó en Senkata y Sacaba la represión contra las protestas ordenada por el entonces recién instalado gobierno de facto, que aún hoy encabeza la exsenadora Jeanine Áñez. Suma de protagonismos y factores.

“Este triunfo fue una sumatoria, una combinación de esfuerzos y aciertos. Por un lado, la vitalidad del MAS y su organización y movilización. El candidato, con un perfil muy limpio y exitoso como el de Lucho Arce. Y el ‘factor’ Evo, quien fue un gran a c t o r como jefe de campaña y estuvo pendiente d e todo”. La interpr tación precedente pertenece a Hugo Siles, ex- ministro de Autonomías de Morales y compañero de gabinete de quienes son hoy presidente y vicepresidente electos de Bolivia.

En diálogo con este diario desde su Santa Cruz natal, Siles –graduado en la Universidad Católica de Córdoba– resaltó: “Mientras Arce hablaba en campaña de cómo recuperar la economía y el empleo, la oposición al MAS se enfrascó en cómo impedir que Evo vuelva, en cómo proscribirnos o echarnos”. Además de esa fallida estrategia, que endilgó tanto a Áñez, como a Mesa, Camacho o el expresidente Jorge ‘Tuto’ Quiroga, Siles puntualizó que lo obrado por la mandataria de facto “fue tan malo que no tiene parangón”.

“Además de la represión y las medidas arbitrarias, tomó decisiones que no se correspondían con el interinato que decía ejercer, como su postulación; estallaron escándalos de corrupción en medio de la pandemia, cuando mucha gente fue abandonada por el Estado y se quedó hasta sin aspirinas en las farmacias… Hubo en estos meses una frustración que se acentuó con la postergación de estas elecciones y eso se conectó con la esperanza que representaba Arce”.

Sorprendido por la magnitud del resultado obtenido por el MAS, Siles cree que este aventó cualquier intento desestabilizador que, pese a la paliza recibida y la inexistencia de apoyo para su candidato en el Oeste del país, realizaron el Comité Cívico de Santa Cruz y la Unión Juvenil Cruceñista, grupos de extrema derecha ligados a Camacho que alegaron fraude y llamaron a un paro cívico. “Esto evidencia lo irracionales que son”.

El papel de Evo. Como los principales protagonistas del nuevo escenario en Bolivia, el exministro de Autonomías no cree que Arce se vea condicionado por Morales o pueda convertirse en mero ejecutor de lineamientos dictados por el líder cocalero. Pero con el mismo énfasis que asegura que Evo no va a interferir en el gobierno de Arce y Choquehuanca, afirma que su partido y Bolivia necesitan a quien fue jefe de Estado por casi 14 años y condujo trascendentes transformaciones para su país.

Además, es el presidente de una fuerza que acaba de demostrar su vigencia 15 años después de llegar al Palacio Quemado. “Es difícil que Evo se autojubile”; “Nunca va a interferir porque, por formación, ese no es su perfil”; “No se sabe cuándo, pero seguro va a volver”; “Hay muchas cicatrices que hay que curar en el MAS”.

Las frases que llegan desde Bolivia se mezclan con la afirmación del propio Morales en Buenos Aires, de que no será parte del próximo gobierno; o la de Arce en La Paz, acerca de que el futuro Ejecutivo tendrá su propia impronta. ‘Lucho’, a quien siempre se apuntó como el padre del “milagro económico” boliviano habla ahora de un “MAS 2.0”, en sintonía con la juventud, los nuevos tiempos y la clase media emergente. Evo, quien tiene todavía pendientes vidriosos procesos impulsados por las autoridades salientes, estaría llamado a conciliar entre las bases y movimientos sociales y sindicales que son pilares de esta organización política a la que meses atrás muchos consideraban perimida o en vías de extinción. El tiempo dirá qué papel asumen ambos. También dibujará el nuevo perfil del vice Choquehuanca, a quien Siles describe como “un filósofo aymara que tiende puentes” y cuya candidatura presidencial promovían sectores del MAS hasta que Evo ensambló el binomio encabezado por el economista y docente de trato afable.

¿Habrá lugar en el futuro gabinete para Álvaro García Linera, el lúcido intelectual que fue vice de Evo y también pidió asilo en Argentina tras los funestos episodios de finales de 2019? Apenas algunos de los interrogantes que empezará a despejar en un par de semanas un nuevo gobierno, legitimado por el impresionante espaldarazo de las urnas. Resurrecciones democráticas que cada tanto suceden por estas latitudes, aunque los números letales de la pandemia o los insultos que cruzan quienes aspiran a ocupar desde enero la Casa Blanca, se roben la atención y los titulares de los diarios.

Marcelo Taborda es periodista especializado en política internacional