San Lorenzo se lo empató al Globo en el final y todo terminó en un caos

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Quizás a esta altura sea un lugar común, pero es verdad eso de que el San Lorenzo-Huracán es el clásico de barrio más grande del mundo. El más grande del mundo

y también el más porteño, en el que se disputa esa pertenencia nostalgiosa y compadrita al sur de Buenos Aires. Con solo ver cómo estaban las tribunas del Gasómetro ayer y con cómo terminó el partido, cualquiera se daba cuenta de que había algo más que fútbol en ese clima festivo, lleno de banderas y globos comprados con una colecta entre el pueblo azulgrana.

En el campo también se sintió la rivalidad, sobre todo cuando Coccaro simuló una infracción en el área y Batalla lo increpó, o cuando el técnico Martínez decidió sacarlo, ya en el segundo tiempo. En cada tumulto, en cada situación propia de un clásico caliente, estuvo Coccaro. No es un mérito ni una virtud: es una característica del delantero uruguayo, tan desequilibrante como insoportable dentro de la cancha. Los dos equipos hicieron sentir el rigor de cualquier clásico: dieron ese plus que cualquier hincha pide en estas ocasiones. Y todo se sintió hasta el final, con un empate en el minuto de descuento y una trifulca generalizada.

Algunos jugadores a ese plus y a esa violencia les agregaron una dosis de talento o de picardía. El Perrito Barrios lo hizo no bien empezó el partido, cuando se acercó al área desde el costado izquierdo y buscó la mano de Souto casi como en el hockey se busca el pie para lograr un córner corto. Echavarría cobró penal, pero luego rectificó su decisión mediante el VAR: el defensor de Huracán tenía la mano pegada al cuerpo y no ampliaba su volumen. A partir de ese momento, obviamente, el Bajo Flores se convirtió en un terreno hostil para el árbitro.

La más clara del primer tiempo la tuvo el uruguayo Coccaro, minutos antes de la jugada que irritó al capitán azulgrana, cuando reventó el travesaño. Bareiro también tuvo su chance, pero el arquero Chaves atoró bien y le acotó el ángulo de tiro.

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El gol de Huracán llegó en el segundo tiempo, luego de que San Lorenzo se quedara con diez futbolistas por la expulsión de Hernández. Tras una sucesión de rebotes e imprecisiones entre defensores y atacantes, la pelota le quedó al mediocampista, que abrió el pie y convirtió esa hoja llena de tachones en un dibujo hermoso. Todo parecía para el Globo, pero en el quinto minuto de descuento, Echavarría cobró un penal que Bareiro transformó en gol y empate. Lo que vino después es parte de lo contado arriba: ese aire compadrito que tiene el sur porteño.

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