Sentados en el borde de la pista de una milonga vislumbramos, entre la multitud de parejas, a un hábil bailarín joven que guía a una señora madura por los vericuetos del
tango; ella lo sigue con poca, mediana o mucha dificultad. Y ante este cuadro podemos apostar, con la casi certeza de ganar, que él es un taxi-dancer y ella, una turista extranjera aficionada al dos por cuatro.