Fabbri construye, a partir de una suma de viñetas, dos líneas narrativas: la primera centrada en la tensa relación que mantiene Clara con Miguel, su madre, su hermano, su cuñada y
su sobrino en la casona, mientras filma la cotidianidad familiar con su cámara portátil, y la otra a partir de la sucesión de relatos de amigos en mensajes de voz, con recuerdos sobre los peligros del reviente adolescente que quedó marcado por la tragedia, que la directora suele ilustrar con valiosas imágenes de archivo sobre la vida juvenil en aquel comienzo de milenio.