Una noche, los padres notaron que a Justina le costaba respirar. “Anduvimos de médico en médico, en salitas, en guardias de hospitales públicos y privados, varias veces por urgencias. Les hacían
estudios, pero nos decían que era normal por su falta de maduración, porque eran chiquitas, porque tomaban mucha leche, por cómo las acostábamos. Pero sabíamos que había algo más y seguimos hasta encontrar la respuesta”, cuenta la familia oriunda de San Juan.