La mayoría de los gobiernos europeos anunciaron esta semana sus planes para ir levantando progresivamente el confinamiento que encerró a los ciudadanos en sus casas a mediados de marzo y detuvo
la actividad económica y social para impedir que el coronavirus, que lleva más de 125.000 víctimas mortales en Europa, siguiera propagándose. El continente intenta un difícil equilibrio entre relanzamiento económico y prudencia sanitaria.
Los datos de los ministerios de Sanidad muestran que la pandemia empieza a estar bajo control aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que levantar el confinamiento demasiado rápido puede provocar otra ola de contagios y más confinamientos. Los países europeos más perjudicados (Italia, el Reino Unido, España, Francia, Bélgica, Suecia) detectan cada vez menos contagios y van reduciendo el número de fallecidos por día.
La prioridad, todavía sanitaria, va pasando poco a poco al flanco económico. Este jueves empezaron a publicarse los datos de la actividad económica del primer trimestre del año. Son los peores para varios países europeos desde la Segunda Guerra Mundial a pesar de que el confinamiento sólo se hizo en las dos últimas semanas de ese trimestre y que el golpe grande se espera para el período abril-junio.
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Según los datos conocidos hasta ahora, la economía de la Eurozona se contrajo en el primer trimestre del año un 3,8% y la del conjunto de la Unión Europea un 3,5%. Francia se hundió hasta el 5,8% trimestral, España hasta el 5,2%, Italia hasta el 4,7% y Bélgica hasta el 3,9%.
El Banco Central Europeo dijo el jueves que la economía de la Eurozona podría caer este año hasta un 12%, unas tres veces más que en 2009, su peor año hasta ahora desde la Segunda Guerra Mundial. Esos datos, y su correlato en aumento desesperante del desempleo, llevan a que los gobiernos intenten ir reactivando la vida económica.
Se trata de ir poniendo en marcha a la sociedad por fases que podrían ser reversibles pero que deberían llevar a que Europa recuperara una cierta normalidad dentro de aproximadamente dos meses, aunque en algunos países como España o Italia los colegios no volverán a abrir hasta septiembre.
Varios dirigentes, como la alemana Angela Merkel y el español Pedro Sánchez, lo llaman “la nueva normalidad”, en un intento de explicar a los ciudadanos que no volverán a la normalidad anterior, al menos no hasta que se pueda vacunar masivamente a la población, algo muy improbable este año.
El primer ministro francés Edouard Philippe, dijo el martes: “vamos a tener que vivir con el virus”. Merkel puso el tono el jueves: “Hemos conseguido mucho en las últimas semanas pero mientras no haya una vacuna es imperativo ser cautelosos”.
Todos los gobiernos apuestan por realizar test para ver qué porcentaje de la población está inmunizada y detectar posibles nuevos focos de infección que puedan ser aislados. Se hace general en casi toda Europa la obligatoriedad del uso de los barbijos en los transportes públicos y en muchos casos, como en Alemania, en las tiendas. También que en los países en que los niños empiecen a volver a clase a mediados de mayo lo hagan en días o semanas alternos para que en cada clase haya la mitad de niños que solía haber.
Se van abriendo progresivamente las tiendas, primero las más pequeñas y para una segunda fase los shopping más grandes. Y en algunos países, como España, ya hay planes incluso para abrir bares y terrazas.
Uno de los sectores que más resultó dañado por el confinamiento fue el turístico y de viajes, que representa el 11% del PBI europeo y en algunos países como Grecia es su principal actividad económica.
Apenas hay vuelos en Europa, hoteles, restaurantes y bares están cerrados y nadie, ni en las capitales ni en Bruselas, sabe todavía si habrá alguna forma de salvar la temporada turística. Bélgica, por ejemplo, ha dicho que a finales de mayo indicará cuando vuelve a abrir las fronteras. Alemania que espera que sus ciudadanos no viajen al sur de Europa este verano europeo. O Austria, que dice que sólo aceptará turistas alemanes.
El parate de ese sector hunde a las aerolíneas. Las antiguas compañías aéreas de bandera, como Iberia en España, Air France en Francia o Lufthansa en Alemania, están recibiendo o recibirán pronto ayudas financieras de sus gobiernos para evitar la quiebra. Mientras, nadie sabe si podrán sobrevivir las aerolíneas low-cost que en las últimas décadas ayudaron a “democratizar” los precios de los billetes de avión en Europa.
Eurowings, filial de Lufthansa, ya echó la llave. British Airways anunció que despide a 12.000 empleados (un 30% de todo su personal) y la escandinava SAS, líder en su región, a otros 5.000. Un informe de Lufthansa, corroborado por declaraciones en las últimas semanas de los patrones de las constructoras de aviones Boeing y Airbus, asegura que la demanda de viajes aéreos tardará unos tres años en recuperar su nivel de 2019.
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