Alemania, un "gobierno sin palabra" y con Porsche al volante

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Las decisiones que toma la Unión Europea, sus normas y regulaciones, pasan por un largo proceso que suele conllevar una propuesta de la Comisión Europea (muchas veces dictada políticamente por los gobiernos)

y una negociación con una representación del Parlamento Europeo y con los 27 gobiernos del bloque.

Al final votan los europarlamentarios y los ministros del ramo. Esas negociaciones pueden ser rápidas o pueden arrastrarse años. Pero cuando una madrugada todos se ponen de acuerdo y se dan la mano, el pacto que sale de la sala es sagrado aunque sea de palabra y no haya ninguna firma.

Los periodistas lo contamos como tal a pesar de que siempre faltan los formalismos legales, como la firma de los embajadores ante la Unión Europea y la publicación de la norma en el Diario Oficial de la Unión Europea.

Los pactos acordados unánimemente en la UE son sagrados. Foto: Reuters
Los pactos acordados unánimemente en la UE son sagrados. Foto: Reuters

Esos formalismos no son noticia porque a nadie nunca se le había ocurrido que después de cerrar la negociación y dado por bueno el acuerdo alguien volviera atrás. Hasta este mes de febrero.

Un grave antecedente​


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Tras dos años de negociaciones, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los 27 gobiernos se pusieron de acuerdo en que el 31 de diciembre de 2034 sería el último día en que se pudiera vender en los 27 países de la Unión Europea un auto con un motor clásico de combustión.

La transición energética va a toda prisa y la inmensa mayoría de los fabricantes de automóviles llevan años invirtiendo en el desarrollo de autos eléctricos. Algunas, como la alemana Mercedez-Benz, aseguró hace años que ni esperará hasta 2034, que el 31 de diciembre de 2029 será el último día en que venda autos con motores de combustión.

La inmensa mayoría de los fabricantes de automóviles llevan años invirtiendo en el desarrollo de autos eléctricos. Foto: Reuters
La inmensa mayoría de los fabricantes de automóviles llevan años invirtiendo en el desarrollo de autos eléctricos. Foto: Reuters

Cuando todo estaba pactado, el embajador alemán ante la Unión Europea comunicó a su homólogo sueco (Suecia ostenta la presidencia temporal hasta el próximo 30 de junio) que había recibido la orden de no firmar. Nadie entendía nada. ¿Cómo se negaba a firmar el gobierno alemán si semanas antes su ministro había dado el visto bueno a la medida? La explicación hay que buscarla en Berlín.

El gobierno alemán es una coalición de tres partidos, cuyas tensiones están teniendo consecuencias en Bruselas: el socialdemócrata, el ecologista y el liberal, por ese orden porque su representación en la coalición va en función a los resultados electorales.

La jefatura del gobierno es del socialdemócrata Olaf Scholz (acorde de la medida), el gran ministerio de Energía y Clima del ecologista Robert Habeck (también acorde) pero en Finanzas manda el liberal Christian Lindner, que también controla a través de un aliado el Ministerio de Transportes. Y para Lindner la lucha contra la crisis climática es la prioridad número tropecientos.

El ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner. Foto: Kenzo Tribouillard / AFP
El ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner. Foto: Kenzo Tribouillard / AFP

La marcha atrás alemana a última hora molestó sobremanera en Bruselas. Altos funcionarios se agarraban la cabeza y hablaban de que Berlín está generando un precedente que en el futuro usarán otros gobiernos para torpedear cualquier media o al menos para retrasarla.

Un ministro de un país del sur de Europa llega a decir en privado que el alemán es ahora mismo “un gobierno sin palabra” porque lo que se negocia con unos ministros alemanes no tiene valor para otros.

Porsche


En la Comisión Europea, donde se intenta negociar -lo que exige Alemania es que se permitan vender autos con motores de combustión sine die pero que estos usen carburantes sintéticos no extraídos del petróleo, que también generan emisiones contaminantes al quemarse en el auto- molesta también que los liberales alemanes alegan que están defendiendo el sector automotriz alemán cuando en realidad defienden sólo a un pequeño sector de autos de lujo, representados por la marcha Porsche.

Los gigantes del motor alemanes, como Volkswagen, Mercedes-Benz o BMW llevan años invirtiendo en autos eléctricos y están metidos en esa transición energética. A Lindner le encanta el Porsche 911.

En Bruselas también molesta que un asunto que estaba cerrado y aprobado se vuelva a abrir y que ya no es sólo Alemania.

Austria e Italia, que como todos habían votado a favor, defienden ahora la nueva postura de los liberales alemanes. Italia tiene marcas de lujo que defender (Ferrari, Maserati, Lamborghini) pero Austria no tiene ninguna y su cambio parece explicarse más en que los conservadores austríacos suelen arrastrar los pies, para terminar por aprobarlas, cuando hay medidas europeas contra la crisis climática.

Bruselas, especial para Clarín

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