Internet fue un chasco económico

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En mi última columna escribí sobre las posibles implicaciones económicas de la inteligencia artificial y sostenía que, aunque estas quizás sean importantes, la historia nos dice que tardarán más tiempo

en materializarse de lo que mucha gente espera.

Así como es la vida, muchas personas me buscaron para recordarme la predicción que hice en 1998 de que el crecimiento de Internet pronto se desaceleraría y que “más o menos para 2005, será evidente que el impacto de Internet en la economía no ha sido mayor que el del fax”.

Y es cierto que lo dije, en un artículo desechable que escribí para la revista The Red Herring, algo que todavía no recuerdo haber escrito, pero me imagino que era con el fin de polemizar.

Los logotipos de las aplicaciones móviles, Google, Amazon, Facebook, Apple y Netflix, se muestran en una pantalla en esta imagen de ilustración tomada el 3 de diciembre de 2019. REUTERS/Regis Duvignau/Foto de archivo
Los logotipos de las aplicaciones móviles, Google, Amazon, Facebook, Apple y Netflix, se muestran en una pantalla en esta imagen de ilustración tomada el 3 de diciembre de 2019. REUTERS/Regis Duvignau/Foto de archivo

Desde luego que estaba equivocado sobre el hecho de que Internet se estuviera extinguiendo, cosa que he reconocido.

Y ahí vamos.

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Muéstrenme a un economista que diga que nunca ha hecho una predicción equivocada y yo les mostraré a alguien que o es deshonesto o no está dispuesto a correr riesgos intelectuales.

Pero ¿qué tan equivocado estaba en realidad sobre el impacto económico de Internet?

O, ya que esto no debería tratarse de mí, ¿las últimas décadas han reivindicado en general a los visionarios que aseguraron que la tecnología de la información cambiaría todo?

¿O han reivindicado a quienes dudan de la tecnología como el economista Robert Gordon, quien en un libro de 2016 alegó que las innovaciones de fines del siglo XX y principios del XXI fueron mucho menos fundamentales que las que hubo entre 1870 y 1940?

Bueno, si se trata de cifras, es indiscutible que los escépticos han ganado la discusión.

En esa última colaboración, analizamos las tasas de crecimiento de la productividad laboral en diez años, las cuales indicaron que, de hecho, la tecnología de la información sí produjo un alza en el crecimiento económico entre mediados de la década de 1990 y mediados de la década del año 2000, pero relativamente moderado y de poca duración.

Óptica

Ahora voy a adoptar un enfoque algo diferente.

La Oficina de Estadísticas Laborales realiza cálculos históricos, que se remontan a 1948, tanto de la productividad laboral como de la “productividad total de los factores”, un cálculo de la productividad de todas las contribuciones, incluyendo tanto el capital como la mano de obra, que los economistas usan mucho como un indicador del progreso tecnológico.

Una innovación tecnológica en verdad fundamental debería generar un crecimiento sostenido de estos dos indicadores, sobre todo el de laproductividad total de los factores.

Así que me di a la tarea de analizar las tasas de 25 años de variaciones en estos dos indicadores.

Elijo 25 años, en parte, porque es el periodo aproximado de una generación y, en parte, porque esa predicción la realicé hace 25 años.

Esa comparación no muestra un gran auge en la productividad después de la aparición del internet.

Es cierto que se pueden dar algunas justificaciones por la diferencia entre las cifras y todo el bombo publicitario.

Una de ellas es afirmar que Internet en verdad hizo cosas importantísimas para la economía, pero que fueron contrarrestadas por los factores negativos:

un deterioro en la ética del trabajo, la disminución misteriosa de la productividad en la construcción, o algo por el estilo.

La otra es que las cifras oficiales relacionadas con el crecimiento económico no logran plasmar muchos beneficios invisibles.

A mí me encanta poder tener acceso a conciertos musicales en vivo en YouTube; hasta donde puedo decir, esos beneficios no se consideran en el producto interno bruto.

De hecho, el crecimiento económico oficial seguramente subestima el verdadero avance en las condiciones de los seres humanos.

Pero esto ha sido así por mucho tiempo.

Antes de Internet, los datos económicos oficiales no plasmaban directamente los beneficios de, por ejemplo, la gran reducción de la mortalidad infantil gracias a una mejor higiene o del gran mejoramiento de la calidad del aire después de 1970.

¿Acaso ahora esos beneficios invisibles son superiores de lo que eran en el pasado?

Es poco probable.

Tal vez el punto central es que nadie alega que Internet haya sido inútil; por supuesto que ha contribuido al crecimiento económico.

Más bien, la discusión es que sus beneficios no fueron excepcionalmente grandes en comparación con los de tecnologías anteriores y menos sofisticadas.

Por ejemplo, alrededor de 1920, solo aproximadamente una de cada cinco familias en Estados Unidos tenía lavarropas; para 1970, casi todas tenían lavarropas o acceso a alguna.

¿No creen que eso marcó una gran diferencia?

¿Están seguros de que eso significó una menor diferencia que el acceso generalizado a la banda ancha?

Porque el hecho es que, si bien es importante el traslado de la información a todas partes, seguimos viviendo en un mundo material:

la mayor parte de lo que consumimos es algo material o servicios presenciales, cosas que Internet no ha afectado de manera muy drástica.

Entonces, es muy posible que la inteligencia artificial —o, en todo caso, lo que llamamos inteligencia artificial, sin importar si está garantizada esa denominación— en verdad vaya a ser algo de enorme importancia.

Pero algo que deberíamos haber aprendido de la historia de la tecnología de la información es que las cosas que parecen excepcionalmente glamorosas, en realidad no resultan tan útiles y viceversa.

c.2023 The New York Times Company

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