CELAC-Unión Europea, una cumbre entre abismos

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El valor de la reciente cumbre de la Unión Europea y los países latinoamericanos de la CELAC no debe indagarse en sus limitados resultados. Su importancia radica en lo todo lo que revela

sobre lo que resta construir para que converjan con equilibrio los intereses de las dos orillas del Atlántico.

La declaración final ejemplificó los escollos en ese camino. Salvo Nicaragua lo firmaron todos los participantes, pero la versión pasteurizada del documento perdió media docena de páginas de su formato original y se conformó con intenciones, lejos del ideal de una agenda pragmática de apertura comercial.

No todo, sin embargo, es negativo. La reunión rompió ocho años de mutua indiferencia y dio un paso que puede promover otros. El problema para esa voluntad son las barreras en una y otra orilla.

Existe en Europa una antigua hostilidad competitiva contra los productores de commodities alimenticios de la región. Reniegan de avances que se han mostrado exitosos y audaces aun frente a los altos niveles del bloque y carentes, además, del escudo de subsidios que protegen a los productores del continente.

Proteccionismos


BANER MTV 1

Este proteccionismo europeo exacerbado es una de las principales barreras al acuerdo con el Mercosur. El tironeo explica también el uso abusivo de la bandera de los transgénicos (Greenpeace mediante), entre otras herramientas de batalla.

Últimamente, también, el revoleo de las demandas medioambientales originalmente reservadas para la mala gestión amazónica de Jair Bolsonaro pero que se lanzan sobre el gobierno de Lula da Silva como ariete para ganar terreno en el sector industrial del gigante sudamericano. Son trampas y cierta soberbia.

Los políticos europeos, especialmente Francia o Alemania, perderían votos de sus productores si se habilita esa competencia. El discurso amable del libre comercio tiene estos límites objetivos.

Las cosas distan también de ser ideales de este lado. La CELAC es un artefacto imperfecto e insolvente para lidiar con la burocracia experimentada de la UE. Su indigencia institucional impide consensos hacia dentro sobre democracia, libertades individuales, desarrollo y de objetivos hacia afuera.

El presidente de Chile, Gabriel Boric. Foto EFE
El presidente de Chile, Gabriel Boric. Foto EFE

Es posible que esas fragilidades hayan tentado a la presidencia española del bloque europeo. Pedro Sánchez, quien atravesará un sargazo arduo en las elecciones de este domingo, quizá vio en este ejercicio de integración en los inicios de su presidencia pro tempore del bloque, un puente para un futuro en Bruselas si las urnas le dan el portazo previsible. Por eso quizá también la declaración final, aunque hubiera sido de una página, debía sobrevivir.

Ucrania, inevitable


La debilidad de la región costó oportunidades. Era claro que la cuestión de Ucrania no iba a ser prescindente dada la pertenencia de la UE a la OTAN y que el agredido por Rusia es un país europeo.

Pero la región llegó al encuentro acumulando individualidades con multitud de puntos de vista contradictorios y acabó convirtiendo a Ucrania, y no el comercio o la inversión, en la vidriera de la reunión y del disgusto. Dato de ese páramo, la declaración no cita Rusia, solo a Ucrania.

Todo resultado de una histórica confusión en la región entre el debate Norte-Sur, que concierne a la búsqueda de equilibrio comercial y desarrollo, con la disputa Este- Oeste, que en Latinoamérica se la sigue espiando con la óptica de la Guerra Fría.

El colombiano Gustavo Petro llegó a protestar sobre el interés europeo para que se condene la guerra en Ucrania cuando no se reclamó una censura semejante por la invasión de EE.UU. a Irak en 2003.

De modo que la complicidad sobre un ataque injustificable del gobierno de George W. Bush justificaría callar la barbarie de Moscú. Si se extiende el planteo se acaba en la trampa de que lo que haga o deshaga Washington constituiría el vector sobre los criterios de condena moral.

Gestos. Lula da Silva, presidente de Brasil. Foto Reuters
Gestos. Lula da Silva, presidente de Brasil. Foto Reuters

Solo el chileno Gabriel Boric se diferenció sosteniendo que “ataque imperialista” debe ser condenado siempre y discriminó con precisión al atacante del atacado. Pero recibió una insólita zurra de Lula, que desmereció como una consecuencia de falta de experiencia los criterios del chileno.

Brasil defiende una neutralidad confusa sobre el conflicto demandando el fin de la sanciones a Rusia y la ayuda militar a Ucrania, fórmula que al combinarse abrazaría encantado el Kremlin.

Para peor, en la región hay tres países que son socios carnales de Moscú: Venezuela, Nicaragua y Cuba y que integran la CELAC. Ucrania debió idealmente constituir un punto de coincidencia superador sobre la condena a una agresión brutal, que es un dato objetivo, y habilitar la discusión real de fondo. Hasta La Habana aceptó el término de “guerra contra Ucrania” en el documento.  

Este comportamiento díscolo tiene cimientos profundos en un espacio donde el concepto de integración admite múltiples traducciones. En América Latina, menos de una quinta parte del comercio tiene lugar dentro de la propia región. Es la razón de que estos países hayan crecido más lentamente que muchos otros mercados emergentes con mayores vínculos comerciales con sus vecinos.

Un informe del año pasado publicado por Americas Quarterly consigna el asombroso hecho de solo existan cuatro cruces en los 5 mil kilómetros de frontera entre Argentina y Chile y apenas uno por tren en Socompa. O que apenas un tercio de los vuelos conecten las ciudades de América latina entre sí. O que de las aproximadamente 4 millones de empresas de Brasil, solo 24 mil envíen sus bienes o servicios al exterior.

“La mayor parte de América Latina no se ha globalizado, ni siquiera internacionalizado”, dice el reporte. Brasil y Argentina siguen siendo dos de las economías más cerradas del mundo, con un comercio que representa menos del 30% del PIB. América Latina y el Caribe como región está 11 puntos porcentuales por debajo de la media mundial respecto a la importancia del comercio para sus economías.

Depresión económica regional


No ha habido una diversificación verificable en la producción en los últimos 30 años. Hubo sí lo que los economistas denominan “desindustrialización prematura”, es decir la reducción de la industria manufacturera como porcentaje de la economía. “Esta depresión económica contrasta con la de naciones que antes eran sus pares", dice. 

"México, Brasil y Argentina han sido superados por Corea del Sur, Singapur, Malasia y Hong Kong, así como por muchas naciones de Europa del Este. No es casualidad que muchos de estos países hayan cerrado la brecha de riqueza con el mundo desarrollado, mientras que América Latina en su conjunto se ha quedado estancada”, sostiene. Son debilidades, pero también oportunidades perdidas.

No conviene exagerar, sin embargo, el desconsuelo. En ”¿Por qué importa América Latina?” un estudio reciente del Real Instituto Elcano, los académicos Carlos Malamud, José Ruiz y Ernesto Talvi, desarman un puñado de narrativas autodescalificadoras que suelen ser parte del discurso regional.

Al revés de la idea dominante del desastre político que atrapa a este espacio, sostienen que la democracia se ha consolidado en prácticamente todas las fronteras. “En desarrollo democrático, y respeto por los derechos humanos, América Latina ocupa el primer puesto entre las regiones emergentes… El apoyo a la democracia como régimen político sigue siendo ampliamente mayoritario respecto a otras alternativas”.

La cumbre y la foto del cierre. El primer paso. Foto AFP
La cumbre y la foto del cierre. El primer paso. Foto AFP

Un 67% de los ciudadanos latinoamericanos cree que “la democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno”. No perder de vista que el estudio es global. Las excepciones son conocidas.

Por el lado de la economía, en los últimos 20 años el logro más notorio ha sido la reducción de la frecuencia de las crisis de balanza de pagos, de deuda y financieras. “De un promedio de cuatro al año desde mediados de la década de los 70 hasta principios de los 2000, se ha pasado a menos de una crisis al año desde entonces”, dice.

Es claro que para un argentino o un venezolano son datos de otro mundo, pero trazan los fundamentos de un sendero posible para esos ejemplos maltrechos.

Por último, el informe demuele otra narrativa. No es China por el momento el jugador dominante en la región, aunque es fuerte su dinámica. La UE, con la que los latinoamericanos tienen ahora una cita, es de lejos el mayor inversor en este espacio, nada menos que 20 veces más que la potencia asiática.
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