Palabras que se hacen balas

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No todos los magnicidios y los atentados fallidos contra gobernantes europeos anunciaron el advenimiento de grandes tragedias, como en 1914 anunciaron la Primera Guerra Mundial los disparos de

un ultranacionalista serbio que desangraron en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando y la archiduquesa Sofía. Las casi doscientas balas que dispararon contra Charles de Gaulle en 1962 los militares que no le perdonaban haber concedido la independencia a Argelia, no cambiaron el curso de las cosas en aquella Francia.

Tampoco cambió España tras la bomba que mató al almirante Carrero Blanco dejando al dictador Francisco Franco sin su presidente títere. Aquel régimen empezó a morir tras el fallecimiento del “generalísimo” que lo creó, ni un día antes.

Las Brigadas Rojas no lograron llevar Italia al comunismo en 1978, cuando asesinaron con once balazos al ex primer ministro democristiano Aldo Moro y dejaron su cadáver en la vía Caetani, dentro del baúl de una Renoleta. Tampoco cambió Suecia el asesinato del premier socialdemócrata Olf Palme en 1986, uno de los crímenes más absurdos y enigmáticos de los muchos ocurridos en Europa. Por eso es posible que las cinco balas que se incrustaron en el cuerpo de Robert Fico no anuncien tragedias en Eslovaquia. Pero no se puede descartar lo contrario, porque además del magnicidio del heredero del trono austrohúngaro que detonó la Primera Gran Guerra, muchos otros atentados políticos anunciaron el advenimiento de períodos oscuros en Europa.

En 1918, la masacre de la familia Romanov en Ekaterimburgo, marcó el deslizamiento de la revolución bolchevique hacia el totalitarismo. Seis años más tarde, el líder socialista y anti-fascista Giacomo Matteotti fue secuestrado y asesinado en Roma, dejando en claro que el régimen de Mussolini sería una dictadura atroz. Y los disparos en la nuca con que un republicano mató al monarquista José Calvo Sotelo en 1936 fue el último anuncio de la Guerra Civil Española.

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También anunció el advenimiento de un régimen autoritario el mazazo en la cabeza que mató en Salónica al astro deportivo y dirigente socialdemócrata Grigoris Lambrakis, en 1966. Ese régimen griego, conformado al año siguiente del magnicidio, fue la llamada “Dictadura de los Coroneles”. Y el intento de magnicidio mediante envenenamiento contra el líder ucraniano Viktor Yushchenko fue la primera señal rusa de lo que desembocó en la invasión y la guerra en marcha, tragedia también anunciada por las balas que acribillaron al ex vice-primer ministro ruso Boris Nemtsov en el 2015, cuando comenzó a denunciar públicamente que el ejército de Rusia ya estaba infiltrándose en la región ucraniana del Donbass con el objetivo de preparar una invasión al país vecino.

Líder ruso asesinado

Los disparos que hirieron gravemente al primer ministro de Eslovaquia ¿anuncian una gran tragedia o un período oscuro, como tantos atentados magnicidas en Europa? ¿o pasará sin modificar la historia en marcha, como ocurrió con tantos otros? En todo caso, lo único que está claro es que es que el intento de asesinar a Robert Fico es parte de un clima denso y cargado de presagios inquietantes. El primer ministro baleado es una figura protagónica en la política de su país. Ocupa el cargo por cuarta vez y jugó roles decisivos en la incorporación de Eslovaquia a la UE y, principalmente, en el reemplazo de la corona eslovaca, antigua moneda nacional, por el euro. Sin embargo, su último giro lo cambió de vereda. Pasó sin escalas del pro-europeísmo al anti-europeísmo. Se paró en el mismo lugar que su colega húngaro Viktor Orban, o sea más cerca de Moscú que de Bruselas.

Fico tiene 59 años y entró en la política a través del partido comunista checoslovaco, pero pocos años después, la Unión Soviética se desintegraba, el Pacto de Varsovia desaparecía y la “Revolución de Terciopelo” sacaba a los comunistas del poder en Checoslovaquia. Pocos años más tarde, ese país creado por Tomás Masaryk tras la Primera Gran Guerra, también desaparecía. El antiguo partido único se dividió entre las nuevas República Checa y Eslovaquia. En ellas se convirtió en socialdemócrata y europeísta, contando entre sus dirigentes con el ascendente Robert Fico. Pero ese líder fue mutando su posición hasta que creó el partido Smer, que significa Dirección y pregona un extraño izquierdismo ultranacionalista, xenófobo, eslavista y pro-ruso. Puso a Eslovaquia en la misma vereda de la Hungría de Viktor Orban, engrosando y fortaleciendo esa suerte de quinta columna funcional a Vladimir Putin que tienen la UE y la OTAN.

Putin y Orban

Su anterior gobierno cayó por un doble crimen que lo puso bajo dudas y sospechas. Un sicario asesinó a Jan Kusiac y a su novia. Kusiac era un periodista de investigación que denunciaba fraudes fiscales de empresarios ligados al partido Smer y vínculos ocultos entre el gobierno de Fico y la mafia calabresa ´Ndrangheta. Aquel doble asesinato lo enfrentó con el entonces presidente, Andrej Kisca. Fico renunció pero el creciente peso de la guerra en Ucrania en la economía hizo que su posición favorable a Rusia le allanara el retorno al poder. “Ni una sola bala más a Ucrania” fue el eslogan de campaña con que ganó la elección aliado a la ultraderecha.

En el poder, cargó de agresividad su discurso hacia la oposición y la prensa crítica. Sus detractores también son agresivos y exacerbados. La retórica lleva tiempo envenenando la atmósfera con violencia verbal. Quien le disparó a Fico es un personaje oscuro que milita en el ultranacionalismo, por lo tanto no está en la vereda enfrentada a la de su víctima. Aunque sin antecedentes psiquiátricos, el fallido magnicida parece haber actuado bajo una perturbación emocional. No está claro. Lo evidente es que la atmósfera política en Eslovaquia, y en otros rincones de Europa, está infectada de aborrecimientos cruzados entre colectividades políticas lideradas por extremistas exaltados. Ese magma viscoso que avanza en otras partes del mundo.

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Robert Fico | Foto:Bloomberg

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