En ninguno de los dos despachos, en Goya, a 80 kilómetros de 9 de Julio, se habla con los periodistas, a pesar de las maratónicas guardias que se desarrollan diariamente, las
cuales son matizadas por los vecinos que aportan tortas fritas, empanadas de carne cortada a cuchillo, budines de quinoto y otras delicias culinarias para matizar la espera, con un ruego coincidente: "Por favor, no se vayan".