Cinco millones de casos: por qué es "el mejor momento" del Covid en el país y qué puede pasar

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Después de meses de sufrimiento social y más de 107 mil muertes, la Argentina ha conseguido cierta estabilidad en esta crisis sanitaria del coronavirus desatada el 3 de marzo de 2020. La

pandemia es pasado, presente y futuro. Hacia atrás, el país acaba de superar los 5 millones de casos y un tendal de letalidad.

Hoy, en tanto, existen indicadores de que la Argentina atraviesa el que tal vez sea su "mejor momento": se refleja en el descenso de los niveles de positividad, la baja de la ocupación de las terapias intensivas y el incipiente crecimiento en la aplicación de las segundas dosis. Sin embargo, la variante Delta podría transformar este "placido" escenario en el peor.

El principal motivo de “optimismo” es la tasa de positividad, cercana a lo que la OMS considera óptima: 10 por ciento. No se ha llegado a eso (y es difícil que ocurra si la variante de la India crece en circulación), pero ronda el 13 por ciento (este viernes fue del 11). Un porcentaje similar al del último verano, con una gran diferencia: la cantidad de testeos que se hacían entonces era un cuarto de los que se hacen ahora.

Es decir, finalmente hay una mayor cantidad de testeos: no todos los que debería haber, pero hay más. Más de 100 mil diarios y 13 mil casos confirmados cada 24 horas garantizan alguna tranquilidad. En enero apenas superaban los 25 mil testeos diarios, cuando se registraba alrededor de 3.500 contagios.

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Los porcentajes de positividad son similares, pero la diferencia actual es que una mayor cantidad absoluta de casos está dando negativo. Eso presupone que haya menos Covid suelto (y más aislado) que circule sin control de persona a persona. La consecuencia, entonces, es lo que se ve: la curva baja.

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Covid-19 en el país

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Infografía: Clarín

Inmediatamente atado a eso aparece la fuerte reducción de la ocupación de camas de terapia intensiva, a la mitad de lo que se había llegado en el pico de la segunda ola: 3.700 personas internadas por Covid y una ocupación total en el AMBA que ronda el 52 por ciento.

Esto debería hacer que, indefectiblemente, la cantidad de muertos en el corto plazo comience a descender. La tendencia ya se observa. Desde que la Argentina superó las 100 mil muertes, ha habido un promedio de 334 muertes por día. Una curva descendente: el jueves hubo 276 y este viernes, 190.

A esto se suma que, dentro del pronunciado déficit de segundas dosis de la vacuna contra el Covid, Argentina finalmente ha empezado a apretar el acelerador para priorizarlas. El promedio de segundas dosis aplicadas durante los últimos días se triplicó, lo que es clave para hacerle frente a la gran amenaza: la variante Delta.

La posibilidad de combinar vacunas para suplir el déficit del segundo componente de la Sputnik V es un esperado respiro, ya que los inoculados con la vacuna rusa ya no deberán ser esclavos de que Moscú envíe las dosis terminadas o el principio activo para que el laboratorio Richmond lo envase en Argentina.

Otro síntoma de que la gravedad del cuadro pandémico está dando una tregua es que el foco de atención pública se empieza a poner en otras cuestiones, como los negocios de un ignoto empresario taiwanés con el Estado, el encuentro del Presidente con una actriz en plena cuarentena o algunas rispideces de la interna electoral.

Vacunación con segunda dosis de Moderna para los que tenían Sputnik, este viernes. Foto: Luciano Thieberger

Vacunación con segunda dosis de Moderna para los que tenían Sputnik, este viernes. Foto: Luciano Thieberger

Un presente "más normal" que, por supuesto, no borra un pasado de consecuencias dramáticas: Argentina se ha vuelto el cuarto país más grande del mundo con más muertes por millón (detrás de Perú, Brasil y Colombia) y el primero de más habitantes con más contagios por millón del planeta.

Presente de indicadores más amables pero a la vez frágiles, sobre el que surge la duda: ¿Estaremos bailando en el volcán? La respuesta surgirá del resultado de la carrera contrarreloj entre la aplicación de las segundas dosis y el tiempo que demore la Delta en ser predominante. Esto es, si para ese momento crucial, al menos la población más vulnerable habrá completado su esquema de vacunación.

De esa contienda dependerá el tenor de la tercera ola en nuestro país. Contagios con la Delta los habrá y muchos, seguramente, a juzgar por lo que está sucediendo en Europa y Estados Unidos. En esa parte del mundo no pesa tanto el problema de la falta de segundas dosis como el de convencer a los antivacunas de que se inoculen.

Pero basta mirar las cifras de esos países -infectados diarios, internados en terapia intensiva y muertos- para entender cómo influye la vacunación completa en pos de repeler el peligro: la variante Delta ha elevado significativamente los contagios, pero eso no se ha traducido en niveles de letalidad proporcionales. Porque están vacunados.

En ese contexto, la Argentina se encuentra en un momento bisagra. Producto precisamente de las actuales cifras más benignas se ha decidido la flexibilización de varias actividades, desde educativas hasta recreativas. Sin embargo, es clave el mensaje que se dé desde el Estado. La pandemia no terminó: de los cuidados que se puedan sostener y de cuán rápido se pertreche la inmunidad local saldrá el saldo de la próxima y -se prevé- más difícil batalla.

PS