Tamara Kamenszain, "De la madre se aprende a escribir"

Sociedad
Lectura

En la genealogía de la escritura, los recorridos de lectura son inmensos; intensos, también.

En “Bordado y costura del texto”, el ensayo incluido en su libro El texto silencioso, tradición y

En la genealogía de la escritura, los recorridos de lectura son inmensos; intensos, también.

En “Bordado y costura del texto”, el ensayo incluido en su libro El texto silencioso, tradición y

vanguardia en la poesía sudamericana, en este ensayo dedicado a su madre, Eva Staif, Tamara reconoce a Virginia Woolf como el faro para la escritura de las mujeres: esa que en un paréntesis se define como “la práctica no discursiva, la experimentación, la artesanía”.

Dice allí “Nadie señaló más claramente el camino para lograrlo como Virginia Woolf. Nadie supo mejor que ella que la frase “construcción ideada por el hombre, demasiado pesada, demasiado pomposa, demasiado amplia” no le sirve a la mujer para escribir. Si somos mujeres- agrega Virginia- el contacto con el pasado se hace a través de nuestras madres, es inútil que acudamos a los grandes escritores varones en busca de ayuda.”

Tal vez por eso Tamara acogió en su Casa Grande a tantas discípulas, a sabiendas que allí también se acurrucaba la voz femenina de tantos otros discípulos. Hoy ella diría otres, otres alumnes, otres yoes tan tan yoes como sus admirados Oliverio Girondo, Juanele, Viel Temperley.

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Este ensayo, es el primero de los dos apéndices del libro, el único dedicado a la escritura de mujeres. Dice allí Tamara en el ´83 “Si la escritura y el silencio se reconocen uno a otro en ese camino que los separa del habla, la mujer, silenciosa por tradición, está cerca de la escritura.

Silenciosa porque su acceso al habla nació en el cuchicheo y el susurro, para desandar el microfónico mundo de las verdades altisonantes. Tan callada y lateral fue siempre su relación con la marcialidad de los discursos establecidos, que los hombres, paradójicamente, calificaron a la mujer de muy platicadora. Y plática no sería otra cosa que esa enmarañada mezcla de niveles discursivos cuyo decir, como objeto, es la nada...

Como la escritura no quiere decir nada, su extraña “plática” no puede recogerse en manuales y solo lo oral sabe transmitirla. Y si la oralidad es lo maternal por excelencia - el seno habla, la boca del hijo apre (he) nde- puede decirse que el elemento femenino de la escritura es la madre. De la madre se aprende a escribir. Maestra de escritores, es ella la que imprime al hogar el sinsentido placentero de la plática.”

Rafael Spregelburd comienza su columna “Me gustaría que poetas y poetisas no fueran noticia solo cuando se mueren; eso habla muy mal de las noticias y de quienes las escriben.” Quizás, como pide Spregelburd, y reclamó Tamara, esto podría llegar a cambiar, cuando el territorio ocupable por lo poético comience a ser de una vez y para siempre una cuestión de Estado.

Apéndice
Poema escrito en el Taller de Tamara

Querida mamá todo está tan caro

te hablo desde un pozo

que dejaron niños de arena al jugar.

Es un foso húmedo

en el caracol de mi espera

me distraen viajantes

gaviotas sobre un destino aéreo

pero nunca están llegando

a vos del otro lado de la inmensa

oreja mar todo piel, piélago.

Atesorado dentro de mí

este llamar en creciente

por volver allá sola sal luzmamá.

por Elisa Salzmann 

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Tamara Kamenszain

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