La pandemia no frenó su sueño: estudió enfermería y es el primero de su pueblo con un título terciario

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En el paraje Alhuampa, a doscientos kilómetros de la ciudad capital de Santiago del Estero, sus 470 habitantes están de festejo. Por primera vez, un integrante de la comunidad

logra un título terciario y es motivo de celebración. Leonel Yturre tiene 26 años y se acaba de recibir de enfermero. Con enorme esfuerzo y dedicación, es ejemplo de perseverancia por cumplir su sueño a pesar de los obstáculos.

Nacido en pleno monte santiagueño, acostumbrado a cortar leña para hacer carbón, el trabajo que realiza la mayoría de sus pobladores, un día se plantó con un primer sueño: terminar la secundaria.

La había comenzado en su pueblo pero allí solo se podía hacer los dos primeros años y en 2009, a sus 14, no pudo continuar para seguir ayudando a su familia. Daba una mano en el trabajo (limpiando campos, cortando troncos) y recién cinco años después viajó a lo de su tía, al otro pueblo cercano, Tintina, para ir al colegio y hacer los tres años restantes y terminar a fines del 2016.

Pero Leo tenía más metas, quería dedicarse a alguna actividad de la salud y no ser maestro, la única profesión que se puede estudiar en las localidades próximas a Alhuampa.

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Antes de aquella Navidad de 2016, agarró un bolso, pidió ayuda para llevar sus datos personales en una hoja, se tomó un micro y se fue a una entrevista en la ciudad de Santiago del Estero con la esperanza que la Fundación Sí lo eligiera para formar parte de su residencia universitaria y vivir cerca del lugar del estudio y tener casa, alimento, apoyo y contención.

Como eso ocurrió, a partir de febrero comenzó a convivir con otros jóvenes en su misma situación, que necesitaban apoyo para ir por una carrera terciaria o universitaria.

Fanático de Boca pero muy entusiasmado por las buenas campañas que vienen haciendo algunos de los equipos locales, como Central Córdoba, en Primera División, y Güemes, en el Nacional B, es un brillante payador que toma la guitarra e improvisa, y bien podría debatirle musicalmente, palabra por palabra, aunque de otro género musical, a Wos o Duki, pese a que él siga amando el folklore pero admire a estos raperos.

Leonel Yturre se recibió de enfermero en plena pandemia. Pudo estudiar tras terminar el secundario, que había interrumpido para ayudar a su familia en el monte.

Leonel Yturre se recibió de enfermero en plena pandemia. Pudo estudiar tras terminar el secundario, que había interrumpido para ayudar a su familia en el monte.

Tiene una habilidad innata, desde chico recitaba versos o poesía en el colegio y lo aplaudían, reconoce sonrojado. Eran tiempos en los que, en su casa, no había juguetes y él los recreaba recortando ladrillos o haciendo camioncitos con barro y arcilla. Esa infancia humilde, como la de René Favaloro, a quien admira de pequeño, cuando le hablaban del gran médico en la escuela del pueblo y ya soñaba con ser profesional de la salud, como acaba de concretar.

“Siempre me llamó la atención la salud, vengo de un lugar de escasos recursos, tengo una mirada crítica -cuenta-. La salud es un derecho para todos y elegí enfermería para trabajar directamente con la gente de manera igualitaria. (Piensa) Es una profesión muy noble. Siempre admiré a los enfermeros desde pequeño, ver como ayudan porque en mi pueblo solo hay una salita de primeros auxilios y ahí los veo a ellos trabajar. Mi mamá solía contarme que quería estudiar esa carrera pero los padres la necesitaban para cosechar algodón cuando vivía en el Chaco. Y quedó la cuenta pendiente en la familia”.

Leo es uno de los 25 egresados que ya lograron su sueño desde que Fundación Sí creó las Residencias Universitarias, destinadas a jóvenes egresados del secundario de pueblos rurales del país que por recursos económicos y distancia no podían acceder.

Además de enfermería, los otros 24 que llegaron al podio eligieron carreras como trabajo social, abogacía, educación especial, educación física, ingeniería agrónoma, radióloga y hasta sociología y educación para la salud.

Mientras tanto, ya son 540 los alumnos que viven en las 17 residencias que hay Argentina (Santiago del Estero ya tiene tres) y que para el año que viene se convertirán en 21 casas con 622 estudiantes que buscan concretar esa meta que parece imposible.

Complicaciones

La pandemia complicó los planes de crecimiento de los alumnos y también de la Fundación. “Fue un caos en muchos aspectos, porque muchos no pudieron volver a su casa a visitar a la familia, estuvieron encerrados un año, teniendo en cuenta que están acostumbrados al campo, el aire libre...y fue muy difícil la contención", cuenta Manuel Lozano, la cara visible de la Fundación Sí, que necesita la ayuda de empresas como de cualquier persona que pueda donar desde camas hasta alimentos con el aporte que puedan.

Y agrega: "Nosotros buscamos notebooks para cada chico, esforzándonos para que haya buena conectividad en cada casa. Sigue siendo compleja la pandemia y le ponemos siempre mucha garra para que no abandonen el estudio con todo este contexto”.

En estos días que Leo volverá con su título a Alhuampa, se reencontrará también con sus padres, Susana y Orlando, y sus hermanos Wilson, Sergio y Lautaro, de 28, 23 y 11 años, respectivamente.

Ahora vive en la casa familiar de Micaela, su novia, en Los Juríes, y juntos irán al paraje que lo recibirá como el ciudadano ilustre. Cuando regresen a la ciudad de Santiago del Estero, posiblemente vivirán juntos y él preparará currículums para buscar trabajo de lo que se recibió y aspirar en un tiempo a hacer la licenciatura en enfermería, que se estudia también en la Universidad Nacional de Santiago del Estero.

“Me gustaría trabajar ejerciendo lo que amo”, repite convencido Leo. “Durante este tiempo, aunque con la Fundación no necesitaba tener ingresos, me hice unas monedas extra cuidando enfermos terminales los fines de semana y fue un gran aprendizaje”, admite sensible.

Como parte de los rituales de festejo de egreso, aunque con cuidados por la pandemia, Leo tuvo el suyo junto a sus compañeros de la residencia el día que le dieron la última nota, ayer nomás. Con algunos sostiene una amistad inquebrantable, porque lo vieron caer y levantarse muchas veces y él también fue sostén de otros.

Cuando se cambió la ropa, empapada de alegría y celebración, le alcanzaron una guitarra y el payador improvisó, como en su pueblo. “Una mañana al despertar, me siento agradecido que me da la posibilidad de seguir un nuevo camino, diferente al ya conocido, porque me dan un puñado de sueños que con el tiempo han crecido (…) y ahora sí me despido, en el nombre de todos los residentes, emocionalmente agradecido, de formar parte de esta trayectoria, quedará siempre en mi memoria, tanta emoción. Gracias, fundación”.

SC EMJ