El Cantar de Mio Cid cuenta la gesta, circa 1200, de la Reconquista española y sus avatares. Ese, si la memoria no me falla, fue el primer libro que vimos en Lengua
No creo, sin embargo, que la literatura, para conmover o abrir miradas, deba estar situada aquí y ahora. Si habla de piel, de amores y de miedos, la historia a uno lo embarga así suceda en otra galaxia. Uno de los libros que a mí más me ha conmovido -no ficción- es “Una temporada de machetes”, de Jean Hatzfeld, sobre la matanza de la población tutsi por sus vecinos hutus, en Ruanda. Desconozco todo sobre este país y su gente, lamentablemente, y sin embargo esas entrevistas a los victimarios me abrieron la cabeza sobre lo fácil que es manipular a un hombre. Acá o allá.
Algo más le pediría a la currícula de Literatura. Si bien en algunas ocasiones los estudiantes escriben textos con consignas muy específicas, se incentiva poco la creación. Parece más importante la recepción. ¿Debiera ser así? Lo dudo. Aunque una persona no tenga talento alguno para dar vida a una historia, descubrir que lo puede hacer -mal o bien- se convierte en algo revolucionario. No se trata de formar escritores profesionales sino de brindar herramientas para que cada uno ponga en palabra sus fantasmas e ilusiones. Y tome conciencia de que él o ella pueden estar del otro lado del mostrador.
La escuela transmite conocimientos, cierto, pero también forma ciudadanos críticos, con capacidad de sentirse iguales entre sí. No más que otros; tampoco menos.
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