Ahí están. Afuera del Monumental. Ordenadas en filas eternas, bajo el sol tórrido. Transpiradas, sentadas, en ronda, charlando de sus discos preferidos, durmiendo en colchones improvisados, en carpas, tiradas en el
pasto o amparadas bajo un árbol. Son como habitantes de un país paralelo, que por el momento solo existe en Núñez. Es el mundo glitter de Taylor Swift. Y ellos y ellas, los y las swifties.