"París está hecha para el turista, pero hacia los márgenes hay otras realidades"

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La primera vez que se fue del país había ganado un premio –otorgado a los mejores promedios universitarios– para hacer una pasantía en Torino, Italia.

Entonces, acababan de suceder los

La primera vez que se fue del país había ganado un premio –otorgado a los mejores promedios universitarios– para hacer una pasantía en Torino, Italia.

Entonces, acababan de suceder los

atentados a las Torres Gemelas y el pánico a viajar era generalizado. Una semana después llegaba el corralito a la Argentina y eso terminó de decidir su partida. “Me fui retriste. No soy aventurera, quería ir a pintar”, dice.

Y así empezó el periplo: un año trabajando en Suiza –desde babysitter hasta paseadora de perros–, una vuelta fugaz a la Argentina y de aquí a la Art Student League (donde estudió Jackson Pollock), en Nueva York.

Pero la Gran Manzana no era para ella. En una fiesta conoció a un parisino que vendía tickets aéreos y le compró un pasaje de ida a París.

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—¿Por qué elegiste Europa?
—La historia del arte me atravesaba y tenía ganas de ver todos los cuadros. Y acá, en mi época, teníamos que ir a la biblioteca o esperar por libros que tardaban semanas en llegar.

—¿Cómo fue el desembarco en la Ciudad de las Luces?
—Llegué con 28 años, no conocía a nadie, no hablaba francés y sólo tenía mis ahorros de Nueva York. Encontré una pieza de esas que tienen allá todos los edificios, donde vivían las mujeres de servicio. París está tan lleno que hay mucho problema de alojamiento. El cuarto tenía 11 metros cuadrados y pensé que no viviría ahí ni una semana pero me quedé cinco años. En esa época hice dos exposiciones.

—¿Podías pintar en ese espacio?
—Bueno, yo venía con una cuestión muy gestual en la pintura, me compraba bastidores que eran de uno por 90. Y como me habían invitado a una exposición tuve que acomodarme al espacio que tenía. Ahí me hice detallista, algo que conservo hasta hoy. Yo venía en una búsqueda medio pop pero bastante crítica. Esa época duró hasta 2010. Hice muchas exposiciones y vendí mucho.

—¿Cómo es vivir en París?
—París sigue siendo igual que hace 200 años, está intacta. Está hecha para el turista, para que venga y la disfrute. Pero a las afueras de París hay otras realidades que no se muestran.

—¿Cuáles?
—Allá hay una suerte de edificios, que son todos iguales y que parecen ciudades. Ahí viven muchos africanos, musulmanes; todas las culturas juntas. Es gente con pocos recursos y hay mucha violencia. Todo eso se trata de esconder.

—¿Dónde vivís allá?
—Desde 2009 vivo en una residencia de artistas. Es muy linda la historia porque la estructura la hizo Eiffel y tiene unos 120 años.

—Contame.
—Bueno, Alfred Boucher fue un arquitecto y escultor y fue el primer docente del grupo de señoritas escultoras de Camille Claudele. Boucher le compró esa estructura a Eiffel, que era para una feria de vinos y tiene forma de octógono. Y como era desmontable, este arquitecto buscó un terreno e hicieron La Colmena, porque él decía que los artistas eran sus abejas. Entonces, cuando los artistas no tenían dinero, iban a parar ahí.

—¿Cómo ves el mercado del arte hoy?
—Soy bastante crítica. El mercado se endulza con una imagen y es increíble porque una vez que los artistas encuentran un estilo hacen lo mismo hasta que se mueren. Para mí el arte es un testimonio, todo lo que me atraviesa me va modificando, no puedo hacer la misma pintura que hacía hace 10 años. En una época fui muy idealista, quería cambiar el mundo a través del mensaje, después me di cuenta que el mundo no iba a cambiar y fui dejando de lado el mensaje.

—¿Y cómo ves a las nuevas generaciones?
—Hoy los chicos me preguntan y yo les digo que si quieren focalizar en cómo vender su obra, que hagan un estudio de mercado. Pero eso no tiene nada que ver con el arte; uno tiene que mirarse para adentro, conectar con lo que tiene y desplegarlo. Y una vez que lo pusiste afuera ya no es más tuyo. Las obras se completan cuando alguien las ve.

—Tu búsqueda es más espiritual.
—Sí, de chiquita. Además de pintar soy reikista y profesora de yoga. Entonces me dije: voy a tratar de compaginar todo esto. Y en 2019 expuse en el Museo Caraffa la muestra ‘Renacer en la alegría’, una serie de cuadros de abstracción geométrica.

—¿Y hoy te definís como una pintora de arte abstracto?
—Aquí y ahora sí, pero sigo en transición.

—¿Trabajás mucho?
—Muchísimo. Ahora estoy haciendo una serie de dibujos que empecé cuando me quedé sin el taller.

—¿Ves muchas diferencias entre Córdoba y París?
—Las diferencias son geográficas y culturales. Allá está todo mucho más concentrado y hay muchísimas más cosas para ver que acá. Pero el curso del arte es un poco lo mismo. El tema es adónde queremos que vaya: ¿vamos a fomentar un arte para agradar o vamos a hacer un aporte a través del arte? Pero no puedo comparar Córdoba con París porque hay que ver a las ciudades como personas, con sus luces y sus sombras. Y en ese sentido son incomparables.

—¿Cómo ves el mundo del arte en Córdoba?
—Se ha ido expandiendo un montón. Hoy hay muchas opciones, el arte joven está muy vivo. Y una cosa que veo acá, más que en París, es el muralismo. Allá está más ligado a los skaters, a los suburbios, pero acá se integra a la ciudad y la súper valoriza.

—¿Hasta cuándo te quedás y cuáles son tus planes para el resto del año?
—Me voy el 3 de junio. En octubre hacemos una exposición colectiva con los artistas de la residencia en la que vivo. Hay 60 talleres ahí. Y en enero posiblemente exponga en Corea.

—¿Y en Córdoba?
—Me piden que exponga pero desde que no tengo taller me está costando producir pintura en gran formato. Sí sigo dibujando, tengo una serie de dibujos que se llama Dharma. Hoy siento que se ha perdido la ética en el arte y yo no quiero exponer siempre lo mismo, quiero hacer cosas nuevas. Pienso que hay que volver a la pregunta de ‘qué es el arte’.

Muestra Cubarle en el Museo Caraffa

MUESTRA. En el año 2019, la artista expuso sus obras en el Museo Emilio Caraffa, de nuestra ciudad.

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