“Muchos docentes están enseñando en un mundo que ya no existe”

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Laura Lewin es una de las capacitadoras en educación más importantes del país. Autora de varios libros –entre ellos ‘Que enseñes no significa que aprendas’ o ‘La educación transformada’–, también es

columnista de medios nacionales, brinda charlas TED y recorre países como consultora en temas de gestión educativa, neuro educación y manejo del aula. La profesional pasó por Córdoba donde brindó una capacitación en el colegio Dante Alighieri y en un alto de sus exposiciones dialogó con PERFIL CÓRDOBA sobre la situación actual de la educación en el país.

“En Argentina la educación es jurisdiccional, con lo cual es difícil unificar criterios, pero notamos que en las prácticas áulicas hay muchos docentes que siguen enseñando como ellos aprendieron, por lo que están enseñando en un mundo que ya no existe. Los chicos de hoy son tecno adictos, son chicos a los que nada los asombra, todo los aburre, no se pueden concentrar y no se pueden enfocar, por lo que cuando el docente se para delante el pizarrón y se limita a transmitir contenido, vamos perdiendo a estos alumnos”, analizó Lewin.

“Tenemos que tener en cuenta que son chicos que están tan conectados a sus celulares, que muchas veces les parece que el mundo va en cámara lenta y si nosotros desde el aula no podemos generar estímulos fuertes es muy difícil captar su atención. Entonces, hay que trabajar con metodologías activas lo que implica poner a los chicos en el centro de la escena. Eso exige involucrar cognitiva y emocionalmente a los alumnos y para eso hay que cambiar un poco el paradigma de lo que es la enseñanza tradicional”, agregó.

—¿Cuáles son los puntos claves de ese nuevo paradigma educativo que usted menciona?

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—Primero, es muy importante el vínculo entre el docente y los alumnos. Siempre digo que sin relación no hay resultados, entonces es muy importante que el docente esté empoderado, que el docente tenga ganas de estar en el aula, que disfrute y pueda conectarse emocionalmente con los alumnos. Si no puede crear lazos con los alumnos podrá enseñar todo lo que quiera pero eso no te garantiza que el alumno aprenda. Número dos: tenemos que trabajar con metodologías activas donde el alumno debe estar en el centro de la escena, que sea protagonista y no espectador de lo que pasa en el aula. Este punto está muy ligado al número tres, que es empezar a repensar las aulas porque tenemos aulas como hace 100 años, donde los alumnos siguen mirándole la nuca al compañero de adelante y es muy difícil intercambiar opiniones si no te puedo ver a los ojos. El punto número cuatro es cuidar el clima en el aula: un alumno que no está seguro emocionalmente no puede aprender, por lo que debemos trabajar mucho el clima del aula. En el punto cinco, y último, rescato el lugar del directivo, el cual debe ser un visionario, un líder estratégico, un referente pedagógico para poder ver además de cómo está la escuela hoy y en qué la quiero convertir.

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—En las aulas aparecen nuevos desafíos vinculados al comportamiento, el cual parece ser un reflejo de lo que pasa en la sociedad. ¿Se pueden aplicar estos puntos en medio de estas nuevas complejidades?

—Sí y por eso una de las pautas que marqué anteriormente tiene que ver con el manejo del aula. Me parece que cuando la clase es aburrida, cuando el docente no logra vincularse con los alumnos, cuando se sigue educando para que se aprenda de memoria, lo que se genera es una reacción por parte de los chicos. El aburrimiento es la mejor invitación a las conductas disruptivas. Debemos trabajar en la forma que estamos enseñando y a partir de ahí vamos a lograr alumnos más comprometidos. Hay que repensar cómo se está enseñando. Una cosa es que el docente enseñe y otra cosa muy diferente es que el alumno aprenda.

—¿El celular en la casa y la televisión, deben considerarse como el enemigo de los padres o podemos de alguna manera complementarlo en el aprendizaje?

—Desde mi punto de vista, la tecnología es tanto una bendición como una maldición, depende del uso que se le da. Una cosa es la estimulación tecnológica y otra la sobre estimulación tecnológica, lo cual significa que tenemos chicos tecno adictos, que son chicos dependientes de sus celulares, tienen más amigos virtuales que amigos reales y no pueden hacer otra cosa más que estar con su celular. Muchas veces se aíslan en el recreo, se los ve solos con sus celulares en las reuniones familiares, entonces ahí la tecnología no está buena. Ahora, si utilizo el celular para ver un documental sobre un tema que me interesa o para aprender inglés, claramente eso ayuda. Creo que la discusión no está en tecnología sí o tecnología no, sino en cómo la utilizamos.

—¿Cree que estas ideas innovadoras sobre educación pueden aplicarse masivamente, teniendo en cuenta que la realidad del sistema educativo, principalmente en el sector público, dista de ser ideal?

—Lo primero que tenemos que entender es que es imposible transformar la educación si pensamos que no se puede. Tengo que pensar que se puede. También es cierto que se viven realidades distintas en una escuela de ciudad, en una del interior y otra cosa es si la escuela es del interior del interior. Pero si empezamos a trabajar muy fuerte en los profesorados, en los centros formación docente, con una propuesta novedosa, más alineada respecto a cómo enganchar a los alumnos, confío que puede hacerse y ahí hay que apuntar. Recorro el país y veo muchos casos de éxito al respecto. Hay un montón de docentes y escuelas que trabajan muy alineados con lo que son las neurociencias, con diseños de aulas diferentes y con metodologías modernas, así que sí se puede.

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