El director general de los Teatros Imperiales, Ivan Vsevolojsky, había invitado a Tchaikovsky, en aquel momento ya muy ampliamente conocido, para que escribiera la música de este nuevo ballet y le
sugirió que se inspirara en compositores del período barroco. Nada de eso: Tchaikovsky siguió fielmente el libreto de Petipa (casi maniáticamente detallado por el coreógrafo), pero se dejó llevar, afortunadamente, por su inspiración personal.