Tampoco se trató de una ópera-rock convencional, donde varios personajes cantan canciones que dan forma a una historia, un formato que ella mismo hizo junto a músicos de Suéter en Romeo
y Julieta, en 1982 en el teatro Coliseo. Aquí fue una sucesión de canciones, sin diálogos, donde la clave la iban dando el vestuario, las pantallas de video y las coreografías.