García Lorca en la Semana Santa de Cuenca de 1932

y crítico Rafael Martínez Nadal, depositario de manuscritos lorquianos, y el diplomático chileno Carlos Morla Lynch, quien hace la crónica del viaje en su diario de aquellos años, de 1928 a 1936, más tarde publicado bajo el título En España con Federico García Lorca. Los tres se alojaron en la única habitación que quedaba libre, con tres camas, en el antiguo hotel Iberia. Los tres salen de Madrid el Miércoles Santo en un autobús que consume un recorrido de, con paradas, casi cinco horas. Los ilustres viajeros llegan a Cuenca en el momento en que desciende de la Cuenca Alta la procesión del Silencio, pasando «entre cánticos que se esfuman y un gran zumbido de abejas… que son plegarias». El Jueves Santo viajan a la cercana aldea de Palomeras. La impresión que reciben de la Semana Santa conquense es, en muchos aspectos, la que pueda recibir el visitante de hoy: gran ocupación hotelera, mucho ajetreo por las calles, nazarenos que «circulan en tropel e invaden las tabernas saturándose de ‘rosolí’ [sic], el vinito de la semana pasional». A la vista de la procesión del Camino del Calvario, hoy conocida popularmente como Las Turbas, Carlos Morla comenta ese espectáculo de «clamor extraño: lamentos, alaridos; trompetazos de Juicio Final», como «magnífico… pero pagano». De este viaje se han ocupado un grupo de notables periodistas y escritores conquenses, como José Vicente Ávila, que se alargó dando minuciosos detalles de esta señera excursión en una entrevista concedida, en la cadena Ser, a Paco Auñón. El profesor Pedro Cerrillo (Cuenca, 1951-2018), en uno de sus artículos diserta también sobre este tan comentado viaje reproduciendo asimismo el soneto lorquiano «El poeta pregunta a su amor por la Ciudad Encantada de Cuenca», aunque no es probable que el granadino visitase este bello y arriscado paraje. El escritor y poeta Florencio Martínez Ruiz (1930-2013) publicó dos artículos en torno a este periplo, el primero para ABC en 1990 y el segundo para El Día de Cuenca en 1995; en este último insertó el dibujo lorquiano de la Virgen de las Angustias, pues el poeta fue a la ermita de esa Virgen, de gran arraigo en Cuenca, en la noche del Viernes Santo. Para Florencio, Carlos Morla Lynch, por este relato,«debe pasar con todo derecho como uno de los grandes pregoneros» de la brillante Semana de Pasión conquense.