Coronavirus en la Argentina: las colas en los bancos reflejan que la economía se mueve en efectivo

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La cantidad de gente que se agolpó frente a las sucursales bancarias, tolerando esperas que se midieron en horas para poder hacerse de dinero en efectivo, reflejó no solo fallas en

el operativo de pago montado por el Banco Central y la ANSeS, sino algo más profundo, y que no es una novedad. El grueso de la población argentina, paga sus consumos en efectivo. Y por más que en los últimos años se intentó, con relativo éxito, avanzar en la bancarización plena, la arraigada costumbre de tener los billetes en el bolsillo no se extinguió. Lejos de ello.

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Una aclaración. Es verdad que la bancarización de los beneficios que paga la ANSeS -jubilaciones, pensiones, AUH y otros planes sociales- de hecho se dio. Hay prácticamente una caja de ahorro por habitante. Su uso, es minoritario y la realidad dice otra cosa.

Tanto en tiempos de calma económica (pocos, por cierto) como en la crisis, millones de jubilados y titulares de planes sociales esperan con ansiedad el día de pago para acercarse al cajero automático o al banco y retirar de la cuenta todo el efectivo.

Otra demostración del uso del efectivo: las colas en los locales de centros de pago (Rapipago o Pago Fácil) a pesar de que estas empresas desde hace más de un año aceptan tarjeta de débito. El colmo: gente que saca dinero del banco para ir a pagar al contado la factura de un servicio. No solo se quiere tener el billete en el bolsillo, también la factura sellada. Nada de débito automático.

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En cierta forma es una actitud totalmente entendible. La economía informal en la Argentina es inmensa y es obvio que allí circule solo efectivo. Pero la preferencia de los billetes sobre los medios de pago electrónicos se arraigó también en sectores de mejores ingresos. La presión fiscal, el principal motivo. El “descuento por pago efectivo” es parte del paisaje del consumo de la clase media. “No quiero trabajar para la AFIP” es una queja cotidiana de muchos pequeños comerciantes. 

Ocurre que con cada venta electrónica el comerciante no solo tiene que pagar las comisiones por el uso del sistema, sino que en muchos casos los procesadores de pagos están obligados a realizar retenciones a cuenta de IVA, Ganancias, Ingresos Brutos y alguna tasa municipal. En conclusión, a la caja del comercio ingresa un porcentaje menor (puede ser del 10%) a lo que realmente facturó.

El Gobierno sabe perfectamente que la preferencia del efectivo está arraigada. Lo dice el último informe del INDEC sobre el consumo de los hogares, difundido en noviembre de 2019.

A nivel nacional, la forma de pago más utilizada por los hogares para adquirir bienes y servicios es el dinero en efectivo: casi el 70% del gasto se realizó de esta forma; el 19,5% se llevó a cabo con tarjetas de crédito o débito y el 4,7% a través de la plataforma de homebanking, transferencia bancaria o por débito automático.

La mayor parte del gasto que realizaron el total de los hogares en Alimentos y bebidas no alcohólicas (82,5%), Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (78,7%) y Restaurantes y hoteles (80,8%) fue en efectivo, mientras que la tarjeta de crédito tuvo relativa importancia en los rubros Prendas de vestir y calzado (29,3%), Equipamiento y mantenimiento del hogar (28,4%) y Recreación y cultura (23,9%).

El pago a través de homebanking tuvo alguna relevancia en el gasto en Educación (20,8%), Comunicaciones (14,3%), Salud (12,0%) y Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (13,0%).

Estos datos, que están en poder del Estado, deberían servir para entender que algo debe cambiar radicalmente para que la bancarización sea más que un enunciado.

Los avances con medios de pago que salieron a competirles fuerte a los bancos fueron mirados con desconfianza por este Gobierno. Las billeteras digitales y otras nuevas modalidades fueron blanco de nuevas restricciones.

Hoy la realidad estalló otra vez frente a todos. Y en el momento menos indicado. La disciplina de la cuarentena se rompió por millones de personas que se olvidaron un rato de las prevenciones porque necesitaban unos pesos en el bolsillo. Nada que reprocharles. Es la realidad.