Horrores diarios del coronavirus: luchando en una biblioteca convertida en terapia intensiva

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La tensión es palpable. No hay ninguna conversación que no sea esencial. Una orquesta de monitores médicos marca el ritmo con una serie interminable de pitidos suaves pero distinguibles entre sí.

Nunca hubo tanta gente dentro de la biblioteca del hospital Germans Trias i Pujol, en el noreste de España. Pero los trabajadores de la salud, con sus trajes protectores improvisados, no consultan libros de medicina. En cambio, están tratando a pacientes en estado crítico que padecen neumonía a causa del coronavirus.

Desde afuera, esta improvisada unidad de terapia intensiva en Badalona, cerca de Barcelona, no se parece en nada a una biblioteca. Los estantes han sido retirados para hacer lugar a 20 camas de hospital, respiradores y una gran variedad de equipos médicos, después de que la vieja Unidad de Terapia Intensiva y otras áreas del hospital desbordaran de pacientes con COVID-19.

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Por la escasez de trajes protectores para todo el cuerpo en España, los médicos y enfermeros están usando lo que pueden encontrar, reutilizando máscaras, colocándose batas quirúrgicas de gran tamaño con delantales de plástico encima, y una infinita variedad de guantes de látex.

Al igual que los buceadores, aplican una pequeña cantidad de detergente a sus gafas protectoras justo antes de entrar en la sala con la esperanza de mitigar el inevitable empañamiento de la protección ocular que causa su propia respiración.

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Un equipo de periodistas de Associated Press entra a la sala para documentar el trabajo, pero apenas se nota su presencia. Los trabajadores de la salud siguen enfocados en sus tareas esenciales: monitorear signos vitales, administrar medicamentos, manipular tubos y cables que conectan a los pacientes con una gran cantidad de máquinas.

La mayoría de los pacientes están intubados y conectados a respiradores artificiales. Aproximadamente la mitad ha sido colocada boca abajo, para aliviar la presión pulmonar y ayudar a su respiración. Los enfermeros reconocen que esto no es una señal de esperanza.

Alguno pacientes fueron colocados boca abajo, para aliviar la presión pulmonar./ Foto: Felipe Dana/ AP

Alguno pacientes fueron colocados boca abajo, para aliviar la presión pulmonar./ Foto: Felipe Dana/ AP

Aunque España está viendo que la tasa de infecciones se estabiliza lentamente, todavía sigue registrando un número récord diario de muertes: el jueves marcó un nuevo récord, con 950 muertes en 24 horas. Más de 10 mil personas han muerto en España hasta el momento.

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Fuente: MINISTERIO DE SANIDAD Y CONSEJERÍAS AUTONÓMICAS Infografía: Clarín

Los pacientes en esta Unidad de Terapia Intensiva alternativa probablemente pasarán semanas en el hospital antes de ganar o perder su batalla contra el virus. Luchan por la vida sin sus seres queridos, que no pueden visitarlos.

Los enfermeros, del otro lado del cristal observan sus movimientos, escribiendo en las computadoras. Hablando por walkie-talkies, los que están dentro les comunican los datos recientes: "37.8C". Uno de los pacientes tiene fiebre nuevamente. Luego se inyecta la medicación en la bolsa intravenosa.

El tiempo flota, y no solo porque los enfermeros no puedan ver sus relojes, por sus gafas empañadas.

Los enfermeros observan a los médicos del otro lado del cristal, registrando datos./ Foto: Felipe Dana/ AP

Los enfermeros observan a los médicos del otro lado del cristal, registrando datos./ Foto: Felipe Dana/ AP

Cuando termina el turno de una persona, comienza el laborioso proceso de abandonar la Unidad de Terapia Intensiva. Los enfermeros salen por una puerta especial y se quitan la armadura, ahora contaminada, una pieza a la vez. Las gafas van en un balde, las batas en otro. La capa externa de guantes y delantales se tira a la basura.

Les sacan un gran peso de los hombros cuando dejan atrás la Unidad de Terapia Intensiva. Pero hay otro peso que ocupa su lugar, adoptando la forma de una pregunta inquietante: ¿los acompañará el virus a sus casas?

Por Renata Brito, Associated Press