Coronavirus en Argentina: los cinco puntos negros del Gobierno para enfrentar la pandemia

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Como en el fútbol, el dictamen final lo moldeará el resultado. De la cantidad de contagiados y, sobre todo, de los muertos que deje el paso del coronavirus por la

Argentina dependerá la evaluación que se haga del accionar del Gobierno y de Alberto Fernández. Como ese número hoy parece relativamente bajo -54 fallecidos en un mes, cuando en el país mueren unas 1.000 personas por día-, la imagen del Presidente sigue llamativamente alta.

Sin embargo, los analistas empiezan a preguntarse cómo le pegará el caos y el riesgo sanitario que se generó con un millón de jubilados haciendo cola en las calles el último viernes. Fue el punto más sensible, porque expuso una severa falla de gestión. Pero no fue la única. Y este lunes, con la denuncia por los sobreprecios de los alimentos, quedó expuesto otro escándalo, vinculado a una mochila que acompaña al kirchnerismo casi desde su génesis: la corrupción. Tampoco fue el único.

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Desde que el coronavirus comenzó a expandirse en el mundo, hubo (al menos) cinco puntos negros. El primero, cuando el Covid 19 ni siquiera había llegado al país. Y justamente uno de los errores iniciales fue subestimar los tiempos de la pandemia, lo que luego resultaría compensado con un rigor y restricciones superiores a las de muchos países de la región y el mundo.

1. "Yo creí que iba a llegar mucho más tarde"

La confesión de Ginés González García, el 9 de marzo, fue uno de los momentos más complicados para el Gobierno. Se trata del ministro de Salud de la Nación; por cargo, máximo especialista y principal consejero presidencial para enfrentar la pandemia. "Yo creí que iba a llegar más tarde, no creí que iba a llegar antes de terminar el verano, pero igual trabajamos e hicimos todo lo que teníamos que hacer", declaró hace poco menos de un mes, cuando ya se registraban 17 contagiados en el país

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Si se repasan las declaraciones, el ministro fue y vino con el tema. A mediados de enero, dijo que no había "ninguna posibilidad" de que hubiera coronavirus en Argentina, en ese momento, y que si aparecía un caso sería "importado". En ese entonces, tanto él como el ministro de Salud de la Provincia, Daniel Gollán, preferían hacer foco en temas más locales como el dengue o el sarampión -con críticas al macrismo-, argumentando que representaba un riesgo mayor.

Para los primeros días de marzo, ya con casos confirmados, González García insistiría en que le parecía "innecesario tanto temor". Esa postura quedaría luego desdibujada con los anuncios del Presidente con las cuarentenas. También con la idea que le atribuyen al propio ministro de declarar de "interés público todos los recursos sanitarios", lo que se interpretó como una intervención del Estado a las clínicas privadas y que luego fue descartado como DNU.


2. Permiso para circular: se cayó el sistema

Uno de los puntos clave para el cumplimiento de la cuarentena, que prevé excepciones por actividad, es el control de la calle. Quién circula y quién no. Sobre todo en Ciudad y Gran Buenos Aires, los dos principales focos de contagio. Por eso, cuando empezaban a superponerse criterios y permisos locales, el Gobierno nacional decidió implementar el "certificado único habilitante para circulación - Emergencia COVID-19".

Lo anunció el 29 de marzo el Ministerio del Interior, que conduce el cristinista Eduardo "Wado" de Pedro, pero recién se pudo implementar este lunes 6 de abril. ¿Qué pasó en el medio? Se caía el sistema. No se podía entrar a la página para tramitarlo o quedaba colgada. ¿No previeron el tráfico online que se generaría? Si bien hoy el problema parece solucionado exhibió una de las primeras fallas de gestión para un tema esencial.

3. El grupo de mayor riesgo, a la calle

Hasta ahora, es el falla más importante, porque se expuso al grupo de más riesgo y al que más se asegura proteger: los mayores de 65. El viernes 3 de abril, después de varias semanas reabrieron los bancos para pagarles por ventanilla a los jubilados que tuvieran inconvenientes con su tarjeta de débito. El caos que se generó en las puertas de los bancos en todo el país desnudó falencias graves.

La reacción del Gobierno también dio para la polémica. Primero en la ANSeS dijeron que no tendría que haber tanta gente en las cajas porque la mayoría está bancarizada para que le depositen, aunque luego el propio jefe del organismo, Alejandro Vanoli, admitió que era "previsible" el aluvión. ¿No se los podía escalonar entonces?

También quedaron expuestos el jefe del Banco Central, Miguel Pesce, y el gremialista de los bancarios -el radical ultra K Sergio Palazzo-, por la ¿falta de pericia? ¿insensibilidad? para garantizar la apertura total de los bancos, en horarios extendidos y durante más días, lo que finalmente se terminó decidiendo para descomprimir.

En la Casa Rosada, como ante cada falla grave de gestión, se preocuparon por hacer trascender el enojo del Presidente con los funcionarios y el gremialista. ¿Le alcanzará a Fernández para zafar del cuestionamiento?


4. Alberto, Moyano y el fantasma del pasado

Si Fernández mostró en estas buena empatía con la gente en sus apariciones públicas, sobre todo en reportajes en TV; y tuvo timming, como se dijo, para despegarse de las fallas de gestión de algunos ministerios clave, aún hoy cuesta entender el elogio en vivo que le hizo al camionero Hugo Moyano. Para diferenciarlo "de los que especulan" y en un tono fraternal, lo trató de "dirigente ejemplar".

Ya el escenario del abrazo político era cuestionable: si bien se anunciaba que un sanatorio del sindicato que conducen los Moyano prestaría sus camas para el combate al coronavirus, se trataba de un lugar con una historia oscura. En pleno Caballito, el Antártida llegaba con tres "inauguraciones" truchas y una investigación por presunto lavado de dinero. Poco de ejemplar.

5. Alimentos con precios no cuidados

Fue el último escándalo, desatado este lunes, y que obligó a Fernández a salir a bancar a otro ministro. Ya lo había hecho con González García y ahora lo repitió con Daniel Arroyo, el titular de Desarrollo Social, que admitió que el Estado compró alimentos más caros que lo que marcan los "precios cuidados" del propio Gobierno.

El tema excede el monto de la posible corrupción: los sobreprecios son un porción minúscula de los que pagó el kirchnerismo con la obra pública en sus mandatos anteriores, según consta en las causas judiciales. Pero la combinación es letal: se estarían haciendo negocios espurios con fondos para socorrer a los más pobres y beneficiando a empresarios que Fernández asegura combatir.

Mientras el Presidente jura que será inflexible con los dueños de las corporaciones que se abusen con los precios  de los alimentos en la emergencia, y manda a los intendentes a controlar a los pequeños comercios para sumarlos a la cruzada, desde el propio Estado avalan la maniobra. Al revés del discurso. Otra vez.