El Coronavirus y la gente en situación de calle: el drama de la pandemia entre los que menos tienen

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El tan replicado “quedate en casa” como medida de prevención y cuidado por la pandemia del Covid19, pierde eficacia cuando se aplica en la gente donde no tiene

casa donde quedarse. Hay organizaciones que, desde el voluntarismo, intentan paliar esta situación. Sopa de Letras, No tan Distintas, Abrigar Derechos y Asamblea Plaza Dorrego son algunos de los programas y organizaciones que integran la “Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle” y realizan gran parte de las acciones anónimas y solidarias en las zonas más crudas de la ciudad. Es un trabajo vital: según el último censo, 7251 personas viven en la calle en la Capital, y de ellas 5412 no tienen acceso a paradores ni establecimientos estatales.

El Programa Sopa de Letras de la Asociación Civil Acción Comunitaria asiste de hace 11 años a personas que viven en la calle. Solo en la Ciudad son 130 los integrantes del equipo que salen a repartir viandas, gestionar tratamientos médicos y a ayudar a ingresar al sistema escolar y de salud. Asisten a 300 personas en 84 puntos en los barrios de San Cristóbal, Pompeya, Boedo, Barracas, San Telmo, Balvanera y Constitución. Por la emergencia sanitaria, es un grupo menor, con el permiso correspondiente, el que sale, mientras que otros, realizan tareas de limpieza, administrativas, selección de alimentos y cocina. Desde hace cuatro años la tarea se extendió a los partidos de Morón y Matanza, también a Lanús, Ezeiza y en la Costa, a las ciudades de Mar del Plata, Necochea y Santa Teresita, uniendo todos los lugares asiste y acompaña semanalmente a 1500 personas. Fueron 460 las familias que en estos años pudieron salir de la situación de calle, y cambiaron su condición de vida a través de las acciones emprendidas por estos equipos de trabajo.

Hoy, en plena pandemia, están desbordados y piden ayuda urgente, para seguir realizando su trabajo, más necesario que nunca. “La situación es desesperante”, dice Bárbara Alegre, coordinadora del programa, que agrega que ahora los adultos mayores reciben un bolsón de alimentos en sus domicilios. “Cuando llegamos a los lugares se suman caras nuevas, porque los comedores cerraron y en la mayoría de los días no damos abasto. Ver la gente que se va sin alimento ni casa nos resulta injusto y doloroso”.

“Si bien el Gobierno abrió cinco dispositivos de alojamiento, el ingreso es solo a través del programa Buenos Aires Presente, que tiene un solo móvil para la ciudad y es imposible que llegue a cubrir toda la demanda que hay”, aclara la coordinadora.

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Por su lado, “No tan distintas” acompaña a mujeres y disidencias sexuales en situación de calle y en riesgo de estarlo desde el 2011. Entre las actividades que realizan está la de escribir y socializar poesía, y también encuentros abiertos en centros culturales, hospitales de salud mental y otros lugares. “Acompañar es uno de los grandes pilares, el otro es el de una interpelación fuerte al Estado y a la sociedad para que los derechos de estas personas se dejen de vulnerar y se reconozcan”, dice Daniela Camossi, coordinadora de la institución que nuclea 50 personas. A partir de la pandemia del coronavirus, las instancias de talleres y de encuentros de formación están suspendidos por cuidado y para evitar los contagios. “Muches de nuestres compañeres están con múltiples problemáticas de salud, pero a la par del aislamiento, se activó una red de comunicación constante, y en forma presencial llevamos bolsones de mercadería o medicamentos”, dice. Camossi cuenta que el virus puso en evidencia que los formatos institucionales para atender la problemática de la situación de calle no funcionan, y que los paradores son apenas un paliativo. Le reclaman al Estado que los convierta en centros de integración, que haya casas de medio camino, y proyectos de casas comunitarias. “Lo que vemos con alarma es que el aislamiento produce que muchísimas mujeres queden encerradas con sus agresores y estamos muy alertas para articular en todo lo que sea necesario y activar esta red que formamos”. Cuenta que manejan un número de teléfono que sirve para estar comunicadas, y por allí una mujer alertó que tendría que pasar la cuarentena con su agresor y pudieron acompañarla al Hogar Azucena Villaflor.

Paola Lombardi es coordinadora de “Abrigar Derechos”. Trabajan con la inclusión de derechos y cuentan con un espacio semanal en el barrio de Congreso, los viernes por la tarde. Allí llegan personas para tramitar su DNI, iniciar tratamientos médicos operaciones, pensiones por discapacidad, o subsidios habitacionales, entre otras cosas. “Muchos de nosotros trabajamos en diferentes áreas del Estado con poblaciones en situación de vulnerabilidad y coincidimos en la necesidad de una mirada y un abordaje integral y comunitario de la problemática, porque las políticas públicas están muy por debajo de de las necesidades de las personas”, dice. En el contexto de la Pandemia sostienen el acompañamiento. “También llevamos bolsones de alimentos a las familias que lograron obtener el subsidio habitacional y están hoteladas porque no hay ningún tipo de política pública pensada para ellas, desde el gobierno de la ciudad así que estamos tratando de garantizar eso al menos para la gente que nosotros acompañamos”. Una de las grandes cuestiones que trabaja “Abrigar Derechos” es la maternidad en calle, adolescentes que no pueden cuidar a sus hijos. “En este momento tenemos una mamá que está muy frágil de salud, y por la cuarentena no puede salir a visitar a sus hijas al hogar donde se encuentran, entonces le cargamos el teléfono para que pueda llamarlas y atenuar el aislamiento. También hay una problemática con los desalojos, porque más allá de los decretos que haya los propietarios de los alquileres informales son muy reacios a respetar cualquier tipo de resolución, entonces pagamos este mes ese alquiler”.

La asamblea popular “Plaza Dorrego” nació en diciembre de 2001. Situada en San Telmo, reciben, desde antes de la pandemia, a 200 personas de toda la Comuna 1 y otros barrios: “Son pocos los lugares que funcionan los domingos”, dice Jorgelina Di Iorio, integrante de la organización. La olla de la asamblea nunca fue sólo de comida, sino también una excusa para generar otras relaciones. Con la imposibilidad de los encuentros, están entregando viandas, kits de higiene y también comida en alguna pensión y hotel con subsidio, pero, dicen, no pueden sobrevivir porque “no están teniendo otro ingreso”. Cuenta Jorgelina que con la pandemia y con el cierre de muchos lugares, garantizar la comida se convirtió en un hecho político. “Si bien el Gobierno de la Ciudad ‘ofrece’ un alojamiento precario, y por poco tiempo, no sabemos si lo van a mantener luego de aislamiento obligatorio, y no están garantizandas la alimentación ni la higiene de quienes llegan a esos dispositivos”. Piden, junto a otras organizaciones, que el Gobierno ponga puestos o postas como con el operativo frío, para garantizar la comida pero también el chequeo de síntomas. “Esto no termina cuando la cuarentena se levante, sino ahi recién empieza”, dice Di Iorio.

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por Adriana Vanoli

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Una voluntaria de Sopa de Letras, trabajando. | Foto:Cedoc

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