La confesión de "Berraco", sicario de Los Monos: "Desde los 13 que tiro tiros, ya estoy podrido de vivir al límite"

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“Yo ya estoy podrido de estar a los tiros, de vivir al límite. Cansa. Yo desde los 13 años que tiro tiros. Imaginate”. El que habla es un joven detenido que

tiene 18 años y al que en las intervenciones telefónicas se lo escucha hablar con naturalidad de homicidios, atentados, armas y drogas. Un sicario que cuenta, además, con el respaldo y el amparo de su madre.

En las conversaciones Lucas Espinoza, alias “Berraco” o “Lukiita de Tablada”, de acuerdo a su perfil en redes sociales, se jacta de tener llegada “con el que tiene anteojos en la cara”. La referencia, de acuerdo a los investigadores, es clara: alude a Ariel “Guille” Cantero​, líder de la banda narco Los Monos.

“Berraco” fue detenido el lunes pasado. Aunque está mencionado en uno de los crímenes más resonantes ocurridos este año en Rosario, el que se cometió en enero pasado contra el gerente bancario Enrique Encino en el casino City Center, el jueves a la tarde fue imputado por otros delitos.

Por el momento no se le achacó su posible participación en el atentado contra la sala de juegos, un episodio que forma parte de los aprietes impulsados, desde la cárcel y contra comerciantes o sindicalistas, por Cantero. La modalidad buscaba exigirles dinero para no atacarlos.

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Espinoza fue señalado como integrante de una asociación ilícita que protagonizaba ataques extorsivos para obtener dinero, apropiarse de viviendas o simplemente cuidar el territorio. “Usted era la persona encargada de realizar los disparos de arma de fuego contra diferentes propiedades”, le endilgaron los fiscales de la Agencia de Criminalidad y Delitos Complejos, Matías Edery y David Carizza, y su par de la Unidad de Homicidios, Patricio Saldutti.

El grupo tenía como líder a Fernando “Enano” Morel, un hombre actualmente detenido y estrechamente ligado con “Guille”. A “Berraco” le imputaron además ser responsable de un homicidio.

En una de las cuatro balaceras que se le imputaron asesinó a un hombre de 65 años. La víctima fue herido con un arma de fuego cuando estaba en el interior de su vivienda, en la zona sur de la ciudad. Espinoza huía en moto cuando accionó el arma que terminó con la vida de Felipe Schneider, un hombre que nada tenía que ver con las disputas territoriales en la zona.

Los diálogos en los que participa el imputado son escalofriantes. Uno fue tomado el 13 de septiembre pasado. Espinoza habla durante 23 minutos con una chica identificada como “Flor”.

--Lucas: Estoy cansado de tanto estar acostado.

--Flor: Y sí, hermano.

--Lucas: Antes yo estaba acostumbrado a estar todo el día en el auto buscando a alguien para matar y todo eso. Y ahora estoy acostado.

--Flor: ¿Y ahora qué pasó?

--Lucas: Nada, no hay nada para hacer ahora, estos días. Si ya matamos a todos.

--Flor: ¡Ay, nene!

--Lucas: Los que faltan están en cana.

Los fiscales lo imputaron, entre otros episodios, por un atentado resonante en Rosario: el que se produjo contra la vivienda de quien lidera, desde el año pasado y tras una brutal interna, el Sindicato de Peones de Taxis de Rosario.

Los investigadores creen que el núcleo liderado por “Guille” Cantero avanzó para que, con el cambio de autoridades en ese gremio, se pactara un pago con los sindicalistas a cambio de la garantía de que no serían atacados. Como los dirigentes se negaron sufrieron distintas balaceras, en especial contra sus domicilios personales. Ninguno fue herido.

En al menos uno de esos atentados participó Espinoza. Se lo anticipa a otra chica no identificada en una conversación telefónica captada el 30 de septiembre pasado. “Le voy a mandar al sindicato del taxi. Le voy a dar una banda de tiros, re corta”, advierte. El ataque en el que estuvo involucrado ocurrió pocos días más tarde: el 6 de octubre.

En otro diálogo, también con la apodada "Flor", habla de sus problemas con otros integrantes de la banda y se jacta de la supuesta relación con Cantero.

--Flor: Estás loco. Te van a matar, nene.

--Lucas: Qué me van… yo tengo una cabida con el de arriba. De eso no me va a sacar nadie.

--Flor: No sé quién es el de arriba.

--Lucas: El que tiene anteojos en la cara.

--Flor: Ah.

--Lucas: Encima a los guachos les batí cualquiera. Manga de giles. Yo los saqué a la calle. Eran míos. ¿Qué onda? Yo los traje a la banda, yo los saqué a tirar tiros. Si yo los hacía que manejen las motos para que yo tire tiros. Yo mataba gente y ustedes me manejaban la moto.

Los diálogos son reveladores. En uno de ellos se queja porque no le ofrecen hacer trabajos. Le explica a su interlocutor que no le tienen confianza porque consume drogas, pero él se defiende con un particular argumento: “Le dije que yo tengo mis días para drogarme”.

Valeria, su madre, participa en los diálogos interceptados y hasta lo respalda con orgullo. “El no se come ninguna. El sale y tira, no importa que después venga la policía ni nada”, explica.

“Berraco” asegura que le “encanta la guerra”. En otro momento, ante la inactividad delictiva, admite que buscará que “todos los días sean como antes: pum pum pum pum”.

“Tengo una banda de cajas de balas estancadas. No hay pistola, pero voy a activar por todos lados. Que paguen si quieren vender en la zona de los Berraco. Y si no pagan le voy a dejar un re tirado en cada búnker afuera, al que cruce nomás, al que cruce: piba, pibe, cualquier cosa. Cualquiera que cruce”, le cuenta a “Flor”.

--Flor: No, vos sos medio enfermo.

--Lucas: ¿Por qué? Mientras me paguen, qué me importa a mí.

A principios de marzo realizó la última de las extorsiones que le imputaron durante la audiencia. Intentaban usurpar una vivienda de la zona sur de Rosario, sobre la que dispararon con un grupo de cómplices al menos seis veces. Huyeron y Espinoza no fue encontrado. Uno de los miembros de la banda cayó.

Entre otros elementos, que luego se utilizaron para la investigación, le secuestraron distintas notas. En ellas había un número de teléfono para que las víctimas se comuniquen con los extorsionadores. El papel, escrito a mano, precario, estaba acompañado de un advertencia repetida entre las bandas más pesadas de la ciudad: “Con la mafia no se jode”.