El novillero Tomás Rufo emerge en Toledo con una faena de dos orejas

que precedieron a un interesantísimo festejo. Voluminoso y con trapío fue el toro que abrió la tarde y con el que se presentó Calita en el ruedo capitalino. Mermado tras su paso por el caballo, anduvo muy inteligente el azteca viendo que los terrenos eran los medios y el pitón mejor era el derecho. Calita instrumentó un toreo poderoso y de mano baja, con la virtud de estar siempre bien colocado y citar dando el pecho a su oponente. Se le fue acabando el motor a este animal y fue en terrenos de cercanías donde tampoco pareció incómodo el espada. Lástima que en el encuentro con la espada viajó bajo el acero, lo que hizo echarse al animal. Sólo tuvo dos tandas potables el cuarto de la tarde, y las aprovechó y de qué manera Calita. Meritoria labor plantando cara a un animal que terminó rajándose y hubo de ser en terrenos de toriles donde extrajese lo poco que tenía un toro abanto en su comportamiento. Estocada entera y una oreja que Calita paseó envuelto en la bandera de su país y que hizo justicia a su empeño. Aplaudido de salida el segundo. Bonita lámina, pero escasez de fuerzas que condicionó la labor de un Fortes que hilvanó una faena muy variada en la que pudo gustarse a pesar del escaso lucimiento que permitía el burel. Toreo vertical y de mentón hundido el del malagueño, que trasteó con suavidad y procurando llevar largo al animal y aprovechar las enclasadas embestidas. Labor esforzada que culminó con una soberbia estocada que puso en sus manos la primera oreja de la tarde. Puso Fortes lo que no tenía el quinto, mostrando actitud y ganas en todo momento, y con el bonito detalle de dejar que Chapurra, sobresaliente, hiciera un quite; dos y una media para sentirse torero. Labor esforzada y asentada que le valió para pasear un trofeo. Las circunstancias sanitarias han provocado que 2020 sea un año prácticamente en blanco para Tomás Rufo. En blanco que no en vano. La madurez y el poso del campo y del estar mentalizado brotaron de las muñecas del toledano para realizar una obra casi perfecta. Colocación exquisita, toques precisos y correr la mano largo. Unas directrices que llevaron a Rufo a brillar y encandilar al público para, tras una extraordinaria estocada, pasear los dos apéndices de «Toledano». Desentendido y anclado al piso resultó el sexto, pero Rufo mostró que también sabe rascar en la roca. Faena de querer que no tuvo lucimiento dada la condición del animal, que afeó los muletazos por su huida y las miradas al tendido al finalizar los muletazos. Acabó en chiqueros y ahí mostró Rufo que su seguridad también está en sus zapatillas asentadas y el toreo de cercanía. Saludó una ovación tras petición.