Todos los que han tenido la oportunidad de tratar a Ignasi Farreres i Bochaca, como hombre público o impulsor de iniciativas sociales, se han dado cuenta pronto de su proximidad, bondad y
marcado humanismo de raíz cristiana.
Nacido en La Pobla de Segur (Lérida), en 1939, exhibía con orgullo su condición de "pallarés". Cercano, afable y trabajador incansable, se licenció en Ciencias Económicas en la Universidad de Barcelona (UB). Posteriormente, obtuvo un máster en dirección y administración de empresas en Esade, formación que le permitió ejercer la profesión de economista y vincularse laboralmente a la Caixa de Pensions i Estalvis de Barcelona.
Casado y padre de dos hijos, ingresó en Unió Democràtica de Catalunya en 1976, partido al que quedó vinculado hasta su desaparición y en el que ostentó importantes responsabilidades políticas: presidente del Consejo Nacional, vicepresidente o secretario general del Comité de Gobierno.
De su paso por la Consejería de Trabajo (entre 1988 y 1999) destacan realidades tan sólidas y de marcada raíz humanista como la Renta Mínima de Inserción o el Servicio de Colocación de Cataluña, que demuestran que supo entender con claridad la importancia de la concertación social. Y, por encima de todo, queda su actitud y forma de hacer inspiradas en la máxima de G. K. Chesterton: «Lo esencial en los hombres es lo que tienen en común y no lo que los separa». Una actitud que tanto sindicalistas como empresarios le reconocen.
Terminada su experiencia pública (1999), vivió con tristeza y angustia el llamado caso Trabajo, del que fue absuelto (2009).
Su compromiso social no nació ni se agotó en la política. Tuvo continuidad fecunda con la creación del Centre d’Estudis Econòmics i Socials (CEES), desde donde ha sido firme defensor del ideario socialcristiano hasta el último momento, con una visión abierta y dialogante. Una actitud conciliadora que le llevó a comprometerse con iniciativas cívicas como Portes Obertes del Catalanisme o políticas como Units per Avançar.
No es gratuito que en las mesas redondas promovidas por el CEES se sentasen personas de procedencias políticas diversas, siempre bajo el signo del diálogo y de la búsqueda de lo que nos une.
Los que le hemos conocido y apreciado, echaremos de menos su actitud vital y conciliadora. Nos deja el importante legado de su coherencia entre el discurso y la actuación política y su exquisito respeto por quien pensaba diferente. Dos actitudes imprescindibles para transitar en el momento de fractura y desencuentro que vivimos en la actualidad.
Descanse en paz.
FUENTE DIARIO ABC: