Un Pilar Monumental

sobremanera el de 1962. La Monumental catalana se llenó de un sentimiento solidario por parte de toreros, ganaderos y aficionados. El 25 de septiembre de aquel año, Barcelona sufrió unas terribles inundaciones de dramáticas consecuencias. Duele recordar el terrible balance de unas jornadas de horror. Barriadas arrasadas, los ríos Besós y Llobregat desbordados y sembrando muerte. Más de seiscientas víctimas mortales, solo en Rubí casi trescientas... Toda ayuda era poca. De forma casi inmediata, Pedro Balañá Espinós, el empresario y propietario de la Monumental movió toda su influencia en el mundo del toro y programó para el día del Pilar un magno acontecimiento, cuyo único objetivo era recaudar fondos que llegaran a los afectados. Dos festivales benéficos en sesiones de mañana y tarde que convocaron a lo más granado del escalafón de matadores, y cuya respuesta de los aficionados fue el lleno en los tendidos. Diecinueve toros se anunciaron, y allí estuvieron al frente de sus cuadrillas, todos de forma desinteresada, desde Domingo Ortega a Mario Cabré, de Carlos Arruza a Chamaco, Diego Puerta, los hermanos Peralta a caballo, Julio Aparicio, Bernadó... Una jornada maratoniana en el ruedo, con triunfos resonantes, y con el objetivo benéfico plenamente cumplido. Se recaudaron dos millones de pesetas, de las de los años sesenta, el valor entonces de más de quince pisos en una zona media de Barcelona. El beneficio llegó de forma directa al Gobierno Civil, porque toda ayuda era poca para hacer frente a la tragedia.