Reforma de la Constitución: a un año del estallido social, Chile inicia el camino de las reformas a través de un histórico plebiscito

Internacionales
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No ha sido fácil. La amenaza de la violencia en las calles se mantiene vigente. El pasado 18 de octubre, cuando se conmemoró un año del estallido social, dos Iglesias ardieron

en el centro de la capital y se registraron nuevamente saqueos y barricadas en distintas ciudades del país. Esta vez la condena fue transversal y los grupos violentos parecen ir quedándose aislados. El grueso de los ciudadanos de de Chile ha decidido apostar por la votación en este histórico plebiscito para reformar la Constitución, y en parte se demuestra con las cifras de audiencia del franjeado electoral que por ley deben ceder los canales de TV para los procesos eleccionarios: 40 puntos de rating promedio durante el mes que duró su emisión.

Ante la crisis de confianza, las demandas sociales y la amenaza de la violencia, los chilenos saldrán con mascarilla y una birome, la que cada uno debe llevar, para decidir si la relación entre la sociedad y sus instituciones se debe reestablecer con nuevas reglas del juego, redactadas desde cero en un proceso constituyente, o si rechazan el camino constituyente como solución a las demandas sociales.

“Yo me considero cada día más socialdemócrata”, dijo Joaquín Lavín, alcalde del municipio de Las Condes, y líder de las encuestas presidenciales por parte de la derecha. Lavín, ex candidato presidencial en 1999 y 2005, es considerado un “Chicago Boy”, como se les conoce a las generaciones de economistas chilenos que asistieron a la casa de estudios donde imparte cátedra Milton Friedman e instalaron políticas económicas de corte neoliberal durante la Dictadura de Augusto Pinochet.

Larga fila de gente para votar en Santiago de Chile. Foto AP

Larga fila de gente para votar en Santiago de Chile. Foto AP

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El vuelco de Lavín se condice con el diagnóstico de diversos dirigentes de centro izquierda y centro derecha: Chileno va a renunciar al modelo de economía liberal abierta, pero debe proteger, con mayor intervención del Estado, derechos sociales como salud, educación y las jubilaciones, garantizando nuevos estándares de dignidad.

Para el ex presidente Ricardo Lagos, quien ha reconocido admirar a la socialdemocracia europea por el equilibrio entre el desarrollo económico y el bienestar social, la ruptura se produjo porque el avance económico y social de los chilenos en los últimos 30 años, tras la caída de la dictadura, “no se condijo” con la respuesta del Estado a una sociedad con más recursos y más exigente. En esa misma entrevista, otorgada a la agencia Reuters, el ex mandatario también señaló que hay que moderar las expectativas, pues si bien la Constitución puede fijar nuevas reglas de convivencia, lo que realmente incide en la vida de las personas son las políticas públicas.

Moderación y acuerdos

Los análisis apuntan, en general, a que Chile saldría con una Constitución moderada de un eventual proceso constituyente, exigiéndole al Estado mayores garantías sociales, pero manteniendo en el ideario de la nación una robusta protección al emprendimiento privado, el derecho de propiedad y la libre circulación de los bienes.

Lo anterior, en parte, es debido al mecanismo con el cuál se redactaría la nueva carta fundamental.

Si bien la ciudadanía debe elegir –en una segunda papeleta de sufragio- que dicho órgano este compuesto por un 100% de integrantes electos o una mixtura de electos y congresistas en ejercicio, según el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, todos los artículos del nuevo texto legal deben contar con 2/3 de los votos de los constituyentes para ser aprobados.

Es decir, izquierdas o derechas debiesen lograr el 66% de los cupos en la convención para imponer su visión ideológica. Algo que parece lejano, sino imposible. Chile, tradicionalmente dividido en dos bloques que rondan el 45% y se alternan el poder, elegirá a sus futuros constituyentes – de ganar la opción apruebo- el próximo 11 de abril, en la misma elección de Alcaldes y Gobernadores Regionales.

El fantasma de la historia en Venezuela también ha estado presente en el debate, pero el mecanismo es distinto al impulsado por Chávez en aquel entonces. No habrá cupos reservados para sindicatos, sectores productivos o la sociedad civil. Sólo la paridad entre hombres y mujeres está garantizada. Quienes deseen postularse deberán hacerlo en los mismos distritos que rigen la elección de diputados, y armando listas de candidatos.

Si bien se ha facultado a candidatos independientes para que puedan hacer listas entre ellos, lo cierto es que la mayoría de los postulantes serán llevados por los partidos políticos. Esa es la razón por la que se prevé que ningún sector obtendrá una abrumadora mayoría y se deberán forzar acuerdos. Es muy difícil un cambio de comportamiento electoral tan radical.

Así, en la apuesta por quebrar con su historia de cambios traumáticos, la sociedad chilena y su dirigencia busca salir de su profunda crisis utilizando activamente la democracia –con la oposición latente de grupos radicalizados de derecha, izquierda y anárquicos, que desconfían del proceso-. En el trasfondo, el explícito anhelo por romper con la historia de los “Hijos de la chingada” de Octavio Paz, tan propiamente latinoamericana y cíclica.

Los ojos de diversos medios y politólogos del mundo están puestos en este proceso, en lo que podría transformarse en una nueva vía para resolver las crisis políticas en esta parte del hemisferio.

PB