Segundos actos en las vidas estadounidenses

Internacionales
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Existen pocas construcciones tan poderosas y a la vez tan cuestionadas como la del “American Dream”. La idea de que en la “tierra de la libertad” y el “hogar de los valientes” todo era posible. La proyección de soft power de los Estados Unidos hacia el mundo durante el Siglo XX fue tan grande que hoy los expertos en relaciones internacionales y política exterior debaten si una potencia en ascenso como China será capaz o tendrá las intenciones de emularla. Según este mito fundacional, no hay límites para quien quiere progresar en suelo americano. Donald Trump pretendió encarnar como nadie esta idea. En las próximas semanas, Estados Unidos debate algo mucho más crucial para su propio futuro que quien será el próximo inquilino de la Casa Blanca. Ni Joe Biden ni Donald Trump parecen tener la capacidad de “lavarle la cara” al país puertas afuera.

Pocas veces el país se encontró tan cuestionado tanto hacía adentro como hacía afuera en toda su historia. Ni siquiera durante la segunda guerra de Irak y los años de George W. Bush en la Casa Blanca, el país pareció desangrarse públicamente de manera tan notoria. Los videos de asesinatos brutales de jóvenes afroamericanos por parte de las fuerzas de seguridad, sumado a las revueltas sociales y la crisis desatada por la pandemia, han dejado la imagen del país por los suelos. Estados Unidos se erigió durante toda su historia como el parangón con el cuál los otros países deben medirse. La democracia estadounidense tenía, de acuerdo a sus padres fundadores, la responsabilidad de guiar al mundo hacía la paz, la pluralidad y el respeto por el disenso. ¿Puede hacer esto un país que no respeta ni siquiera los derechos humanos más básicos de sus propios ciudadanos y cuyo presidente afirma no estar seguro si reconocerá los resultados de las elecciones?

En El Periodista Deportivo, novela que el escritor nacido en Mississippi Richard Ford publicó en 1986, hay un diálogo entre el protagonista de la novela, Frank Bascombe, y su vecina Dee, una mujer jubilada y algo progresista que terminaba de leer una noticia en el New York Times sobre una invasión estadounidense a un país latinoamericano. Le dice: “Deberíamos construir un muro a lo largo de toda la frontera mexicana y solucionar nuestros problemas, por ejemplo, con los afroamericanos.” Durante su presidencia, Trump se encargó de levantar muros reales e imaginarios y el país volvió a mirarse hacía adentro. No obstante, lejos parece encontrarse de solucionar sus históricos problemas internos, especialmente con los afroamericanos. Ford, ganador del Pulitzer de Literatura, dijo en 2017 que Trump sacudiría Estados Unidos “pero no lo destruirá”. Hoy asegura no sentirse tan seguro de esa afirmación.

“No hay segundos actos en las vidas americanas”, supo escribir Francis Scott Fitzgerald. No se sabe a ciencia cierta que quiso decir el autor de El Gran Gatsby con esto. Hay quienes aseguran que para Fitzgerald no había segundas oportunidades, pero otros afirman que, en realidad, en el teatro, en el primer acto se inicia la historia, el segundo sirve de nudo, y en el tercero se muestra el desenlace. Es decir, del inicio se pasa al desenlace, sin tiempo que perder en el medio. Si el país fuera una obra de teatro, podría asegurarse que los Estados Unidos se encuentran en medio del segundo acto, pero todavía muy lejos del tercero. El escritor que retrató como nadie los años 20 del siglo pasado no conoció a Donald Trump, quién ya tuvo varios actos en su vida. Sin embargo, si pierde, esta vez sí, podría ser el último para él. Aunque sin dudas, pase lo que pase, su alargado espectro seguirá sobrevolando la política estadounidense por muchos años más. Si nos atenemos a la primera interpretación de la frase de Fitzgerald, cabe preguntarnos seriamente: ¿Habrá segundo acto para los Estados Unidos?

*Abogado, magister en Relaciones Internacionales.

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