Por qué se pelearon Diego Milito y Víctor Blanco: las causas de la crisis que sacude a Racing

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El portazo de Diego Milito es un quiebre en la historia reciente de Racing. Porque no es cualquier hijo de vecino el que anuncia la salida del

club. Se trata del ídolo que volvió de Europa para encabezar la recuperación futbolística. El capitán que colgó los botines, pero nunca dejó de usar la cinta. A fin de cuentas, se corporizó en un líder desde la secretaría técnica, el cargo que le ofreció Víctor Blanco, el presidente con el que ahora no comparte “el modelo y las ideas”. Se irá en diciembre, después de las elecciones. Una decisión que venía madurando hace tiempo, pero que resolvió comunicar a 48 horas del duelo con Flamengo.

¿Fue poco oportuno? ¿No era el momento? El propio Milito se encargó de aclararlo en su cuenta de Instagram, el medio que eligió para sacudir la mañana del domingo. “Los momentos no se eligen, suceden, y yo no especulo con un resultado deportivo, porque mi salida no es por uno, dos o tres resultados adversos”, enfatizó en el final de su discurso grabado, escrito con su puño y letra, que duró exactamente 4 minutos y 26 segundos.

Y si tantas cosas se pueden decir en un lapso tan corto, el Príncipe resumió con contundencia las razones por las que decidió apartarse de una dirigencia que le dio un lugar preponderante, pero nunca, las llaves del club. Hay una frase que explica todo: “Intenté convencer al presidente de romper con antiguas estructuras que están instaladas en el club desde hace mucho tiempo y dejar atrás viejas políticas de la década del ‘90, las cuales padecí. Esas de las chicanas, la desestabilización, las operaciones, que son autodestructivas e innecesarias para nuestro club; yo prefiero otro club, el de la innovación, la tecnología, los equipos de trabajo, la buena comunicación y vinculación con el mundo, la del crecimiento en infraestructura; la de conformar equipos competitivos que peleen cosas importantes y que la inversión no sea considerada un gasto”.

Blanco siempre cuidó la economía y las diferencias de criterio con Milito eran cada vez más profundas. Las hubo, también, en el ciclo de Eduardo Coudet. Mientras al presidente le preocupaba no gastar más dinero del que ingresaba en las arcas del club con una política más conservadora, el manager exigía un salto de calidad con una mirada más audaz. Y si en el período 2014-2020 se vendieron jugadores de la cantera celeste y blanca por 70 millones de dólares, el ex delantero sostenía que había ingresos suficientes para apostar a un plantel con mayor jerarquía. Sin ir más lejos, explotó durante la semana, cuando pidió a Jorge Rodríguez, volante de Banfield, y aunque hubo gestiones de parte del presidente, el precio no superó el filtro de la tesorería: 3 millones de dólares.

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“He escuchado que pedí que eche a algunos dirigentes, lo cual es falso. No tengo la potestad para hacerlo, sólo pedí que me dejen en paz para seguir trabajando y que cada uno respete sus roles”, sostuvo Milito. Sus diferencias con Miguel Jiménez, cuyo hijo Agustín representa algunos futbolistas como Juan Cáceres, Imanol Segovia y Fabricio Domínguez, quedaron zanjadas en febrero antes del clásico de Avellaneda. El vicepresidente fue uno de los directivos que más se opuso a la llegada de Sebastián Beccacece. En cambio, nunca se acercaron posiciones con Adrián Fernández, presidente del Departamento de Fútbol Amateur, ni con Roberto Torres, a cargo de la seguridad. Ni siquiera con la llegada de Miguel Gomis, el veterano entrenador que Diego Alberto tuvo en las infantiles y que respaldó como coordinador de las divisiones inferiores.

“Es un ingrato”, dijeron cerca del presidente, quien sospecha que Milito tiene apetencias políticas. No podrá presentarse en las elecciones de diciembre porque no tiene suficientes años como socio para lanzar su candidatura. Recién podría hacerlo en 2025. ¿Se sumará a alguna de las tres listas opositoras? Blanco cree que es una maniobra desestabilizadora. Está ofendido, especialmente, porque el viernes lo llamó para reunirse cara a cara y zanjar las divergencias y recién contestó cinco minutos antes de publicar el video en sus redes sociales.

Milito se había bajado del avión a Tucumán, hacia donde Blanco viajó con su hija Bárbara. Se suponía que sería una buena oportunidad para lograr el acercamiento. No sucedió. Fue un desplante como en la cancha de Lanús, antes de la cuarentena. Aquella noche, el mánager no quiso compartir el palco con los presidentes.

“Lo más grande que tiene Racing es su gente”, acarició a los hinchas, quienes se manifestaron en la sede de Avellaneda para pedir la continuidad del ídolo. Y pidió: “No hagamos quilombo”.Ya era tarde. Su decisión había provocado un movimiento sísmico en Mozart y Corbatta.