La comunicación del Gobierno y la confianza en la vacuna

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Más allá de su trabajo en la administración pública, Carla Vizzotti es una especialista muy reconocida en la comunidad médica. La actual secretaria de Acceso a la Salud fue una

de las fundadoras de la Sociedad Argentina de Vacunología, y siempre impulsó el acceso a las vacunas.

En esta pandemia, Vizzotti ha sido gestora en su rol de viceministra. Ella convocó al comité de expertos que asesoró en su inicio, con gran protagonismo. Y en esta etapa, también llevó desde el Ministerio de Salud las negociaciones por la Sputnik V, viajando dos veces a Rusia. Pero además, Vizzotti es la cara de la comunicación de la pandemia. La funcionaria que cada mañana presenta el parte diario, explicando con seriedad números y datos, medidas y consejos.

Por eso, las declaraciones a Página 12 sobre un replanteo en la estrategia de vacunación generaron lógicas dudas. Dar en una primera etapa sólo la primera dosis para así vacunar a más gente no es una idea que surgió acá: el ex primer ministro británico Tony Blair lo sugirió hace tres semanas, con la disparada de casos en el Reino Unido.

El punto es que las dosis de la Sputnik V no son intercambiables. O sea, la idea de priorizar la primera dosis apuntaría a optimizar la infraestructura, léase el espacio de las heladeras en los vacunatorios y el recurso humano (los vacunadores) que tiene que aplicarla. O, como algún infectólogo deslizaba en off por estas horas, podría parecer que se estaba abriendo el paraguas ante una potencial dificultad para proveerse de esas segundas dosis. Vale recordar que a fines de diciembre fuentes del proceso de fabricación y del gobierno ruso le dijeron a la agencia Reuters que había un exceso de producción del primer componente y demoras en el segundo.

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Este martes, Vizzotti confirmó en su cuenta de Twitter que Argentina planea administrar los 15 millones de esquemas de vacunación que adquirió al Fondo Ruso según la indicación de los dos componentes. Es decir, la estrategia inicial.

Si algo ha signado a esta pandemia, es la incertidumbre. Desde el comportamiento del virus hasta la eficacia de las vacunas, que en una proeza científica se desarrollaron en tiempo récord (patentar un nuevo medicamento demanda habitualmente por lo menos 10 años). En ese contexto y con los movimientos antivacunas siempre al acecho, hay indicadores a los que prestar atención. Una reciente encuesta de Poliarquía muestra un descenso significativo en la cantidad de argentinos dispuestos a vacunarse: en julio eran el 65%; este mes, el 38%. Y creció el porcentaje de gente que dice que no se vacunará: casi uno de cada cuatro.

Estuvo claro desde el vamos que la campaña de vacunación contra el Covid-19 iba a ser la más compleja hasta la fecha. No sólo por la fenomenal logística e inversión que implicará, sino también por el profundo trabajo que los estados deberán hacer para que la gente entienda la importancia de vacunarse por, más que nunca, el ansiado efecto rebaño: vacunarme en primer lugar para protegerme, pero para contribuir a que toda la comunidad se vaya protegiendo y así contener finalmente a este virus que parece indómito.

En vistas de estas dificultades, la Organización Mundial de la Salud publicó en octubre un documento en el que da recomendaciones, justamente, para trabajar en los aspectos del comportamiento que pueden conspirar contra la campaña de vacunación. Y ahí apunta, valga el juego de palabras, al comportamiento de los otros “actores” del sistema, no sólo quiénes tienen que recibir el pinchazo sino quienes tienen que garantizar que lo reciban. “Comunicar consistentemente, con transparencia, empática y proactivamente sobre la falta de certezas, riesgos y disponibilidad de la vacuna contribuirá a construir confianza”, dice, contundente, la OMS.

El presidente había anunciado el 3 de diciembre que para fin de 2020 se vacunaría a 300.000 personas y que entre enero y febrero, recibirían la Sputnik V un total de 5 millones de argentinos. Ese primer plazo no se cumplió y debería acelerarse enormemente la llegada y la aplicación de los próximos lotes para cumplir el segundo en 45 días. También se supo, por una declaración de Vladimir Putin, que en el momento en que se anunció la compra de la vacuna ésta no estaba aprobada para mayores de 60 años, el principal grupo de riesgo. Rusia autorizó luego esa indicación, pero Argentina todavía no. Y tampoco se publicaron aún en The Lancet los esperados resultados de la fase III, lo que el Fondo Ruso dijo que ocurriría en diciembre. Mucho antes, había habido también contramarchas sobre la obligatoriedad de la vacuna.

Los datos pueden tomarse aislados. Pero juntos, son todas piedras en ese arduo camino de construir confianza. El que sí o sí hay que transitar para lograr que la campaña de vacunación más grande de la historia efectivamente funcione.

AS