Hecho en Luis Guillón: las claves del sorprendente Banfield que va por la gloria en la Copa Maradona

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Alexis Maldonado llegó desde La Rioja, Emanuel Coronel viajó desde Concepción (Tucumán) y Martín Payero desde Pascanas (Córdoba). Giuliano Galoppo vivió en Italia, pasó por las inferiores de Boca

y Rafaela y llegó a los 16 años, Jorge Rodríguez dejó su infancia en Mendoza para sumarse, Mauricio Arboleda voló desde Tumaco (Colombia), Agustín Urzi, Claudio Bravo y Agustín Fontana crecieron mucho más cerca, en Lomas de Zamora. Todos ellos y varios más moldearon su acceso al fútbol profesional en Luis Guillón, en el mismo lugar en el que Jesús Dátolo formó parte de la primera camada que se entrenó en las canchas y vivió en la pensión del predio.

En esa identidad se sostiene gran parte del secreto de este Banfield que es finalista de la Copa Diego Maradona y que ante Boca, nada menos, irá en busca de la gloria, de la tercera estrella de su historia tras la Copa Nacional ganada en 1920 y el torneo Apertura conseguido en 2009.

De los 28 futbolistas que integran el plantel profesional, solo siete (Rodrigo Arciero, Jonás Gutiérrez, Alejandro Cabrera, Luciano Pons, Mauricio Cuero, Fabián Bordagaray y Luciano Lollo) no fueron formados en las inferiores del club. El sentido de pertenencia se extiende al banco de suplentes. Allí está Javier Sanguinetti, el hombre que más veces se puso la camiseta de Banfield: 485 partidos durante 18 años.

Juveniles de Banfield

No hay que explicarle de qué se trata el club al Archu, que nació y se crió a metros del estadio Florencio Sola. En el repaso que lo une a los colores verde y blanco, dice que ya fue campeón como hincha en 1987, como jugador en 1993 y 2001 (todos para ascender a Primera), y también como asistente en 2009 cuando estuvo al lado de Julio Falcioni en la consagración en la máxima categoría. Solo le falta festejar como técnico.

BANER MTV 1

Vale un ejemplo sobre la impronta del Archu: antes de que los resultados lo respaldaran, tomó la decisión de apartar del plantel a Daniel Osvaldo y a Nicolás Bertolo, por diferentes problemas de conducta. Fue una señal hacia adentro, una muestra de liderazgo que asumía riesgos pero terminó dando réditos y fortaleciendo al grupo de trabajo.

¿Qué es este Banfield? ¿Cómo juega? ¿Por qué puede ser campeón?

Agustín Fontana, el centrodelantero nacido en el club que se ganó el lugar en el equipo y paga con goles. Foto: POOL ARGRA

Agustín Fontana, el centrodelantero nacido en el club que se ganó el lugar en el equipo y paga con goles. Foto: POOL ARGRA

El sorteo de la Liga Profesional le tiró por la cabeza un desafío grande al Taladro: tenía que debutar ante River como visitante. Y en la primera acción de riesgo del partido, el equipo de Marcelo Gallardo se puso al frente con un cabezazo de Borré. Primer examen duro. Y primer aprobado para Banfield, que supo mantener la calma, crecer desde su idea de juego, explotar las virtudes, apostar a jugadas trabajadas y dar vuelta el partido con mucha autoridad. 

Desde allí, Sanguinetti supo que el equipo ideal era ese. De atrás hacia adelante. Arboleda (24) vive un presente fenomenal, la apuesta de Coronel (23) en el lateral derecho en lugar de Luciano Gómez le dio al equipo más firmeza y orden, Maldonado (23) es un marcador central con un futuro enorme y es tan sobrio en su rendimiento como valiente frente ante cualquier rival, Lollo (el único del fondo que no salió de las inferiores) es voz de mando y, pese a algunos errores en la salida, apuntala desde atrás, y Bravo (23, ya vendido al Portland de la MLS) ataca mejor de lo que defiende, siempre con una entrega inalterable.

En el medio sobresalen la elegancia de Martín Payero (necesitaba un partido completo como el que hizo ante San Lorenzo) y la dinámica de Galoppo (cinco goles, cuatro de cabeza). Valen dos asteriscos: Payero (22 años, trancos largos, cabeza en alto, muy buena pegada y panorama; un juego que se asemeja al de Javier Pastore) volvió al club este año tras un cuestionado trueque de préstamos con Junior Arias bajo el mandato de Hernán Crespo. Y Galoppo (21, volante moderno, con ida y vuelta, pisa las dos áreas y es muy efectivo en ataque) también empieza ahora a demostrar su potencial tras haberse recuperado de una rotura de ligamentos y meniscos. Apostar por ambos es el mayor acierto de Sanguinetti.

Pero hay un tercer mediocampista que no hace goles ni los evita, que no pega patadas ni tira caños, pero que es fundamental.

Jorge Rodríguez casi se va al fútbol de Chipre, también lo sondeó Diego Milito para Racing y Vélez lo buscó a préstamo. Se quedó en Banfield y hace nada más y nada menos que simplificar el juego y manejar los tiempos del equipo: a veces da la vuelta y toca hacia atrás para iniciar una salida prolija, otras saca un bochazo largo y profundo para que Cuero corra, o mete el toque frontal y bajo para que rompan las líneas Galoppo y Payero.

Mauricio Cuero es la principal arma de ataque, con velocidad y gambeta por la banda derecha. (FOTO: POOL / AFP)

Mauricio Cuero es la principal arma de ataque, con velocidad y gambeta por la banda derecha. (FOTO: POOL / AFP)

Rodríguez es el modelo de futbolista ponderado por compañeros y entrenadores (en Banfield lo pusieron todos y jugó de lateral, de central y de volante) y mirado de reojo por los hinchas. Recién ahora, a los 25 años y con más de 130 partidos en Primera, empieza a hacer ruido su silenciosa labor.

En ataque, el equipo juega con tres puntas: Cuero por derecha, Bordagaray por izquierda (con el perfil cambiado y mucho sacrificio para ayudar en el retroceso con la marca) y Fontana (cinco goles) en el centro.

La velocidad del colombiano suele ser la primera opción de cada ataque. Y su influencia fue determinante: sorprendió con sus arranques para destrabar los primeros partidos, luego los rivales tomaron nota y supieron neutralizarlo, y un desgarro lo sacó de la cancha para el cierre de la primera fase. En el último partido, el 4-1 ante San Lorenzo, volvió a mostrar destellos de sus cualidades.

A Banfield, como al resto de los equipos del torneo, le sentó mejor jugar de visitante. Ganó con autoridad en Arroyito y en Tucumán, se lo dio vuelta a Colón en Santa Fe, además del mencionado triunfo en el debut en Avellaneda ante River. Solo cayó en Córdoba y en el último minuto contra Talleres, luego de haber logrado igualar el partido con un jugador menos.

Payero sale a gritar su golazo de tiro libre contra San Lorenzo que liquidó el partido. Foto: Maxi Failla

Payero sale a gritar su golazo de tiro libre contra San Lorenzo que liquidó el partido. Foto: Maxi Failla

De local le costó un poco más. No le encontró la vuelta a Godoy Cruz y pudo festejar por una perla de Cuero de tiro libre, cayó en la revancha ante River tras un muy buen primer tiempo en el que falló un penal, igualó ante Central y venció a Gimnasia en el cierre del partido más flojo del ciclo. Aunque su mejor rendimiento fue en el escenario más duro: frente a San Lorenzo, con la presión de tener que ganar, el Taladro dio la talla y una nueva muestra de madurez para sacar boleto a la final en San Juan.

Con el correr de los partidos, el equipo fue sumando aportes clave desde el banco. Y así el once titular se fue estirando y presentando opciones.

Jesús Dátolo, que corre menos pero no perdió la lucidez, se hizo cargo del penal caliente para ganarle en el epílogo a Gimnasia y metió un centro exquisito para el triunfo ante Colón con un cabezazo de Asenjo, otro que pudo haberse ido a préstamo como tantas veces, que corría de atrás en la idea inicial pero que ingresó y aprovechó su chance.

Sanguinetti encontró el equipo en base a decisiones fuertes, entre ellas dejar en el banco a Dátolo y Urzi. FOTO: POOL ARGRA

Sanguinetti encontró el equipo en base a decisiones fuertes, entre ellas dejar en el banco a Dátolo y Urzi. FOTO: POOL ARGRA

El mejor ejemplo en este sentido es Agustín Urzi, que durante el largo parate por la pandemia era la joya a vender y un titular indiscutido, pero al que una lesión en la pretemporada lo relegó al banco de suplentes y ahora busca su lugar con buenos ingresos en el complemento.

Lo mismo ocurrió con Juan Álvarez (goles ante Talleres, Central y San Lorenzo), Jonás Gutiérrez, Luciano Pons y Alejandro Cabrera. El último caso es el de Alexis Sosa, zaguero de 21 años, surgido en el club, que en su tercer partido en Primera tuvo que ocupar el lugar de Lollo (suspendido) y demostró coraje en el choque decisivo frente a San Lorenzo. 

Más allá de los nombres, el juego de Banfield se sostiene en lo colectivo. En su planificación ideal pretende atacar y defender en bloque, avanzar en pocos toques, ponderar la búsqueda por la banda derecha con Cuero desbordando, Coronel apoyando y Payero como conector.

Pero también busca ser punzante con la estocada de Galoppo en el centro de ataque o los centros cruzados para los anticipos de Fontana o la llegada por sorpresa de Bordagaray. Cada pelota parada, aquella arma fundacional del primer ciclo de Falcioni, vuelve a poner en puntas de pie a los hinchas que lo siguen a la distancia.

Mostró algunos pocos lunares el equipo, en especial cuando no estuvo preciso en la salida desde el fondo o en tramos en los que por replegarse y apostar a la salida rápida de contra cedió el control de la pelota y del trámite. 

Pelota parada y gol de Galoppo de cabeza: ya van cuatro con esa fórmula. Foto: German Adrasti

Pelota parada y gol de Galoppo de cabeza: ya van cuatro con esa fórmula. Foto: German Adrasti

Pero supo ganar cuando jugó bien, como ante San Lorenzo, River o Atlético Tucumán, y cuando jugó más o menos, como frente a Gimnasia y Godoy Cruz. Supo sostener los resultados cuando no tuvo a Cuero, por lesión, y a Payero, por suspensión. Pudo ir sumando piezas valiosas a su once de memoria. Y por sobre todo demuestra cada fin de semana su fortaleza anímica.

Quien busque secretos deberá ir a Luis Guillón, al predio que está sobre la avenida que ahora también se llamará Diego Maradona. Allí llegaron desde Colombia, Córdoba, Mendoza, Tucumán, La Rioja y tantos puntos de Buenos Aires los jugadores que crecieron y vivieron juntos y que ahora bailan en el vestuario tras cada triunfo.

Por eso, más allá del presente, Banfield se posiciona frente a un futuro auspicioso, con un semillero que sigue dando frutos. De administrar los momentos se trata. Y así aspirar a que la cosecha, además de enmendar la tesorería, sirva para aspirar a pelear a lo grande.