Jair Bolsonaro y el uso político de la final de la Libertadores

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La final de la Copa Libertadores entre el Santos y Palmeiras (que eliminaron respectivamente esta semana a Boca y River en semifinales) promete concentrar la atención del mundo

futbolístico, más aún en Brasil, donde gane quien gane, el presidente Jair Bolsonaro será vencedor: ve la posibilidad de capitalizar la final para apuntalar su imagen, que pese a su desastrosa gestión de la pandemia, marca en alza.

La final de la Libertadores en Brasil se da en un contexto complicado: el COVID19 generó más de 7 millones de casos, con una cantidad acumulada de fallecidos que supera los 200 mil a la fecha. En el Estado de Río de Janeiro, donde se jugará la final en el Maracaná, ya contabilizan 469.000 casos y 27.247 muertos.

A pesar de este cuadro dantesco, Bolsonaro -que ya había banalizado al virus como una “gripesiña-”, se muestro exultante por la definición "en casa" de la máxima competencia sudamericana de fútbol: incluso antes de las victorias de Santos y Palmeiras había vaticinado que vería la final de la libertadores "en el estadio Maracaná”

“Voy a ir a ver la final de la libertadores entre el Palmeiras y Santos en el estadio Maracaná”

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El presidente brasileño siempre vinculó su imagen al fútbol. Hace unos días jugo un partido a beneficio en el estadio del Santos, en el que metió un gol y saludo a todos los presentes sin mantener distanciamiento social. Y muchas veces en sus giras se coloca, camaleónicamente, las camisetas del club local para empatizar con la multitud (pura demagogia).

Si bien gracias al acuerdo de la Conmebol con el gobierno de Brasil, la final será sin público, es el escenario ideal -nacional e internacional-, para su política de relaciones públicas vía el fútbol.

Actualmente a pasear de los desmanejos de la política nacional sanitaria contra la pandemia, y la recesión que se ha generado como consecuencia, la imagen de Bolsonaro está en alza.

Una encuesta realizada por Datafolha del 8 al 10 de diciembre del 2020, revela que el 37% de los brasileños ven la gestión de Bolsonaro como “óptima y buena”; un 29% “regular”; mientras que sólo un 32% de la población la considera “mala o pésima”. Y el 52% cree que Bolsonaro “no tiene ningún tipo de culpa" en la cifra de muertos (un 38% “piensa que es uno de los culpables pero no el único”).

El 52% cree que Bolsonaro “no tiene la culpa" de las muertes por coronavirus, mientras que el 38% “piensa que es uno de los culpables, pero no el único”.

Este nivel de popularidad se explica en primer lugar por el impacto de las medidas de ayuda económicas: desde abril del 2020 el gobierno entregó al 40 % de los adultos, un 600 reales (111 dólares), para muchos de ellos este fue su único ingreso.

Según el ministerio de DD.HH de Brasil, si se suman las familias mas la población infantil, los beneficiados directos ascienden a 126 millones de brasileños. Es decir un 60 % de los brasileños recibieron ayuda directa durante el 2020.

El otro elemento que explica el nivel de aceptación de Bolsonaro, es que en el último tiempo ha moderado sus polémicas declaraciones. Y por último, a pesar de lo caótico del accionar del gobierno federal para contener el coronavirus, Brasil ha cerrado contratos con múltiples laboratorios para conseuir las vacunas anti-Covid: Astrazeneca/Fiocruz y Butantan/Sinovac, garantizando a la fecha 254 millones de dosis inmunizantes que se empezarán a aplicar en febrero.

Pero más allá de esta inyección de dinero sobre los sectores menos favorecidos de la población, y de las infecciones prometidas por las vacunas, en el último semestre del 2020 el país tuvo un récord de desempleo: 14,6%. Y a pesar de la recuperación posterior de la economía, la cifra continúa siendo alta.

El anuncio por parte de Ford del cierre de sus 3 plantas en Brasil, despidiendo 5000 trabajadores, es un duro golpe. Sonaron como una alarma que desnuda la profunda recesión que se avecina, en lugar de desandarla. Bolsonaro acusó a Ford de estar buscando subsidios, minimizando el hecho como sólo un incidente empresarial, y hasta que Paulo Guedes, ministro de Economía de Brasil pueda ordenar nuevamente la macro, el presidente despliega el plan de pan y circo futbolístico para tapar la crisis.

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Jair Bolsonaro con la camiseta de el Santos y de Palmeiras | Foto:Montaje