El mejor Argentinos Juniors de la historia
Esta semana también hubo semifinales de Copa Libertadores, y por esas cosas del destino River y Boca compartieron el mismo escenario: los dos fueron eliminados, los dos ante equipos brasileños. Las estadísticas señalan ahora y señalarán de aquí a la eternidad que quedaron mano a mano. Pero eso es sólo una percepción: nunca estuvieron tan distantes. Terminaron en la misma instancia, pero no de la misma manera. Y eso es lo que cuenta.
River, aún con la bronca por la intervención del VAR que le anuló un gol y un penal, se despidió con dignidad. Fue al frente, arrinconó a Palmeiras, tuvo personalidad, se impuso. Lo de Boca, en cambio, fue bochornoso: nunca reaccionó, no tuvo espíritu, se suicidó con una idea de juego austera y hasta pareció resignado ante lo inevitable. A los jugadores de River daban ganas de palmearles el hombro por admiración, a los de Boca, para consolarlos. Esta es la relevancia que tienen las formas, aunque los fundamentalistas del resultado las desestimen. Hay maneras de ganar y maneras de perder. Y no es un tema secundario. Si no, que lo digan los hinchas. Esta semana ser de River no fue lo mismo que ser de Boca. El martes fue el día del orgullo, el miércoles, de la vergüenza.
Que una eliminación fue bien distinta a la otra también se evidenció en los efectos posteriores que produjo. En River repartieron elogios hasta para los alcanzapelotas y sostuvieron a Marcelo Gallardo en el pedestal al que lo subieron hace más de seis años, mientras que en Boca empezaron a criticar a Miguel Angel Russo, cuestionaron a Riquelme y, lo peor, aparecieron desmemoriados que añoraban la presidencia de Daniel Angelici. Daños colaterales severos.
Va otra vez: los dos equipos quedaron eliminados, pero el resultado no es la única variable en juego. Que la evaluación matemática quede como refugio de los que desprecian el fútbol. Aquellos que respetan la pelota recordarán al River que sacó pecho en Brasil y se les dibujará una sonrisa.
Si los partidos se hubieran jugado con público, sí hubieran habilitado las tribunas visitantes, seguramente los hinchas de River se hubieran retirado del Allianz Parque cantando, como los de Independiente aquella noche en Avellaneda, “olelé, olalá, si este no es el fútbol, el fútbol dónde está”.