Fernando Báez Sosa: el crimen de la patota

Policiales
Lectura

Su recuerdo en el colegio

Si en algo coinciden compañeros, amigos, profesores y su propia familia es que Báez Sosa “fue muy feliz enel Colegio Marianista”, de Caballito, donde hizo la secundaria

entre 2014 y 2018. Allí fue el primer alumno eningresar a través de una fundación (Germinare) y también el primero en ser becado durante los cinco años.

“Fernando no entró así nomás, él debió presentarse y aprobar un examen de ingreso, y se esforzó estudiandodurante todo séptimo grado, preparado por la Fundación Germinare, que por las características de Ferdeterminóque el Marianista era el colegio para que mi hijo se capacitara”, le dice a Clarín Graciela.

La mujer añade: “Al principio me parecía un poco lejos, pero después supimos que era un lugar exigente parasu formación. No nos equivocamos, allí él vivió años inolvidables, donde sembró relaciones muy profundas concompañeros, docentes y autoridades”.

Graciela siguió muy de cerca la evolución de Fernando “en un colegio que le abrió la cabeza en cuestionesfundamentales que tienen que ver con el brindarse, con ayudar al prójimo y, también, lesirvió para pensar en su futuro laboral, porque él decidió tener orientación hacia las humanidades y,despuésde algunas dudas, optó por estudiar Derecho”.

Fotos del caso

El remero Pablo Ventura fue involucrado y llegó a estar detenido, pese a que se encontraba en Zárate almomento del hecho. Nunca se supo quién lo acusó. Foto martin Bonetto

BANER MTV 1

En alguna oportunidad, tal vez sacudido por el fallecimiento de un profesor, Fernando había deslizado a suentorno que si “llegara a pasarme algo” -sin imaginar jamás su desenlace-, pretendía que su cuerpo fuerallevado “al colegio Marianista, a despedirse”, porque allí logró un lugar de pertenencia. De no creer,pero así fue: después del multitudinario velatorio del 19 de enero de 2020, en Avenida La Plata y San Juan,lehicieron una responso, intimista, dentro de la escuela.

En una tarde calurosa de enero, Marcos Romero, rector del Marianista y Sergio González, profesor deFilosofíay quien le entregó en mano el diploma de egresado a Fernando, abrieron la puerta de la institución deAvenidaRivadavia 5600 para recorrer, junto a Clarín, el aula, el patio y los pasillos dondeFernandovivió grandes pasajes de su vida.

“La muerte abuena, pero no es el caso, Fer era un pibe dedicado, buen amigo y compañero, buen alumno sinserbrillante, espontáneo, extrovertido, frontal y alegre. Sí, un muchacho alegre, la sonrisalebrotaba”, describe “El Gaita”, como le dicen sus alumnos a González.

Asiente con la cabeza Romero, máxima autoridad del establecimiento desde hace ocho años. “Fernando venía aveces a proponerme alguna idea en la que, quizás, no estaba de acuerdo con el colegio y la manifestaba consinceridad, fiel a su estilo frontal y respetuoso”. Marcos y “El Gaita” están sentados en los pupitres dondese sentaba Báez Sosa durante el ciclo lectivo de 2018. Es el aula del quinto piso donde afuera, en el patio,una imagen con su rostro acapara las miradas. “Siempre serás uno de nosotros. Mantendremos vivatumemoria y exigiremos justicia”, se lee arriba de esa impronta sonriente.

Romero recuerda patente el día que se enteró de su asesinato. Estaba de vacaciones yendo al encuentro consufamilia, en la Patagonia, y su telefóno empezó a “detonar con mensajes de distintos profesores: '¿Sabésalgo? ¿Escuchaste lo que pasó?'”. Entre confundido y aturdido, Marcos no tenía precisiones “pero porloque había escuchado, esto de que se habían agarrado a trompadas en la puerta de un boliche, lo que no mecuadraba con su perfil de pibe conciliador, por eso se me hacía difícil de creer”.

González estaba durmiendo aquel de 18 de enero cuando también su teléfono empezó a tornarse intenso desdebien temprano. Los idas y vueltas generaban dudas y confusión, por lo que “El Gaita” decidió llamar a un parde amigos que sabía que estaban con él en Villa Gesell, según había visto en unas historias de Instagram.“Unode los amigos me atendió y me confirmó que sí, que se trataba de Fernando. Y no lo podía creer, mequedé en shock, me costaba imaginarme a Fer en medio de esa pelea”, afirma.

Fotos del caso

Los amigos de Báez Sosa hicieron un video, dos meses después del asesinato, para pedir que no dejensalirde prisión a los detenidos.

Fotos del caso

Julieta Rossi (19), la inseparable novia de Fernando. Llevaban más de 10 meses de relación. Todavíasiguesin asumir la pérdida.

Como rector, Romero tuvo un contacto más frecuente del que podría suponerse por su jerarquía. “Yo jugué alfútbol contra Fernando, acá en el patio del colegio, en un partido de profes contra ex alumnos. Siempreestabaligado al Marianista por su labor solidaria en el Proyecto Servir -propuesta histórica del colegio-, en elqueen dos oportunidades ofreció ayudar en tareas de albañilería para una escuela y una capilla humildes enItuzaingó y en Marcos Paz. Pero además, un rasgo distintivo suyo era su sonrisa, era un pibe alegre y sano,que disfrutaba de todo lo que hacía y lograba porque seguramente sabía lo mucho que le ha costadoconseguirlo”.

“El Gaita” reconoce que con Fernando y con el curso en general tuvo “mucha onda” de entrada. “Son esascosasque se dan naturalmente y que se alimentan al cabo de estar tres años trabajando juntos, en los que hubocampamentos, retiros espirituales y proyectos Servir, donde hubo química, frescura pero sin perder larelaciónprofesor-alumnos. A él le dicen Marcos, no señor rector, a mí ‘Gaita’, no profesor, y para nosotros era Fer,no Báez Sosa... ¿Se entiende? Es algo que tiene que ver específicamente con este colegio, no es común enotroslados”, comenta.

Recuerda el profe una charla con Fernando, a fines de 2017, cuando se quedó caminando por la playa, en unaexcursión a Mar del Plata, mientras el resto del grupo estaba más adelante. “Fer me hablaba de su futuro ymecompartía que tenía una duda que le duró bastante que era entre seguir la carrera de Derecho o animarse alprofesorado de Educación Física, porque él era un persona de contextura importante, muy físico y leencantabael deporte, era incansable, pero finalmente se inclinó por la abogacía”.

Generaba confianza Fernando, además de poseer un espíritu docente, por eso fue elegido para ir a uncampamento a San Pedro con chicos de primaria, “para ayudar a los maestros, porque él garantizaba dar unamanoy diversión. Es cierto que se mostró sorprendido cuando fue elegido, pero lo que disfrutó esa experiencia notiene nombre, porque los más chiquitos lo tomaron como un referente cercano y lo buscaban para compartirmomentos, juegos, búsquedas del tesoro, porque Fernando era un pibe dado y entrador”, puntualiza el rector.

Estudiante correcto, nunca tuvo problemas con las materias, tampoco se destacaba en ninguna en particular.“Lo de Fernando eran las relaciones humanas y su núcleo cercano, ese con el que viajó a Villa Gesell, perotambién tenía otros grupos, en otros cursos y muchas amigas mujeres, porque así era su personalidad cálidaquepudo sembrar y cosechar en el colegio”, subraya González. De hecho, a su novia la conoció en el Marianista ysu relación comenzó una vez egresados.

A Fernando le costó mucho esfuerzo lograr objetivos, por eso en todo lo que hacía plasmaba deseo, pasión yvoracidad porque en todo ponía el cuerpo y el alma. “Estaba marcado por unas ganas y un optimismollamativos,lo que le permitía encarar con éxito todo lo que emprendía. Ojo, no era líder, no le importaba ser unreferente, pero sí su voz era respetada”, hace saber “El Gaita”.

A partir de cuarto año, “gracias a su mayor dedicación hacia el estudio, Fernando maduró, creció, seindependizó en las cuestiones cotidianas, quería tener una novia y con Graciela notábamos una evolución yunaseguridad que nos enorgullecía. Comprendió lo importante que era ayudar y ser solidario, actitud queincorporóa su rutina, y no tenemos dudas de que haber ido al Marianista colaboró con su formación”,acota Silvino.