Cuando la avenida Santa Fe era elegante: a diez años del cierre de su último cine

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Ir a los cines de Santa Fe y Callao y después un waffle en The Embers. Triste escuchar: "¿Te acordás los cines de Santa Fe?" En los ‘90 salías

de la facultad y podías ver películas a mitad de precio en la primera función. Casa Tía, hamburguesas de Fuddruckers, Sacoa.

Sin los cines, Santa Fe perdió su espesor. Recorrerla ahora es cruzarse con kioscos de la cadena El Jevi. Aburrida. Ni siquiera dominguera. Nada que no tenga que ver con el ABL y las expensas. Santa Fe no contesta ni transpira ni pregunta si uno desea algo fresco para tomar. No se ríe. Su doble sentido apenas se refleja en el humor del tránsito.

El cine América, en Callao 1057, tenía el tamaño del Luna Park. La pantalla, más que grande, era amenazadora. Santa Fe 1 y 2, un edificio marrón transformado en garage que supo ser el primer multicine porteño. Decirle “moderno” sonaba a poco. Se inauguró proyectando El Principito.

Cine América. Considerada una de las mejores salas de Sudamérica, cerró en 2011, aunque siguió funcionando como sede del Bafici.

Cine América. Considerada una de las mejores salas de Sudamérica, cerró en 2011, aunque siguió funcionando como sede del Bafici.

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Barrio Norte, Palermo y Recoleta lo entendieron como nadie: el cine había dejado de ser un negocio. Sin pretenderlo esas zonas marcaron la decadencia de las salas señoriales de la avenida Santa Fe. Y lo comunicaron a través de vecinos retirándose a sus aposentos con el VHS -luego DVD-, sin dejar de lado una novedad que será costumbre: pulsar el botón de pausa para hacerse un sánguche o rebobinar diálogos y escenas.

En tiempos de streaming suena ridículo caer en la cuenta de que todo arrancó cuando no hubo tanta necesidad de trasladarse. La superpoblación de videoclubes no fue un dato menor. De ahí en más, la sala de cine, mal que nos pese, es un gesto retro y lo retro sólo existe porque su fragmentada actualización no implica amenaza alguna.

A Cristian Bernard, director de la peli de culto 76 89 03, le sale de memoria y con garbo: “El hermoso Capitol, el majestuoso Gran Splendid -ahora travestido como la librería más aburrida del mundo-, el espejado Santa Fe 1 y 2 y el imponente América. Todos palacios de mi imaginería visual”, recuerda. 

Diez años pasaron. El último fue el Atlas Santa Fe, que había inaugurado sus salas en 1986 y era el único que quedaba en pie dentro de ese polo cinematográfico. Casi esquina Ayacucho. En su lugar hoy milita un esplendoroso local de ropa femenina.

Donde quedaba el cine América se está haciendo un edificio. El Capitol se vendió a un inversor que durante años le alquiló sus gruesas instalaciones a Musimundo. Ahora el negocio de música y accesorios parece abandonado. El único cine de la zona que dejó huellas de mamut fue el Gran Splendid. Un caso de valentía comercial que debería estudiarse en congresos: pasó de ser sala de cine a convertirse en una librería de importancia inaudita: El Ateneo Grand Splendid.

El Atlas cerró en 2011. Un cartel lo anunciaba neutro: “El cine cerró por tiempo indeterminado”.Piratas del Caribe y Poder que mata, con Sean Penn y Naomi Watts, fueron sus últimas películas. En ese paisaje, pegadito había un local de Grisino. A 50 metros, un Carrefour y a la vuelta, por Ayacucho, el Burger King que pronto se mudó a la esquina.

Lo del Atlas y el cine América fue más o menos a la vez. Un poco antes, la sala ubicada sobre Callao, considerada "una de la mejores de Sudamérica", amaneció tapiada. Enseguida desapareció el nombre y el frente se llenó de carteles de publicidad.

Librería El Ateneo Grand Splendid. Allí funcionó el cine que inauguró el circuito de la avenida Santa Fe. Foto Fernando De la Orden

Librería El Ateneo Grand Splendid. Allí funcionó el cine que inauguró el circuito de la avenida Santa Fe. Foto Fernando De la Orden

¿Vivir cerca de un cine de Santa Fe cotizaba mejor la propiedad? Salomón "Pocho" Goldszer, de la emblemática BGS Propiedades, por ese entonces ubicada en Barrio Norte, responde no. “Vivir cerca del subte, tener teléfono. Eso sí cotizaba tres o cuatro mil dólares más la propiedad. El cine nunca fue un factor determinante. Desde ese punto de vista, y aunque suene poco romántico, la zona no perdió nada con el cierre de los cines”.

-¿Cómo hicieron los cines de Santa Fe para cerrar sin transformarse en templos evangélicos?

-Esas iglesias proliferan en lugares donde no hay tanto poder adquisitivo. Barrio Norte tiene otro nivel. El problema de los cines de Santa Fe, en realidad, empieza cuando irrumpe el Shopping Alto Palermo con algunas salas, pero sobre todo desarmando el modelo conocido de consumo. El shopping modifica el paisaje y la fisonomía fagocitándolo todo. Tampoco hay que perder de vista que la tecnología primero entra en las clases de mayor poder económico. Probablemente Barrio Norte haya tenido los primeros Home Theatres de la Argentina…

El Santa Fe 1 y 2, nuestro primer multicine, cerró en 2000. Las últimas películas que dieron: Amores Perros, y Nueve Reinas. $4.50 costaba la entrada. “Cerrado por reformas”, se leía en tamaño marquesina. La reforma era hacer un estacionamiento.

El 30 de diciembre de 2002, el cine América –que tuvo una larga agonía- proyectó su última película comercial, Lugares comunes, de Adolfo Aristarain. De manera incierta, más tarde fue sede en distintas ediciones del Bafici y se utilizó, quedando inmenso, para funciones privadas. En su momento, el inmueble fue comprado por la empresa chilena Cencosud, que tenía planeado construir una megatienda. La idea no progresó y el edificio estuvo abandonado varios años.

Diario La Nación, mayo de 2018: “Construyen oficinas y departamentos premium donde estaba el cine América”.

Todas y cada uno de las salas que fueron bajando sus persianas terminaron siendo noticia. Cerrar cines puede ser cambiar un negocio por otro, generar estragos a un modelo de ciudad, "apagar una ilusión”, tomar una medida extrema o concebir protestas. "No al Cierre del BAMA”, se leía cuando el complejo de la calle Diagonal Norte dejó de existir en 2019.

El circuito de cines de Santa Fe empezaba a la altura de Pueyrredón con el añadido del Studio. Las trasnoches de esa sala, que no se dedicaba a estrenos, supo estar dominada12 años ininterrumpidos por Un fantasma en el Paraíso, filme dirigido por Brian De Palma. Época en que las películas se prohibían para 14 o para 18 años.

El primer "multicine" porteño fue el Sant Fe 1 y 2. Se convirtió en un garage.

El primer "multicine" porteño fue el Sant Fe 1 y 2. Se convirtió en un garage.

Cuando el América estrenó Tango feroz, la cola podía cubrir toda la manzana. En ninguno de todos estos cines hubo pochoclo. Curioso: la avenida Santa Fe renunció a una tradición mientras Belgrano, barrio vecino de idéntica condición social, aún sigue apostando a la pantalla grande.

Leemos que Adolfo Bioy Casares fue un aplicado asistente a los cines de Santa Fe, cuando vivía sobre esa avenida y la calle Ecuador y cuando lo hizo en el edificio que la familia Ocampo le hizo construir al arquitecto Bustillo en Posadas 1650.

“A mí también me deprime el Gran Splendid hecho librería”, dice Diego Curubeto, guionista, director, crítico de cine y autor de Cine Bizarro, enciclopedia de culto que recopila 100 años de películas de terror, sexo y violencia.

"El América, hasta hace cinco años, se usó para privadas. En realidad, ese fue el último en cerrar, lo que pasa es que, comercialmente hablando, no se utilizaba. El Grand Splendid fue un cine de barrio, el primero que descentralizó el polo céntrico de Lavalle. Yo iba todo el tiempo a los cines de Santa Fe y Callao porque vivía en zona. Alien se estrenó en el Capitol”.

Las boleterías del Santa Fe 1 y 2 impusieron una módica desobediencia civil apelando a la frase mágica “Dos de las buenas”. Sin dudas, el boletero santafesino no era la mejor clase de hombre que una comunidad podía producir y, pagándole un tácito acuerdo del 20 % sobre el valor real del ticket, se podía acceder a "fila 15 al medio" aun llegando sobre la hora.

El maestro Curubeto para el broche final: “En 1935, Buenos Aires era la ciudad con más cines del mundo. Básicamente por la cantidad de inmigrantes. Había más cines acá que en Nueva York. Y el Splendid y el Capitol, cada uno tamaño catedral, fueron eslabones principales de esa edad de oro”.

WD