Manotas, el barman de Mar del Plata que le ganó a la pandemia

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-Vení, acompañame y cerrá la puerta con llave- le dice en medio de una tarde de noviembre. Caminan por San Martín y se detienen en la esquina de La Rioja.

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- ¿Para qué me trajiste? ¿Para ver cómo se fundió el dueño anterior?- pregunta desconcertado.

Del interior del local sale el dueño de una inmobiliaria. Los saluda e intercambia unas palabras.

-Después la seguimos porque estoy esperando gente- enuncia con cierta premura.

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-Somos nosotros- interviene el acompañante.

Walter no entiende nada.

-¿Querés asesoramiento para vos y tus hijos?- le pregunta desconcertado a su compañero

-Lo vas a poner en práctica en este lugar que vamos a alquilar. Te quiero como socio. Sos el mejor, no hay otro. Depositá tu pasión y experiencia que yo me encargo de lo que falte.

Walter Bertinat lleva la gastronomía marcada a fuego en la sangre. En la Feliz es conocido como “Manotas”, un apodo que conserva desde los 80, por la forma en que bate los tragos, con una sola mano y en una pequeña coctelera. Se emociona al recordar aquella escena en que su amigo Beto, Alberto Visciarelli, le propuso integrar una sociedad comercial con el nombre Manotas & Be para mantener el espíritu del ícono marplatense.

“Me traslado”, reza el cartel que colocó en el frente de la galería Luro al 3050 para anunciar la mudanza. También ayudaron los estados de WhatsApp y el boca en boca. La inauguración del nuevo café-bar, ubicado en la esquina de La Rioja y San Martín, fue el 5 de diciembre. Todavía no hay quien pase por la ventana sin saludarlo afectuosamente o felicitarlo por el nuevo emprendimiento.

De Manotas a Manotas, se lee en la tarjeta de una maceta. Es un auto regalo que le hizo a la casa. Colgados en una pared roja, cuadros de reconocidos artistas como Celia Cruz, Serrat, Tom Jones, Julio Iglesias, Jairo o Sandro le dan un aire de nostalgia al ambiente. De fondo, música de la década del 60. Un gorrión se posa sobre el mostrador. “Es buen augurio”, exclama mientras choca el puño de su amigo y socio Alberto a quien conoció años atrás en una clase de salsa y bachata.

Preparame el mejor trago, le dice un cliente de la casa mientras se acomoda en la barra. El barman de la zona atlántica se mueve con soltura entre copas y licores mientras prepara la bebida que lleva su nombre, premiada en un concurso como el mejor sabor de la noche. Víctor Laplace y Mariano Mores probaron alguna vez sus tragos. Espera que también lo haga Palito Ortega, a quien considera una leyenda musical.

Mozo de profesión, Walter siempre trabajó como empleado gastronómico. Durante su infancia jugaba a atender mesas. Ahorró peso por peso hasta construir su propio espacio. El café-bar es la pasión que resume su vida. 2020 fue un año de cambios. Cumplió 60, evitó la quiebra, cambió de vivienda y se convirtió en abuelo de Olivia que ya tiene tres meses.

Walter Bertinat, lo apodan Manotas.Foto MARCELO CARROLL

Walter Bertinat, lo apodan Manotas.Foto MARCELO CARROLL

“El año no se despidió sin dejarme secuelas”, señala mientras se desarremanga el lado derecho de la camisa para exhibir las gasas en la parte interna de su brazo. Una quemadura en la cocina entre cuchara y cucharón. “Fue a la semana y media de abrir. Cuando encendió el fuego para hervir el agua de los sorrentinos, un problema con la perilla generó la explosión. Su cabellera estaba invadida por el fuego, lo apagué con las manos. El médico dijo que podría haber quedado ciego”, le cuenta a Clarín una de las camareras.

Renacer como el ave fénix

El día en que les anunció a sus compañeros el cierre de Manotas, lloró como un niño a quien le quitan los dulces. Estaba al límite de sus posibilidades. Acumulaba una deuda de cuatro meses de alquiler y otros miles de pesos en boletas de servicios. Bajo la modalidad “delivery” y “take away” no llegaba ni al 20% de la facturación habitual. Los coletazos de la pandemia vaticinaban el golpe final. “Cuando veo que maltratan al sector gastronómico se me caen los lagrimones”, confiesa.

“Les quiero compartir esta idea: nuestro colega y amigo Walter Manotas está pasando una situación ya insostenible con el alquiler de su local. Tiene una deuda grande que yo pienso que juntando unos 40/50 mil pesos lo podemos ayudar a negociar y que no se cierre para siempre su café. Todos sabemos que su vida entera pasa por ahí. Se me ocurrió que los que puedan colaborar con $500 o $1000 sería una gran bendición para su vida. Sé que todos la estamos pasando mal pero por ahí una ayudita le podemos dar. Por este motivo lo sacamos un ratito del grupo, espero siga vivo jeje. ¡Gracias y que Dios los bendiga!”, decía el mensaje que disparó Leonardo en el grupo gastronómico de Whatsapp, apelando a la solidaridad de sus compañeros de rubro.

En apenas unos días recolectaron $120.000 que le devolvieron la sonrisa a Walter.  ¿Ahora entendés por qué te sacamos del grupo?, recuerda el preámbulo de la escena en que le hicieron entrega del sobre, mientras una gota de agua recorre su mejilla izquierda.

Walter se enfrentó otra vez contra las cuerdas. Logró regularizar las cuentas del negocio, pero no pudo quedarse porque el contrato finalizaba en noviembre y no se lo iban a renovar. El dueño tenía otro proyecto. Fue el momento en que apareció Beto para proponerle la apertura de un café bar en la esquina de San Martín y La Rioja. “La esperanza es lo último que se pierde. Teniendo fe, convicción, y confianza, todo es posible”, sentencia con un gesto de alivio. El local de la Galería Luro donde funcionaba el antiguo Manotas todavía permanece vacío.

Toda una vida en La Feliz

-Vengo por el puesto de barman.

- ¿Qué sabés hacer?

- 1500 tragos.

Manotas tenía 16 años cuando se acercó a una cantina del puerto para solicitar empleo y hacerse unos mangos para sus gastos de pibe. Allí comenzó sus primeros pasos en el universo gastronómico. Aunque coqueteó con ser cura o veterinario; en los 80 se inscribió en la escuela de hotelería para sumar experiencia. Recorrió Las Leñas, El Bolsón, Villa La Angostura e infinidades de paisajes como bartender.

Nació en Bahía Blanca, pero siempre sintió que su lugar en el mundo era Mar del Plata. Conocía la ciudad por las estadías en la casa de sus tíos que viven cerca de la Gruta de Lourdes. “Un día me encontraron rezándole a la virgen para que me concediera el milagro de que mi papá consiguiera un empleo en Mar del Plata”, rememora esbozando una tímida sonrisa. Y así fue, cuando cumplió 12 años se mudaron a La Feliz porque su padre empezaría a trabajar en las lanchitas amarillas de la zona portuaria.

Hoy, su hijo Oscar (27), lo asiste en la profesión como camarero. También es padre de Sofía (23) que trabaja en un mercado de barrio. “Me siento acompañado por una persona especial que conocí como clienta del café hace tres años. La enamoré dedicándole una audición completa en la radio. Se llama Noemí y es mi novia. Every breath you take, interpretado por The pólice, es el tema que nos representa”, revela mientras se aferra a su amuleto de la suerte, una piedra con la que se siente protegido energéticamente. En un cajón, conserva una servilleta que el 6 de octubre de 2020 le dio Noemí con la inscripción: “Te quiero mucho, no te preocupes”.

Manotas no se rinde ante las adversidades. Luchó contra viento y marea para conquistar sus sueños. Multifacético, valora las amistades y sabe hacer de todo en el bar. Ingresa antes de las 6.30 de la mañana y se retira con el último cliente, cerca de la 1 de la madrugada.

-Buen día, ¿abrió?

-Pasá, hacé de cuenta que estás en tu casa.

Walter busca la coctelera para batir un licuado de frutas en una ciudad que de a poco vuelve a ser feliz.