Ballets blancos, ballets de color: reflexiones sobre la discriminación en la danza

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Un crítico de danza estadounidense escribió hace algunos años: “El lago de los cisnes es como ese clásico vestido negro que nunca debe faltar en el guardarropa de una mujer elegante”.

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Probablemente una mujer elegante no necesita hoy contar, indefectiblemente, con un vestido negro en su guardarropa; pero resulta difícil imaginar una gran compañía de ballet sin su Lago de los cisnes. Lo tiene el Royal Ballet de Londres, el Ballet de la Opera de París, el Tokio Ballet, el Australian Ballet, el Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile y el del Teatro Colón entre otras numerosas compañías; es decir, aquellas que estén en condiciones de ofrecer una gran producción de esta obra, estrenada originalmente en 1895 en San Petersburgo. Sin duda, una gran producción de Lago... involucra un número alto de bailarines, un vestuario muy variado y suntuoso, escenografías importantes y protagonistas de un gran nivel.

Resulta difícil imaginar, es cierto, al mundo del ballet sin El lago de los cisnes, pero algo así comenzó a manifestarse a fines de diciembre pasado, cuando el nuevo director de la Opera de París, Alexander Neef, anunció que su cuatro veces centenaria compañía de danza podría llegar a prescindir del archiclásico Lago... y de otras obras tradicionales como La bayadera y Cascanueces. Si bien Neef dijo luego que se lo había malinterpretado, fue muy poco preciso en su rectificación. En cualquier caso, hubo una enorme repercusión en Francia, tanto a favor como en contra, por parte de distintos medios así como de políticos e intelectuales de extrema derecha y de organizaciones a favor de la descolonización de las artes.

¡Pero un momento!: ¿Qué relación puede haber entre el concepto de colonialismo -es decir, de la imposición de una cultura sobre otra- y aquellos ballets creados en el siglo XIX? Es que no se trataría únicamente de prescindir de esas obras porque son anticuadas y ya no representan el gusto de los espectadores de nuestra época (aunque siempre atraen masivamente al público, pero esta es otra cuestión) sino de que los ballets tradicionales y sus llamados “actos blancos” discriminan de por sí a los bailarines de color y en cierta medida también a los bailarines de origen asiático. Vale la pena aclarar que los actos blancos son muy característicos de aquel período: encarnando a distintos tipos de seres irreales, el cuerpo de baile femenino desarrolla variaciones coreográficas con caras muy pálidas y vestuarios claros. Es así en el segundo y cuarto actos de El lago de los cisnes, en la escena de los Copos de Nieve de Cascanueces, en el acto de Las Sombras de La bayadera.

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"El lago de los cisnes".

"El lago de los cisnes".

A fines de septiembre pasado se difundió un manifiesto firmado por 400 trabajadores de la Opera de París que reclamaban el fin de la discriminación racial en esta institución. Se sentían alentados, decían, por “las numerosas tomas de conciencia a través del mundo y a semejanza del movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos”. Previamente, en junio, los bailarines negros y mestizos del Ballet de la Opera habían publicado sus fotos en Instagram con el hashtag #blackdancersmatter (“los bailarines negros importan”).

Se trata de un asunto, en sus dos aspectos, extremadamente complejo y sobre el que vale la pena escuchar la opinión de alguien con una gran trayectoria: Mario Galizzi dirigió el Ballet del Colón, el del Teatro Argentino de La Plata y el Ballet Nacional de México; es un muy admirado maestro aquí y en compañías europeas. Y es además repositor de varios grandes ballets del siglo XIX, entre otros para el Ballet del Colón y el Ballet del Sodre de Montevideo: “Por un lado –dice Galizzi-, los ballets de Petipa son difíciles de reponer y siempre insistí en que hay que actualizarlos conservando su esencia. Si dejamos intactos todos los divertissments (nota: divertimentos o variaciones coreográficas propios de aquella época y que no tienen relación con el argumento de la obra) se retrasa mucho el desarrollo de la acción y creo que actualmente son superfluos. En los tiempos de Petipa la gente podía pasarse horas y horas viendo un ballet. Hoy no. Yo mismo vengo recortando cada vez más. En abril el Ballet del Sodre vuelve a dar mi versión de La bella durmiente y quiero eliminar aún más escenas. Hay ballets del siglo XIX que deben conservarse porque son joyas, son la “danza madre”. Pero no dejaría más que siete obras y aggiornadas. Conservarlas como se supone que eran, es inviable”.

Sobre la cuestión racial, comenta: “Recuerdo una conversación con Dirk Badenhorst. Es el director, de origen holandés, del Mzansi Ballet de Sudáfrica, una compañía integrada. Dirk organiza competencias internacionales de ballet en Ciudad del Cabo y fui varias veces como jurado. Un día le pregunté: ‘¿cómo puedo poner a un bailarín de color en el papel del príncipe Albrecht de El lago de los cisnes? Porque si representa a un príncipe alemán de una época remota, ¿cómo se ordena la cabeza del espectador?’. ‘Estás equivocado’, me dijo, ‘el bailarín no es blanco ni negro, es simplemente bailarín’. Y sin embargo, a mí sigue resultándome difícil pensar, por ejemplo, en ‘La Sylphide’ -que transcurre en una aldea escocesa y en alguna época legendaria- con bailarines de color".

"El lago de los Cisnes".

"El lago de los Cisnes".

"Hay que pensar que la migración africana hacia Europa es muy reciente y esos ballets fueron pensados en otra época. Creo que hay un gran temor de aparecer como políticamente incorrecto y que te consideren racista. Pero hay que tener en cuenta también la cuestión cultural: los ballets del siglo XIX son un efecto del movimiento romántico y el romanticismo es una corriente europea. El caso del jugador uruguayo Edinson Cavani me parece claro en este sentido: fue sancionado por el club Manchester de Inglaterra, al que pertenece, porque escribió 'gracias negrito' en un mensaje de Instagram. Para nosotros sudamericanos 'negrito' es una expresión cariñosa; para ellos es un insulto inaceptable”, continuó Galizzi .

Volviendo a las reacciones en Francia, Marine Le Pen, dirigente del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, ha dicho: “Esto es oscurantismo”. Y Robert Menard, también de AN, declaró: “Estamos empezando a hartarnos de los caprichos de estas minorías. Será necesario frenar severamente sus intentos de borrar nuestra cultura”. Desde la vereda opuesta, Françoise Vergès, presidente de la Asociación Descolonizar las Artes, afirma: “Esta discusión en el seno de la Opera, considerada como una fortaleza de la tradición, es muy positiva”.

Alexander Neef, que atribuye el surgimiento de estas ideas y debates al “tiempo libre que nos deja el confinamiento y que nos permite pensar con tranquilidad”, confió una misión sobre la cuestión racial a Constance Rivière, secretaria de la Defensoría de derechos, y al historiador Pap Ndiaye. Su intención es que reflexionen sobre la noción del “ballet blanco y de los arquetipos del ballet clásico que aparentemente demandan un cuerpo de baile homogéneo”.

El resultado se dará a conocer antes de fines de enero.