Bañarse en la costa del Río de la Plata y sobrevivir para escribirlo

Espectaculos
Lectura

Si nos mandaban de este diario reclamábamos un aumento de sueldo por fuera de la paritaria del 50%, francos compensatorios, home office para siempre y plan “gold” de la mejor prepaga.

data-adtype="cajagrande"/>

Los hechos:

Te mira a los ojos como poca gente puede hacerlo y propone algo que nunca nadie jamás en tu puta vida:

“¿Vamos a andar en kayak?”.

BANER MTV 1

Merece una cuota microscópica de suspenso para la reflexión antes de que llegue la respuesta, el gesto o lo que haga falta para terminar dando uno de esos “Sí” conmovedores e insuperables que salen de las entrañas flambeadas a las finas hierbas del mejor asado del mundo.

Uno que nació, vive y se reprodujo entre edificios donde el sol sólo se refleja en las ventanas, escucha la oferta trotamundos y no pude más que sonreír.

"Al principio, entrando en apnea por miedo a perder cinco años de vida en un minuto, respiramos con dificultad".foto MARCELO CARROLL.

"Al principio, entrando en apnea por miedo a perder cinco años de vida en un minuto, respiramos con dificultad".foto MARCELO CARROLL.

“Sí, juro”.

Esto no es una de turismo aventura. Quizás sea algo que en una lengua futura pueda denominarse “experiencia límite indecisa”.

Estamos comiendo en un restorán de Zona Norte, altura Martínez. Un mundo sin comida nos quitaría cualquier tipo de iniciativa. Malloy’sse llama el lugar. Extrañábamos la mala calidad del spanglish noventoso.

Protocolo ágil: fila, alcohol en gel, camareras sosegadas, miles de mesas para sentarse. Cinco minutos de espera. Llegar temprano, un acierto. El comedor, grandísimo, es uno de esos lugares donde uno tiene el irrefrenable deseo de pedir pescado.

Nos ubican sobre un balcón aterrazado de frente a ese río que siempre mirás de reojo, pensando en un morboso cartón dibujado y anti clímax. Desde nuestra perspectiva, sin embargo, la cosa es un poco más tentadora que las playas amarillas del Gobierno de la Ciudad.

Es el marco que rodea la pregunta inicial, apenas una sub-trama de lo que viviremos. Si esto no es turismo aventura, mucho menos aspira ser una tentativa de los 1001 paseos que hay que hacer antes de morir.

“Vayamos ya”.

Pedimos la cuenta. Los 38 grados de temperatura son tema de conversación mientras el sol cae en picada a la mexicana sobre nuestras cabezas de combinación de subte. A 25 minutos de casa, kayak. Atmósfera de vacaciones. 24 de enero de 2021: nuestro día de la independencia.

Uno sabe que evidentemente se puede vivir sin kayak. Pero lo pensás por primera vez en términos pseudo filosóficos: no conocerse, o conocerse sólo un poco y no ser más que un simple parásito hecho de influencias que te hacen creer que lograste alguna idea propia. Y ni siquiera: es una frase de Vila-Matas.

Pero resulta que es el kayak contra todas las dificultades normales de la vida. Un niño irresponsable, sin cuidado y gratuito al que hasta las ojotas le quedan grandes. En eso nos convertimos.

Oh, epifanía. Deben ser las famosas “pequeñas cosas” de Serrat. Aquello de las sensaciones mínimas que se viven intensamente. Allá vamos con la baquiana descalza marchando con su estilo californiano y pies de Hang Ten.

¡Qué hermoso todo lo inútil!

En el terreno inmediato al restorán, separado por un alambre y nada más. Aquí y ahora. Preguntamos: 600 pesos la canoa individual. El kayak es lo más parecido a eso. ¿Se escribe kayak con “k” las dos veces?

Como en las películas con distinto punto de vista, esto podría ser narrado de forma caleidoscópica y las imágenes serían tan inseparables como antagónicas. Para ella, una especie de chica anfibiótica con determinadas características humanas, los deportes náuticos equivalen al pancho y la coca de la cancha. Un acontecimiento trivial. Habla del kayak con propiedad, nos explica el remo, detalla la fibra de aluminio.

¿Y si la contaminación es un invento para que Zona Norte no se llene de Carlitos Tévez?Foto ilustrativa: pixabay.

¿Y si la contaminación es un invento para que Zona Norte no se llene de Carlitos Tévez?Foto ilustrativa: pixabay.

Garrapateamos esto tratando de no caer en la vida metropolitana que hace que todo pueda ser visto como un safari. Cuesta, lo estamos advirtiendo.

Esto sigue así:

Ella trepa al kayak como un llanero solitario. Ahora estamos en cualquier parte. Uno diría, “como a 500 metros de la costa”. El río es una alfombra que va desenrollándose a medida avanzamos, cada uno en su canoa. No ella, pero en nuestro caso es la primera vez en el siniestro río nuestro de cada día. Al principio, entrando en apnea por miedo a perder cinco años en un minuto, respiramos con dificultad, sabiendo que inhalar cualquier pegamento debe ser una palta frente a semejante exploración.

Ahora observamos al cronista desde afuera, dondequiera que se encuentre. “Este es el maldito río contaminado”, debe pensar el energúmeno. Seguro teoriza mientras rema agitado por sus oficinescas formas. Y rema parejo demostrando que es de las personas que aprende rápido. No sabemos realmente qué está haciendo aquí. Mucho menos podríamos imaginar lo que hará en breve.

-¿Nos tiramos? –sugiere ella.

-¿¿Al río??

-Sí.

-¿Se puede?

-Tengo calor –dice.

-¿Pero se puede?

-Yo puedo.

-¿Y si viene Prefectura?

-Jajajá, bobo, yo me tiro…

Se tira invitándonos a tenerle fe a su mal gusto.

-¿Está calentita?

-Re.

-¿Hacés pie ahí?

-Sí.

-¿Se puede pisar el fondo?

-¡Obvio! Lo estoy pisando.

-Cuidado con los hierros retorcidos…

-Hay arena.

-Debe estar lleno de botellas rotas.

-Arenilla.

-Me estás jodiendo…

Se había dejado caer del kayak con la gracia de Gena Rowlands desmayada, combinando parodia de cuerpo inerte con mito de aguas servidas y amenazantes. Título de Crónica: Sirena muere tras aspirar la podredumbre del Río de la Plata.

No la veíamos desde nuestro kayak. Dos segundos, tres. Los segundos que desesperan, hasta que asoma la cabeza de Linda Blair en El Exorcista y se ilumina interpelándonos con voz ronca.

Habrá que hacerlo. Mostrarse empático. No queda más remedio que el coraje. Eso significa acordarse de la montaña rusa vieja del Ital Park o de la vez que nos caímos de una cama marinera a los 12 años.

A todo esto, mientras desconfiamos, ella nada en dirección a un yate desde donde una familia tipo, como la de Messi, se tira de cabeza al agua. Si se tiran desde un yate, cómo no hacerlo desde un kayak.

Plafff!! (¿se entiende la onomatopeya?).

Ya estamos en el agua. La dimensión desconocida del “río” a secas, como lo llaman en la jurisdicción. El agua tibia tirando a caliente. 24 de enero de 2021 a las…

-¿Qué hora es?

-¿Ehhh? –ella.

-Nada, nada.

Tipo 15 PM, imaginamos. Hora no recomendable por los dermatólogos. Por las dudas llevamos la remera puesta. Libertador para abajo. Ocho cuadras pasando las vías del tren existe más que un alivio reparador. Perplejidad en voz baja: ¿qué necesidad irse a Mar del Plata o a las playas góticas del gobierno porteño?

El río herido, sórdido y aberrante es el que nos está proporcionando una sensibilidad distinta y por décadas ignorada. La arena debajo de los pies y de golpe caer en la cuenta de que ahora estás respirando normal, como en cualquier orilla de Valeria del Mar.

Nadamos en el río y escribimos 72 horas después, vivitos y coleando. foto MARCELO CARROLL

Nadamos en el río y escribimos 72 horas después, vivitos y coleando. foto MARCELO CARROLL

Nadamos en el río y escribimos esto 72 horas después, vivitos y coleando, habiendo vuelto del chino y siendo tan humanos como la semana pasada.

Hacer pie, hacer la vertical, jugar hasta olvidarse de los kayaks y dárselos a unos pibes para que se entretengan un rato. Anotamos en la libreta: “El río nos saludó como gloriosos piratas y nos devolvió al puerto con honores y tesoros”.

Lo llamamos a César. César Litvak, amigo del diario, vecino de Zona Norte. Le contamos todo buscando mantener la gracia de nuestra compañera: cerca de la costa de Martínez –¿apropiado situarlo así?-, el agua como si se tratara de un sólido. Le hablamos de la primera vez, del kayak, de la arena que pisaste en el fondo.

-Nunca me metí –dice César.

WhatsApp a Gabriela. Vecina psicóloga que vive en los alrededores.

-¿Te metiste alguna vez?

-No, de ninguna manera. Vivo a cinco cuadras del río pero soy muy urbana. Al río yo lo camino por al lado. No nado ni remo.

Pensamos juntos: ¿Y si la contaminación es un invento de estos alrededores para que Zona Norte no se llene de Carlitos Tévez?

-Es muy probable –textea Gabriela-. Mis vecinos son capaces de cualquier cosa con tal de no rodearse de Carlitos Tévez.

Pausa. Silencio en un deck color madera. Sentidos plenos, reducción de necesidades, tierna conciencia de revolución, cara de uruguayo. Alrededor, desnudez balnearia sin caer en alardes desafiantes. Menú de playa: camarones, helados verdes, papas fritas.

-Hace calor –dice ella.

En realidad, interrumpe el divague, pero sería descortés de nuestra parte, más tratándose de alguien tan práctico, de una maniática de la acción que sólo habla lo justo y necesario.

-Sí, mucho calor.

-¿Vamos al agua? –sugiere amablemente.

-¿No nos estamos arriesgando?

-Yo me baño para hacer kitesurf, kayak, disfrutar el verano, la natura, el aire libre… -dice.

-Pero…

-Nunca tuve información certera de que estuviera contaminado mal. ¿Vamos?

-Sí, por favor.