Entre el dolor y la indignación, despiden los restos de Úrsula Bahillo en Rojas

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El sollozo de la familia de Úrsula Bahillo, víctima de femicidio en Rojas, rompe el silencio de luto en la cuadra de la casa de servicios fúnebres Salari Hermanos. Se escucha

desde la calle, aún cuando los portones están cerrados, ni bien descargan el cuerpo de la adolescente que acaba de llegar desde Junín, donde realizaron la autopsia. La despedida, según informaron a la prensa, incluirá casi tres horas de funeral, un breve servicio en la Iglesia local y luego el camino hasta el cementerio.

Afuera, empiezan a formar fila para ingresar los familiares y amigos. Por los protocolos por la pandemia, explican, tendrán que entrar de a grupos de a tres y permanecer un tiempo breve antes de salir. Empieza a caer un chaparrón de verano, pero nadie se mueve. Entre abrazos y miradas en silencio, transcurre el adiós más íntimo, lejos de las multitudinarias manifestaciones de los últimos días.

Sol Barreiro (18), entre los que esperan para entrar, la recuerda de la primaria en el colegio San José de Rojas. La heladería después de las clases, los recreos, el aula compartida, los actos escolares. “Era un ser de luz. Muy inteligente. Siempre sonreía. Cantaba, bailaba. Era dada para todo”, cuenta.

Familiares y amigos en el velatorio de Úrsula Bahillo, en Rojas. Foto Lucía Merle.

Familiares y amigos en el velatorio de Úrsula Bahillo, en Rojas. Foto Lucía Merle.

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En segundo año de la secundaria se cambió a la Escuela Normal Superior Nicolás Avellaneda (ENSNA), donde eligió la orientación en comunicación. Johanna Benítez llegaría un poco más tarde del paraje rural a 15 kilómetros de la ciudad donde vive para despedirse. “Era muy alegre, llegaba todas las semanas con las uñas pintadas de otro color y con dibujos, y quería seguir en el camino de la docencia, como una de sus tías, que era su referencia”.

Brenda Tala (20) fue una de las primeras en llegar a la cuadra. “Yo sabía lo que le estaba pasando a Úsula, pero no pusieron voluntad en ayudarla con todas las pruebas que había”, se lamenta. A Matías Martínez, su femicida, lo vio solo algunos veces. Al principio, le pareció muy intenso: “La besaba y la abrazaba todo el tiempo”.

La ambulancia que traslada el cuerpo de Úrsula Bahillo a Rojas, tras la autopasia. Foto: Lucía Merle.

La ambulancia que traslada el cuerpo de Úrsula Bahillo a Rojas, tras la autopasia. Foto: Lucía Merle.

Con el correr del tiempo, empezó a ver el cambio en su amiga. “Te dabas cuenta de solo mirarla de que en la calle caminaba con miedo y, por poco, corriendo. En los últimos meces, de hecho, la vi así con ese aspecto de tristeza”. Martínez ejerció violencia de género sobre Úrsula por siete meses, hasta que ella se animó a denunciarlo y obtuvo una perimetral. El policía la tenía amenazada, contó en la comisaría local.

A unos metros, Morena Andreoli (19) aguarda con su hermana y un primo. “Era como angelical, super dulce. Acá en el pueblo nos conocemos entre todos. Es super tranquilo y sabemos de que hay casos así, el año pasado también hubo un femicidio de gente que yo conocía. Nos quedamos todos congelados. Pero la gente evita hablar de violencia de género”, dice.

Enviada especial a Rojas.

AFG