Chola, la heroína de 93 años: después de una feroz golpiza sólo piensa en volver a trabajar y poder ir a votar

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Sorprende ver a Chola leyendo el diario y escuchando la radio concentrada en las noticias. Y con el ceño fruncido. En realidad, la escena no llamaría la atención si no se

tratara de una mujer de casi 94 años, quien hace poquito más de un mes fue atacada brutalmente en su casa de Bernal, en un hecho aberrante, por dos delincuentes que la molieron a golpes.

"Me arrastraron de los pelos, me pegaron una y otra vez, mi cara parecía un péndulo -hace el gesto hasta graciosos-, me patearon estando en el piso, tengo la cadera rota... ¿Por qué tanta bronca con una vieja indefensa, explicame?", pregunta sin buscar explicación y estira su brazo izquierdo bajando el volumen de la radio.

A las cuatro de la mañana del sábado 2 enero, dos delincuentes ingresaron por el ventiluz a la casa de Sara Dodardo -Chola para todo el mundo-. Es una vivienda austera que está junto a la fábrica de bolsas de red que ella montó hace décadas con su añorado marido Gerardo. El ruido por la rotura de un vidrio la sobresaltó.

"Yo soy de dormir poco, estaba en mi mecedora, donde suelo descansar mirando la puerta de calle y la de la fábrica, yo casi nunca me acuesto en la cama, siempre estoy atenta a los movimientos. Pero en ese momento se ve que me quedé dormida y me agarraron desprevenida", revela la señora de voz suave pero firme y de mirada entrañable. 

BANER MTV 1

Chola recibe a Clarín algo incómoda porque es muy coqueta. Está recostada en su cama y rememora lo que vivió aquella noche espantosa pero lo hace sin dramatizar, ni victimizarse, al contrario. Su relato es fluido, claro y mientras habla se acomoda su mascarilla transparente que le cubre un rostro que todavía delata las huellas del ataque. Se acomoda el pelo, tiene las uñas pintadas, y bellas y largas manos que están en permanente movimiento.

"Ya pasó, ya está, superé la primera parte de recuperación en el hospital... Yo soy de aries, tengo fortaleza, miro para adelante y hoy quiero levantarme de esta cama, ponerme de pie y empezar a caminar, poder volver a mi casa, estar en la fábrica, todo eso es mi mundo. Tampoco pido demasiado, ¿no?", expresa con un optimismo inimaginado esta señora que estuvo tres semanas internada en el Sanatorio Modelo de Quilmes.

En la casa de la calle Treveris, en Parque Chas, su comprometido hijo Alejandro Cancela construyó una importante y onerosa ingeniería para que su madre esté rodeada del mayor afecto posible y digiera el mal trago lo más rápido que se pueda. Además de su hijo, nuera y nietos, hay una persona que la cuida y está monitoreada por una enfermera, una psicóloga y un kinesiólogo.

"La verdad que el caso de mi vieja es único. La psicóloga me dijo que ¡mi mamá la terminó aconsejando! en cuestiones que ellas hablaban y el kinesiólogo estima que si, como hasta ahora, todo sigue evolucionando y cumpliendo con los ejercicios de rutina, en unos días se podrá poner de pie y empezará a moverse", puntualiza con asombro y admiración Cancela, el hijo que entre bromas y preocupación dice que "la conozca, se va a querer ir apenas se recupere".

"Yo me quiero ir a mi casa, quiero volver a Bernal, mi lugar en el mundo", sueña Chola, quien hace kinesiología a diario y "ya se está poniendo de pie", asegura su entorno.Foto: Emmanuel Fernández

"Yo me quiero ir a mi casa, quiero volver a Bernal, mi lugar en el mundo", sueña Chola, quien hace kinesiología a diario y "ya se está poniendo de pie", asegura su entorno.Foto: Emmanuel Fernández

Con una mirada pícara que brota de esos ojos verdosos, Chola invita a este cronista a acercarse más y pone su dedo índice sobre sus labios. Claro, del otro lado de la puerta está su hijo y no quiere que escuche. "Yo me quiero ir a mi casa, quiero volver a Bernal, mi lugar en el mundo, allí viví con mi marido más de cuarenta años y necesito trabajar y controlar a los empleados, que ahora deben estar bailando en una pata". Es brava y encantadora Chola, siempre fue una mujer fuerte, independiente, autónoma, que tras la muerte de su marido en 2002 se arremangó y nunca paró.

Hasta el 2 de enero, cuando sufrió el asalto de esos cobardes delincuentes, cada día Chola abría la puerta de la fábrica a los empleados, que llegaban a las 6 de la mañana, y estaba en actividad hasta que llegaba su hijo Alejandro, quien tomaba el timón. "Ese rol la mantenía vital, activa, se sentía útil, por eso mi temor más que el tema físico es cómo iba a responder anímicamente. Pero después de superar algunos altibajos, sigue en carrera y cada día me sorprende más", aporta Cancela.

Locuaz y animada, Chola cuenta que estando internada la llamó su admirada y querida Mirtha Legrand. "Ella estaba horrorizada -recuerda con una sonrisa- con lo que me había pasado, pero yo le decía que no se preocupara, que me iba a poner bien... Yo la escuchaba muy sensible, supongo que se sintió identificada, pobrecita. Pero fue tan cálida Chiquita, me llenó de palabras hermosas y nos prometimos vernos una vez que pase la pandemia", hace saber. "Ay, me encantaría poder ir a almorzar a su programa".

Sara, en los primeros días de este año, internada en el Sanatorio Modelo de Quilmes. "Nunca tuve miedo, yo pasé por muchas situaciones complicadas y ésta fue una difícil pero aquí estoy, mirando para adelante".

Sara, en los primeros días de este año, internada en el Sanatorio Modelo de Quilmes. "Nunca tuve miedo, yo pasé por muchas situaciones complicadas y ésta fue una difícil pero aquí estoy, mirando para adelante".

"Somos muy parecidas con Mirtha, ¿sabés? No sólo pensamos parecido y tenemos ideologías similares -guiña un ojo pícara-, sino que nacimos el mismo año, nos gusta vestirnos bien, ponernos bijouterie y además mis abuelas eran una Martínez y la otra Suárez, y Mirtha es Martínez Suárez. Además, yo tenía a mi hermana Beba, muy pero muy cercana a mí, como lo era Goldie de Mirtha, y ambas se murieron hace poquito. 

Hiperinformada, Chola tiene un ejemplar del diario Clarín doblado en una nota política, un tema que le apasiona. "Trato de ver y escuchar todos los noticieros y leer las notas para estar enterada. Me encanta escuchar a Baby Etchecopar y a Joni Viale, ellos dicen las cosas como son, sin miedo. Y me puse en la cabeza otro objetivo: tener movilidad porque quiero votar en las elecciones (legislativas) de octubre. Y si no puedo caminar voy a ir en cuatro patas... Yo nunca dejé de ir a votar, es la única manera de poder hacernos escuchar y ahora más que nunca, porque este país, así como está, se hunde", picantea.

Tiene un espejo portátil a mano y cada tanto se mira. "No me gusta lo que veo, pero estoy mejor, se han ido los moretones, de a poco mi cara va recuperando su normalidad. Me queda el tema respiratorio, los pulmones están mejorando, tenía un principio de neumonía pero estoy mejor, aunque necesito el oxigeno porque sufro epoc", dice respecto de la cánula en su nariz que le alivia la respiración. "La noche que entraron a mi casa tuve una crisis respiratoria, sentí que me moría".

Aunque la voz es de tono bajo, Chola pronuncia con claridad y con un lenguaje rico y amplio. No vacila ni balbucea cuando vuelve a sus recuerdos aquel ataque que hasta el día de hoy no tiene detenidos. "¡Qué los van a agarrar, a esta altura... ¿vos te creés que sí?! Minga...". Dice que en ningún momento tuvo miedo, "quizá porque ya tengo mi vida hecha, o porque viví muchas situaciones complicadas. Pasé momentos durísimos, éste fue fulero, pero me acuerdo que en un momento le pregunté al que me pegaba sin parar, que era un enanito... '¿Por qué me seguís pegando, qué querés?'".

Chola y su hijo Alejandro celebraron juntos, en Bernal, la llegada del nuevo año, sin imaginar que 24 horas después ella sería víctima de una situación dramática.

Chola y su hijo Alejandro celebraron juntos, en Bernal, la llegada del nuevo año, sin imaginar que 24 horas después ella sería víctima de una situación dramática.

La entereza de esta heroína nacida en Concepción del Uruguay (Entre Ríos) no deja de impresionar. "Buscaban dólares, no sé de dónde tenían la información, pero el soplón se equivocó y la ligué yo". ¿Alguna idea de quiénes pudieron ser? "Mirá, mejor no voy a decir nada, mi hijo se va a enojar -lanza suspicaz-. Les di mi jubilación, mi pensión y unos aros y collares que tanto lamento". Vuelve a pedir otro acercamiento y mira hacia la puerta. "Me llevaron una joya de oro, pero nadie sabe".

Los delicuentes estuvieron casi una hora y media dentro de la casa y de la fábrica de Bernal, adonde arrastraron a Chola con un desprecio y una violencia incomprensible. "Eran como las cinco y media de la mañana y yo ya estaba atada con cables y cintas que me lastimaron mucho pero me animé a decirles: 'Apúrense, que están por llegar los empleados, lo que los alborotó y decidieron irse. Yo con mi boca lastimada empecé a morder la cinta con la que tenía atadas mis manos y de a poquito me fui liberando".

Cuando los malvivientes abandonaron su vivienda, Chola ya estaba desatada y no era consciente de las lesiones que cargaba su cuerpo, sólo veía que había sangre a su alrededor, Apenas vio que se fueron, "fui detrás de ellos, quería ver para dónde se iban... No tuve suerte, llegué como pude, con la cadera rota hasta la vereda y lo que hice fue golpear la puerta de mi vecina Ethel para que llame a la policía y a mi hijo. Y al rato me llevaron al hospital", repasa como si fuera un trámite bancario, algo de todos los días.

Algo cansada, no menciona recetas mágicas ni fórmulas, ella prefiere decir que tiene "un poder en la mente que me permite tener frescura para llegar hasta donde llegué". Mira para adelante, no especula con el centenario de vida "sólo por una estadística. Si llego, quiero hacerlo bien, sino hasta donde me toque, ya no me quejo, tuve una gran vida", reflexiona. ¿Qué les diría a los ladrones que la atacaron? "¿Por qué fueron tan crueles conmigo? ¿Por qué arrastrarme de los pelos, o me patearme estando en el piso? No les guardo rencor, pobre gente, me da mucha lástima".