Joe Biden y Medio Oriente: cómo reconstruir el liderazgo de EE.UU. tras el "huracán Trump"

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Dos son los adjetivos más utilizados porHaizam Amirah Fernández, Investigador Principal para el Mediterráneo y Mundo Árabe del Real Instituto Elcano español, a la hora de responder sobre la situación actual

de Medio Oriente: “complicada” y “compleja”.

Nada nuevo para una región estratégica que sólo en el siglo XXI ha sido escenario de guerras civiles salvajes y aún en curso, como la siria o la de Yemen; de la primavera árabe, que derribó líderes que parecían eternos, como Hosni Mubarak o Muamar Kadafi, pero no democratizó a sus países; o de la persistencia del conflicto entre israelíes y palestinos y sauditas e iraníes.

Sin embargo, tras el paso del “huracán Trump” por la región, ahora la administración Biden tiene un duro desafío por delante para restablecer el liderazgo de Washington o, al menos, otro tipo de liderazgo.

El difícil legado de Trump en la política de Medio Oriente

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Haizam Amirah Fernández acompaña el día a día de esa convulsionada región, y destaca que “los intereses suelen anteponerse a los valores con frecuencia, pero es cierto que durante los cuatro años de Trump los valores de Estados Unidos se fueron de vacaciones en el mundo. El respeto a los derechos humanos fue algo totalmente descartado en cualquier relación con los países de Medio Oriente, muchos de los cuales tienen un historial nefasto en lo que se refiere a respeto a las libertades más básicas, políticas, sociales, económicas, derechos de minorías”.

Para el analista, los años de Trump fueron “un período tranquilo para los autócratas, dictadores y sátrapas de la región, porque no sentían una presión o un cuestionamiento”, pero eso parece que podría cambiar con Biden.

“Se está viendo una serie de gestos concretos, que de algún modo están dando resultado. Por ejemplo, la liberación de un grupo de activistas mujeres sauditas, como Louhain al Hathloul, que había cometido el terrible delito de pedir que las mujeres pudieran conducir un coche”, explica Fernández.

“Esto significa que han recibido el mensaje de que cambiará la relación de esos regímenes con la Casa Blanca, que en los últimos era algo familiar, a través de Trump, o su yerno, Jared Kuchner. Así era el vínculo con Netanyahu, o con los príncipes herederos de Arabia Saudita o de los Emiratos Árabes Unidos”.

El argentino Rafael Grossi viajó a Irán para tratar de salvar el acuerdo nuclear

De hecho, precisa el analista del Instituto Elcano, “la Casa Blanca ya adelantó que Biden se comunicará formalmente con el rey saudita, Salmán bin Abdulaziz, y no con su heredero”, el polémico MBS, o Mohamed bin Salmán.

MBS fue acusado por la justicia turca de ser el mandante del crimen del periodista Jamal Kashoggi, asesinado en el consulado saudita en Estambul, en 2018. Es también, el principal impulsor de la intervención armada en Yemen, que ha provocado una catástrofe humanitaria, con miles de muertos, muchos de ellos niños.

También el israelí Benyamin Netanyahu comprobó que los tiempos han cambiado. Después de haberse volcado de lleno a Trump, con “una simbiosis absoluta”, como dice Fernández, Biden demoró casi un mes en llamar al líder de su principal aliado en la región, cuando ya había conversado con presidentes y primeros ministros de medio mundo.

“Las relaciones con Israel no se interrumpieron nunca: los secretarios seguían hablando, los contactos eran fluidos, pero Biden demoró en llamar a Netanyahu, así como a los otros líderes de los aliados de Washington en la región. Eso envía un mensaje”, explica Fernández.

El analista recuerda que el primer ministro israelí, que en breve enfrentará las cuartas elecciones en dos años, “hizo todo lo posible por torpedear la política hacia Medio Oriente de Barack Obama con gestos, con su discurso ante el Congreso norteamericano, con los lobbies. Y un buen número de los altos cargos de la administración Biden estuvieron con Obama. No va a cambiar la alianza estratégica con Israel, ni el apoyo a todos los niveles. Pero si va a cambiar el estilo, el tono”.

Irán

Así como promete cambiar el tono de su relación con el mundo, Biden también ha proclamado, y no solo para Medio Oriente, su voluntad de volver a dar un perfil multilateral a la política exterior de Washington, poniendo fin al “American First” de su antecesor.

Estados Unidos ha vuelto”, dijo el presidente a los principales líderes europeos durante la reciente versión virtual de la Conferencia de Seguridad de Munich. “No vamos a volver la vista atrás”, destacó. Eso podría ayudarlo a enfrentar uno de los desafíos más difíciles de la política estadounidense en Medio Oriente: reactivar el acuerdo nuclear con Irán, alcanzado en 2015 y del que Trump retiró a Estados Unidos en 2018, para aplicar su política de “máxima presión” sobre Teherán.

Joe Biden tiene un duro camino por delante para revivir el pacto nuclear con Irán

—¿Podrá Biden volver a poner en vigor ese acuerdo?

—H.A.F.: Hay que recordar que no fue un acuerdo de Irán con Estados Unidos, sino con seis potencias internacionales. Y que el único país que lo abandonó fue Estados Unidos. La idea es volver a un tratado multilateral, y esto es algo muy importante. La administración Biden están dejando en claro, tanto en gestos concretos, como en su discurso, que el multilateralismo es su forma de enfocar problemas que afectan al conjunto de la comunidad internacional. Así lo demuestran los regresos al Acuerdo de París y a la Organización Mundial de la Salud. Eso es lo que la administración Biden intenta hacer: volver a la senda de la negociación multilateral. Se ha nombrado un enviado especial para Irán, pero no para el llamado Proceso de paz de Oriente Medio, por ejemplo. Esto denota una clara voluntad, pero en el contexto de una situación compleja.

—Detrás de la necesidad del pacto, tanto para firmarlo como para reactivarlo ahora, se agita la sombra de la amenaza nuclear en una región ya de por sí explosiva.

—El problema de Irán es internacional, es un reto que va más allá de la región del Golfo. Y el hecho de que se alcanzara ese acuerdo para impedir que Teherán obtenga el arma nuclear, que desarrolle un programa militar de carácter nuclear, fue motivado por una percepción de amenaza, pero una percepción recíproca, también para el régimen iraní. El riesgo de que Irán adquiera armas nucleares puede llevar a un desequilibrio de una región estratégica y ya de por sí muy dividida, con grandes enfrentamientos, muy convulsa. Pero también Irán percibe una amenaza de su entorno, por la presencia de tropas estadounidenses en Oriente Medio, en el Golfo, en Asia central, y también por Israel, una potencia que todo indica que cuenta con armas nucleares.

—Trump destruyó las bases que llevaron al acuerdo.

—Hoy es todo más complejo. Fue Estados Unidos quien se retiró del acuerdo y sometió a Irán a lo que Donald Trump llamó una estrategia de máxima presión, que no ha cambiado el comportamiento del régimen, ni ha logrado que Irán modificara su actitud en conflictos regionales. Máxima presión es una acción muy intensa, algo que puede obtener su objetivo o generar reacciones tan intensas como ella. Y eso fue lo que sucedió en Irán: fortaleció al ala dura, que no desea entrar en un proceso de negociación, ni hacer concesiones o reconocimiento mutuos. El resultado ya se verá. La máxima presión lo que ha hecho es un máximo daño a la población civil en Irán, un daño muy grande, en cosas muy concretas, como por ejemplo la inflación, la dificultad creciente para acceder a productos de importación, incluidos algunos sanitarios o de primera necesidad. Las sanciones también complicaron los intercambios comerciales, de negocios o inversiones de otros países con Irán. Estas situaciones pueden provocar que alguno se vuelva contra el régimen, pero también suelen también tener un efecto de cerrar filas ante la agresión externa. Se percibe como un ataque y es utilizado por el ala dura del régimen como una prueba para decir: ‘miren, no nos podemos fiar de ellos, porque hemos firmado un acuerdo y lo han roto’. Además, se ha demostrado que dando un apoyo incondicional, como Trump ha hecho, a los enemigos de Irán, no se ha conseguido ni que Irán cambie su comportamiento, ni que esos rivales de Teherán tengan una actitud constructiva. Ni Arabia Saudita ni Emiratos Árabes Unidos han ayudado a construir una mayor estabilidad regional. La guerra en Yemen ha enviado a ese país a la Edad Media. Las políticas regionales de Riad tampoco han ayudado a estabilizar Medio Oriente ni tampoco el norte de Africa, si pensamos por ejemplo en Libia. Aquí, el problema va mucho más allá, y es la ausencia de un marco de cooperación regional, primero a nivel de seguridad colectiva, como sucede en otras partes del mundo, y segundo para crear confianza e intercambios económicos o comerciales. En 2015, por ejemplo, Emiratos tenía un intercambio muy intenso con Irán, en comercio, inversiones, especialmente turismo. Todo eso en los últimos años se ha ido debilitando. Así no se construye una región”.