La barra de la diálisis: se conocieron esperando un riñón y se hicieron amigos inseparables

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En el bar frente al Hospital Alemán, hay clima de jolgorio en la mesa más numerosa. A simple vista parecen amigos de toda la vida que repasan anécdotas. Jorge Surín, Darío

Giovanoudis, Cristian Reynoso y Claudio Zippes, profesionales cincuentones, se conocieron hace poco más de tres años y desde entonces son inseparables... hasta en la pandemia reinventaron comilonas por Zoom porque se extrañaban.

Pero esta barra de amigos se vio las caras por primera vez haciendo diálisis en el Hospital Alemán, allá por junio de 2017. Eran 12 pacientes en una amplia sala, y mientras tenían sus brazos extendidos conectados al dializador iban relojeando las caras. "Yo tiré la primera piedra, me di cuenta de que podían tener onda. Y no me equivoqué", dice Claudio, arquitecto, quien un mes antes de comenzar con su tratamiento sufrió la muerte de Silvia, su mujer de toda la vida.

"Encontramos en nuestro vínculo una amistad sanadora y salvadora", afirman los cuatro. Foto: Fernando de la Orden

"Encontramos en nuestro vínculo una amistad sanadora y salvadora", afirman los cuatro. Foto: Fernando de la Orden

Claudio (59) es locuaz y divertido, a pesar de ser quien más brava la tiene. "Mi trasplantóloga me dijo que si no bajo 20 kilos, no me va a poder operar cuando llegue la oportunidad. No es fácil a mi edad, pero es un desafío que tengo para este año. Peso 130 y tengo que como mucho estar en 110", explica sin victimizarse. "Muchachos -cambia la tónica-, miren que reservé tres noches para ir al Costa Galana de Mar del Plata en abril, eh".

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A los cuatro se los empezó a apodar como "la barrita quilombera del turno de 17 a 22". La sesión se tornaba divertida con estos bromistas que se burlaban hasta de ellos mismos. "¿De qué se ríen ustedes? ¿No se dan cuenta lo que les pasa?", les preguntaban amigos y conocidos, asombrados por no verlos afectados o deprimidos. "Desde el vamos nos propusimos pasarla bien", dicen a coro.

Han llegado a merendar con facturas y cenar pizzas y empanadas que traían por delivery que ellos mismos encargaban, con el permiso de supervisores y la inclusión en el banquete de médicos y enfermeras. "Se transformó en una válvula de escape", describe Jorge. "Era una fiesta, faltaban la cerveza y los canapés", exagera Cristian. 

Café y medialunas. Darío, Cristian, Claudio y Jorge meriendan en "el bar de los encuentros" y conversan con Clarín.

Café y medialunas. Darío, Cristian, Claudio y Jorge meriendan en "el bar de los encuentros" y conversan con Clarín.

Ellos saben todo del otro, como si esta flamante amistad se remontara a sus tiempos de juventud. "A mí me sorprendió esta conexión que pegamos, incluso me descubrí otra personalidad, con ellos soy extrovertido, jodón, cuando en general en mi casa siempre fui más retraído y conservador", revela Darío. "Es que si no le ponés una cuota de optimismo a esto, se hace muy difícil", agrega Cristian.

Por eso insiste Claudio con la escapadita a Mar del Plata, donde este póker de varones ya estuvo en dos oportunidades. "Farreamos desde que nos subimos al auto... hay vida más allá de diálisis", tira Cristian risueño. "Fuimos solos, sin mujeres ni hijos, es un viaje que lo hacemos para alimentar la amistad y recargar baterías sobre todo para los dos que tienen que esperar el trasplante", aporta Darío. 

"¿Sabés qué pasa? -Jorge se quedó meloneando-, la gente no sabe qué es hacerse diálisis. Están los que suponen que es quimioterapia, los que les contás y prácticamente te hacen la extremaunción y no faltan los que se alejan apenas les explicás. Nadie nos entiende, hay mucha soledad, es algo muy personal, sólo los que estamos horas soportando pinchazos sabemos de qué se trata".

La amistad que creció haciendo diálisis. Jorge, Cristian y Darío acompañan a Claudio, que en minutos tiene turno. "Estamos para acompañar y poner el oído", dicen. Foto: Fernando de la Orden

La amistad que creció haciendo diálisis. Jorge, Cristian y Darío acompañan a Claudio, que en minutos tiene turno. "Estamos para acompañar y poner el oído", dicen. Foto: Fernando de la Orden

Hablan de miedo, de la autopreservación y de un entorno que a veces ignora cómo responder. "Yo tengo dos hermanos y nunca se dio una situación en la que ellos se ofrecieran a donarme un riñón, sí lo hicieron mis hijos, pero me negué rotundamente", cuenta Claudio. "Sucedió lo mismo con mi hija, pero no acepté y mi madre, con 78 años, se hizo todos los estudios porque estaba desesperada pero con el médico 'acordamos' que no era compatible conmigo", apunta Jorge. 

El director médico una vez les aconsejó, por separado, a los cuatro. "Pensá en vos. No te fijes nunca lo que pasa ni a tu izquierda ni a tu derecha. Concentrate en tu problema, porque cada cuerpo reacciona como puede", eufemismo que, en otras palabras, dejaba entrever que un compañero podía estar hoy y mañana no. "En estos cuatro años murieron 15 personas que estaban a mi alrededor, grandes, medianos y chicos. Los saludaba el viernes y el lunes ya no estaban. Imaginate cómo te repercute eso", dice Claudio con estoicismo.

Los brazos son una de las principales "víctimas" de la diálisis, como muestra Cristian Reynoso, que lleva en tratamiento 3 años y 10 meses.

Los brazos son una de las principales "víctimas" de la diálisis, como muestra Cristian Reynoso, que lleva en tratamiento 3 años y 10 meses.

De todas maneras hoy a Claudio y a Cristian, como sucedió con Jorge y con Darío, y con miles de personas que se dializan, viven gracias a este tratamiento. "Aunque la vida es más dura, la vivimos, no la sobrevivimos", grafican Jorge y Darío.

De pronto, emerge la palabra "aceptación". "Más allá de que nos gusta la farra, aceptamos la enfermedad que tenemos. La aceptamos desde el vamos, sin discusión, sin negación, por eso nos cuidamos y nos entregamos al tratamiento, que te mejora el día a día, sin duda", reflexiona Jorge. 

Cristian Reynoso, 56 años, contador, lleva haciendo diálisis 3 años y 10 meses. "Es duro, la cabeza no para, pero tengo en claro que en algún momento llegará mi riñón". Foto Fernando de la Orden

Cristian Reynoso, 56 años, contador, lleva haciendo diálisis 3 años y 10 meses. "Es duro, la cabeza no para, pero tengo en claro que en algún momento llegará mi riñón". Foto Fernando de la Orden

Claudio y Cristian, más unidos por ser además los que siguen en tratamiento, insisten con un concepto: "Por más pesado y cansador que sea, agradecemos que existe la diálisis, porque de lo contrario estaríamos bajo tierra. Es lo único que nos mantiene con vida", subrayan. "Nunca nos preguntamos '¿Por qué a nosotros?'. Nos tocó, punto. Yo estuve cinco años viniendo aquí -señala el Alemán- y trataba de que mi vida siguiera su curso dentro de lo posible", complementa Darío.  

Pese a la seriedad con la desgranan los duros momentos que tuvieron que desandar, y que dos de ellos aún están atravesando, complicidad, camaradería y mucha picardía vibran en este cuarteto, que tiene un grupo de WhatsApp con el nombre de un conocido cabaret. "Nos hacemos los piratas pero todos tenemos sólidos matrimonios de más de 30 años y con mi mujer llevábamos 30 años hasta que un cáncer fulminante la dejó sin chances", sostiene Claudio,

Jorge Surín, 57, abogado, hizo diálisis durante dos años. "Dejar la diálisis, que me salvó la vida, es un alivio, porque además de zafar de los pinchazos uno deja 5-6 horas por sesión allí". Foto Fernando de la Orden

Jorge Surín, 57, abogado, hizo diálisis durante dos años. "Dejar la diálisis, que me salvó la vida, es un alivio, porque además de zafar de los pinchazos uno deja 5-6 horas por sesión allí". Foto Fernando de la Orden

Se conocieron en igualdad de condiciones, esperando el bendito trasplante, pero hoy la situación cambió: Jorge y Darío fueron intervenidos en 2018 y 2019 respectivamente. "Al principio sentía un poco de culpa, porque uno se pregunta '¿Por qué yo y él no?'. Estaba feliz con mi riñón nuevo, con mi vida que se resignificaba, pero tenía esa sensación encontrada", confiesa Jorge, algo que a Darío no le sucedió. "Yo era el más antiguo en la sala de diálisis, llevaba 5 años y medio... Hay que sobrellevarlo, qué mejor que con estos amigos, pero cuando me tocó fue un alivio a pesar de que las primeras semanas fue durísimo, como que el riñón no se acomodaba a mi cuerpo".

"Con el riñón nuevo volví a tener una normalidad, aunque con un montón de cuidados, dueño de mis tiempos por no tener que ir tres veces por semana a diálisis, casi cinco horas cada vez. Fueron más de 300 sesiones y 700 pinchazos. Mirá mi brazo", muestra Jorge. Y lo mismo hace el resto. El común denominador: brazos fuertes pero castigados, que parecen haber venido de la guerra... victoriosos.

Darío Giovanoudis, 56 años, contador, realizó diálisis durante 5 años y medio. "Te cambia la vida el tratamiento, tenés que hacerlo en serio, aceptar la enfermedad, cuidarse con las comidas", afirma. Foto Fernando de la Orden

Darío Giovanoudis, 56 años, contador, realizó diálisis durante 5 años y medio. "Te cambia la vida el tratamiento, tenés que hacerlo en serio, aceptar la enfermedad, cuidarse con las comidas", afirma. Foto Fernando de la Orden

"Quiero decir algo -solicita Cristian-. Lo escuchaba a Jorge y la noticia de su trasplante y el de Darío fueron la mejor noticia que podíamos tener. Eso nos da esperanzas, hay salida y estamos felices por ellos. Nuestra relación se fortificó: acá no hay celos ni envidias.Aprendimos a manejar la ansiedad".

Una ansiedad que es inevitable, sobre todo al principio del tratamiento. "Yo ingresaba a la página web del Incucai, donde está la lista de los que esperan un órgano, me veía en una ubicación lejanísima y me volvía loco. Un día estaba número 30, otro día 50, 70 y así. Me ponía mal, hasta que lo hablamos con los muchachos y me dijeron que me olvide de eso, que no servía de nada", confiesa Jorge.

Claudio Zippes, 59, arquitecto, lleva 4 años y 2 meses de diálisis. "Yo tengo un desafío antes del trasplante, que es bajar veinte kilos. De lo contrario, no me operan", afirma el más chispeante del grupo. Foto Fernando de la Orden

Claudio Zippes, 59, arquitecto, lleva 4 años y 2 meses de diálisis. "Yo tengo un desafío antes del trasplante, que es bajar veinte kilos. De lo contrario, no me operan", afirma el más chispeante del grupo. Foto Fernando de la Orden

"Lo fundamental para un trasplante -acomete Darío- es lo que se llama crossmatch, un test en el que se mide la compatibilidad entre el cuerpo de uno y el órgano que está por llegar. Pero también hay otros factores no menos decisivos como no estar tomando medicación, no tener fiebre, no estar excedido de peso", especifica Darío. "Yo participé de un operativo, es decir, hubo un fallecimiento y apareció un riñón que podía ser compatible conmigo. Pero formaba parte de un grupo de 20 necesitados de ese riñón, cuyo destino sería para el que reuniera las mejores condiciones".

Quienes se dializan tienen que hacer sí o sí un tratamiento que les lleva unas 12 horas por semana. "La vida gira 180 grados.No podés pensar ni en una semana de vacaciones salvo que viajes a un lugar donde te puedas hacer diálisis", lanza con cierta frustración Claudio. "Yo zafé porque veraneo en Mar del Plata, que tiene un centro hermoso frente al mar", acota Jorge. 

"Jodan todo lo que puedan pero siempre dentro de la ley, es decir, acepten la enfermedad, hagan el tratamiento con disciplina, traten de estar en peso y tengan fe, que todo llega. Esto es una eventualidad, no perdemos la vida, bienvenidos que existe la diálisis, sino estaríamos todos muertos", es el mensaje final de este grupo de amigos en el Día Mundial del Trasplante de Organos, que se celebra este sábado. Y bajan la persiana Jorge y Darío: "Es vital alentar a la gente a que done órganos, si no nada de esto tendría sentido".

AS