El Gobierno define el aumento del gas: ¿más subsidios a los más ricos?

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El gas natural es el principal combustible de nuestra matriz de energía primaria. El próximo 15 de marzo, después de casi dos años de congelamiento, el gobierno llevará adelante una audiencia

pública para resolver cuánto aumentará el gas en las tarifas residenciales; un día después, el ENARGAS sumará los aumentos en el transporte y la distribución, y determinará cuál será el incremento final en la factura.

En el marco del Plan Gas y las subastas realizadas, el precio del gas que recibirán los productores ya está definido: alrededor de US$ 2,90 x MM BTU en verano y entre US$ 4,40 y 4,70 x MM BTU en invierno. Por lo tanto, la audiencia del 15 no resolverá cuánto vamos a pagar por el gas, sino cómo lo vamos a pagar: una parte será afrontada directamente por los consumidores en las facturas, y el resto será pagado por todos los argentinos con subsidios públicos nacionales.

En un preciso y detallado informe elaborado para la audiencia del 15 la secretaría de Energía puso sobre la mesa el dilema al que se enfrentan las autoridades. Proyectando la demanda prioritaria y las fuentes de la oferta (la producción local más las importaciones de Bolivia y el GNL), el trabajo estima un escenario en el que el costo medio del gas a pagar en 2021 será de US$ 3,91 x MM BTU, mientras que con las tarifas vigentes y las proyecciones oficiales de depreciación del peso, el precio medio que pagaría la demanda llegaría a solo US$ 1,56 x MM BTU. De no mediar cambios, el Estado debería poner la diferencia (US$ 2,35 x MM BTU), es decir, el 60% del costo del gas sería afrontado con subsidios, y tan solo el 40% estaría contenido en la tarifa.

En este escenario sin ajuste de tarifas, el informe de Energía proyecta un costo fiscal de $133.000 millones, un 72% superior a lo previsto en el Presupuesto aprobado por el Congreso. La diferencia debería cubrirse con una reducción de otros gastos, aumento de impuestos, o un déficit fiscal mayor, que se traduciría en más deuda y/o emisión del Banco Central.

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Para evitar este desborde presupuestario y cumplir el objetivo del ministro Guzmán -mantener los subsidios en los montos aprobados-, la componente gas natural de las tarifas debería aumentar un 63%, lo que impactaría en alrededor de un 26/35% en la factura final de los hogares. Los aumentos llegarían al 64/82% si se buscara reducir a cero los subsidios presupuestarios. A estos incrementos en el costo del gas debería sumarse la incidencia del aumento que se apruebe el 16 de marzo para los transportistas y distribuidores.

¿Qué hará el Gobierno el próximo 15 de marzo? ¿Aumentará las tarifas para mantener los subsidios, o aumentará los subsidios para mantener las tarifas? De una forma u otra, el gas hay que pagarlo.

El documento elaborado por la secretaría de Energía aporta toda la información para entender el impacto en tarifas y subsidios de cada decisión. Sería importante, sin embargo, que el ministerio de Economía aportara un documento complementario para responder a la siguiente pregunta: dado que en cualquier caso el gas lo vamos a pagar (en forma directa vía tarifas o a través del Estado con impuestos, deuda o mayor financiamiento del BCRA al Tesoro) ¿Qué efectos macroeconómicos y distributivos provoca pagar el gas natural de una u otra manera? ¿A qué sectores sociales favorece reducir las tarifas reales y aumentar los subsidios presupuestarios?

Distintos trabajos elaborados con información de la Encuesta de Gastos de los Hogares del INDEC y otras fuentes nos dan algunas pistas al respecto. En un trabajo del CEDLAS del 2015, Salinardi y Puig estimaron que el 30% más rico de la población explica el 46% del consumo total de gas, mientras que el 30% más pobre solo es responsable del 15%. Este resultado es consecuencia no solamente de un consumo medio más bajo en la población mas pobre, sino también de la falta generalizada de conexión a las redes de gas de un elevado porcentaje de los hogares más humildes.

A partir de estos datos, y de las cifras presentadas en el informe, podemos deducir que con un subsidio tarifario igual para todos los consumidores, el 20% más rico de la población se estaría llevando $45 mil millones del total de $133 mil millones de subsidios al gas, tres veces más que lo que llegaría al 20% de los hogares más pobres.

Teniendo en cuenta que toda la población paga impuestos, y que nuestra estructura impositiva es poco progresiva; ¿tiene sentido generar semejante transferencia de ingresos hacia los hogares más ricos? ¿Por qué le hacemos pagar a los hogares pobres el subsidio a un producto al que ni siquiera tienen acceso? ¿No sería mejor optimizar el uso de recursos públicos cobrando el precio completo del gas natural en la factura, atendiendo a los sectores de bajos ingresos con subsidios focalizados a la demanda que les permitan afrontar un umbral de consumo energético con los combustibles a su alcance?

La segmentación de las tarifas (cargarle precios del gas más elevados a los hogares con mayor consumo) apunta a morigerar este impacto regresivo, pero se trata de un mecanismo imperfecto: ¿cuántos hogares en las zonas más ricas de las ciudades están categorizados en los niveles más bajos de consumo porque se trata de edificios con calderas centrales o casas de fin de semana? ¿Cuántas viviendas pobres tienen consumos elevados por problemas de hacinamiento y baja eficiencia energética en las construcciones? ¿Es razonable que los consumidores enfrenten fuertes aumentos tarifarios solo porque un invierno frio provoca mayores consumos y los levanta de categoría? Habiendo alternativas con mejor focalización, la segmentación aparece como una alternativa poco eficiente y con efectos secundarios adversos.

El informe presentado por Energía es un aporte importante para la discusión abierta y fundada de los dilemas que enfrentamos en la definición de las tarifas de gas. Contar con información precisa y actualizada de los efectos distributivos de los distintos escenarios nos permitiría también entender quién pagará la parte del gas que no paguen los consumidores en su factura, y la razonabilidad de las transferencias de ingreso involucradas.

El autor es Economista. Escribió "Historia del Petróleo en la Argentina".