Sin clases presenciales: advierten que chicos y adolescentes ya sufren de agotamiento adaptativo

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Durante casi todo 2020, Mariela Farber, una madre de seis hijos que vive Caballito, sintió que hizo "la primaria y la secundaria de vuelta". Es que ella también se sentó en el

"pupitre" --la silla más cómoda de la cocina-- y casi que "cursó" cada materia como si tuviese entre 5 y 13 años. Ayudaba a que prestaran atención "a la seño de la pantalla". Después, llegó la presencialidad "cuidada" en las escuelas. Hasta ahora.

Si la disputa entre el Gobierno y la Ciudad de Buenos Aires culmina con el fin de las clases presenciales hasta el 30 de abril, Mariela, como el resto de las madres y padres del AMBA, volverá al home-pupitre.

Si alguien anda distraído en casa, ella será la guía para que vuelva la mirada a la computadora. O al manual. O a hacer la tarea. Pero esta madre ya tiene "espalda" para lo que venga. Lo que le preocupa, dice, es que si el lunes sus hijos ya no pueden ir a la escuela, sientan que "se les pinchó la burbuja"

En estos días de segunda ola de coronavirus, a veces todo parece "demasiado". Para niños, niñas y adolescentes, como pasa en esta familia porteña, también.

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Las y los expertos entrevistados por Clarín hablan de "agotamiento adaptativo". ¿Los chicos y las chicas ya no son "plastilina"? ¿Ya no se amoldan a todo? ¿Cómo volverán al Zoom y perderán contacto con el curso?

La advertencia de Unicef

Unicef, que este jueves difundió un comunicado junto a la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), adelantará la publicación de su nuevo informe sólo para reforzar frente a Alberto Fernández la postura de que "las escuelas sean lo último en cerrar" y pedir que "reabran lo antes posible".

Como anticipó a Clarín Luisa Brumana, la representante de la organización en Argentina, lo más alarmante de los resultados de las 800 encuestas realizadas a alumnos y alumnas del AMBA, es la "ambivalencia" con la que hablaron de sus regresos, con protocolo, a las aulas.

"Por una parte, mostraban alivio por volver a la escuela y, por otra, ansiedad por miedo a que se termine", señaló Brumana. En el monitoreo detectaron tres palabras que se repitieron en las respuestas. Ansiedad. Enojo y Tristeza. 

"Hay que fijarse en la salud mental de niños, niñas y adolescentes. La pandemia generó afectaciones emocionales y ya hay un agotamiento de la capacidad de adaptación de los chicos", marcó Brumana. Es la falta de "espalda". Esa que Mariela, simplemente como una madre "que todo lo ve y todo lo siente", marcó más arriba, mientras esperaba el viernes en doble fila frente al colegio Scholem Aleijem.

Ezequiel, de 13 años, que va a la secundaria Ecos, empezó en esta nueva escuela y está feliz con sus compañeros. Se quedó a almorzar con sus compañeros como "último día". Su única expresión sobre el fin de las clases presenciales fue, cuenta Mariela, "menos mal que llegué a conocer al grupo y sé con quiénes me llevo bien. No me gusta todos los días por Zoom".

Mauricio va a sexto grado y está enojado por no poder volver. Este viernes a la mañana, el colegio ya les había comunicado por WhatsApp a sus padres el cierre hasta fin de mes. "Hoy traigo todos los libros a casa... Zooms de nuevo... no me escuchan igual los maestros, no me ven si levanto la mano", se queja.

Celeste está en tercer grado y ya venía de adaptarse y readaptarse. Había tenido una compañera con Covid y su burbuja hacía dos días que se reincorporaba a la escuela. "No quiero Zoom, mami. No me gusta, además me dan tareas que las haría en la escuela durante la clase".

Felicitas, de primer grado, repite la pregunta del momento: "¿Cuánto tiempo no vamos a venir a la escuela?". Trinidad, de sala de 4, le contó a sus mamá la novedad apenas salió: "Las maestras nos dijeron que nos vamos a ver unos días en la compu y sin barbijo".

Josefina Finzi es psiconalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y especialista en crianza. Dice que la progresión del "estar en  pandemia", esa sensación de "continuará", no es propia de la niñez. Y que el agotamiento en la capacidad adaptativa existe en los niños y no hay que proyectarle el pánico de la adultez.

"Los niños tiene muchos recursos que no se agotan. Se transforman para ver peligros, enfrentarlos, ser cooperativos, tener confianza. Siempre que estén acompañados de familias sensibles. No se da en estado absoluto. Es verdad que hay niños mucho más necesitados que otros de estar en la escuela con otros niños. Habrá que ayudarlos, acompañándose de expertos en salud mental", recomienda.

Habla de "consultas preventivas" si es que el cierre adviene, pero, también, si siguen las clases.

"La salud mental en los niños nos preocupa. Cuidarse es movilizar los inagotables recursos emocionales que tienen los niños. Eso también nos va a tranquilizar a los adultos. No los dejemos cargados de miedo y solos", advierte. El foco lo pone en la "repercusión afectiva". Los miedos que surgen de pensar "los cambios que tendremos que 'seguir haciendo en pandemia'".

La previa del 2020

Fernanda Rivas, psicoanalista de APA y autora del libro "La Familia y la Ley", marca una única ventaja en la vuelta a la virtualidad plena en la educación. Que cada curso o grupo sabe cómo hacer para no perder el vínculo entre sí. Hubo un 2020 de previa.

"Hay que tratar de instalarles la idea de que no va a ser lo mismo. Que va a haber algunas diferencias. Por lo menos, ya saben distinguir que estar lejos o cerca no es sólo en formato presencial. Así, van a tolerar mejor la frustración de la no presencialidad. Si se instala que es 'temporalmente'", explica y marca que la escuela es, para muchas personas en nivel escolar, "la única instancia de sociabilidad frente a otros ámbitos que se les fueron negando". Como clubes, cumpleaños y, ahora, hasta deportes al aire libre.

Victoria, 16 años, entiende bien esto de los ámbitos negados. "Una profesora nos dijo que no tenemos que salir porque ya vamos a tener tiempo. Me cayó muy mal porque ella tiene 24 años y ya vivió todo lo que nosotros no vivimos por la pandemia. Puedo tener tiempo, pero no voy a tener 16 años otra vez", sentencia.

"Los adultos tienen que ponerse en nuestro lugar. No tienen que dejar a sus hijos ir a fiestas clandestinas. Pero tampoco nos tienen que prohibir que nos juntemos al aire libre o en un bar", afirma esta adolescente de Villa Devoto que les pidió a sus padres armar una "burbuja" con sus dos amigas más cercanas mientras dure la suspensión de clases.

El cuerpo y las emociones

Según en qué lado se fije el centro, si en la psicología o en la medicina, la mente manda al cuerpo o el cuerpo manda a la mente. Pero esas fronteras no están cerradas por el coronavirus.

Los síntomas emocionales, muchas veces, también son advertencias físicas. Más en la infancia y la adolescencia, cuando cuesta verbalizar sentimientos frente a personas adultas y se busca la compañía y la aceptación de  quienes estén en la misma etapa de la vida.

"No tenemos posibilidades de generarles a los chicos mejores condiciones de virtualidad que las del año pasado. Y notamos mucha enfermedad pediátrica en 2020. Sobrepeso y obesidad, sobre todo. Eso es comer mal y moverse poco. Pero también, lo opuesto, trastornos de anorexia, que dependen muchísimo de lo anímico", dice a Clarín el presidente de la SAP, el pediatra Omar Tabacco.

Este especialista es un fiel defensor de la presencialidad en las clases. Y lo argumenta ejemplificando el cruce entre lo emocional y lo clínico. "A mi consultorio llegaban chicos que sentían dolores torácicos. No se habían caído, no había golpes. Eso es angustia, depresión. Eso da dolor torácico en los chicos", subraya.

Para Tabacco, "hay un claro agotamiento en la capacidad adaptativa de este grupo". ¿Cómo se lidia con eso? "No tengo respuesta", dice. Pero da un consejo y remarca su posición frente al cierre de las escuelas.

"De nuevo, hay que apelar a la paciencia de los niños. No creo que en 15 días mejore la situación epidemiológica y puedan volver a la escuela. No hay que mentirles. Pero sí darles esperanza. Avisarles que por lo menos en estos días tendrán que aguantar. Lo que sienten es cansancio de volver a la computadora. Y la realidad es que están más seguros en la escuela. No hay dudas de que afuera se van a terminar juntando y sin protocolo ni barbijo". La burbuja ya se pinchó.

AS