El aficionado siempre paga

Deportes - RDN
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Entre los argumentos esgrimidos por los doce clubes fundadores de la Superliga estaba el del supuesto apoyo de los aficionados a la nueva competición. Incluso salieron a la luz los resultados de
una encuesta que validaban que un 66% de los hinchas daban su visto bueno al nuevo formato (el apoyo variaba del 76% de aprobación en España al escaso 57% de Alemania). A la hora de la verdad, ha sido la profunda y ruidosa oposición de esos seguidores la que ha dinamitado la Superliga en apenas 48 horas. O al menos eso es lo que los clubes han querido trasladar en todos y cada uno de sus comunicados. Pero el fracaso de la Superliga no supone un respaldo incondicional de los hinchas a la UEFA y la FIFA, que con sus decisiones en los últimos años también han demostrado olvidarse de los intereses de los aficionados. Se quiera o no, el papel que los equipos y los estamentos del fútbol mundial han concedido a los aficionados en el armazón que compone este deporte ha ido disminuyendo de forma significativa en las últimas décadas. La transformación de la gran mayoría de los clubes en sociedades anónimas fue el detonante de un profundo cambio en la mentalidad y los intereses de los dirigentes. La aparición de nuevos y suculentos mercados sin explorar terminó por hacer el resto, pues ahí estaba el verdadero dinero. Así, la hinchada observó cómo la televisión empezaba a marcar los tiempos a los equipos. Y, por ende, a ellos mismos. Del famoso carrusel de los domingos se pasó a una amalgama de horarios que convertían las jornadas en procesos maratonianos que se alargaban durante cuatro días. Adivinar qué día y a qué hora jugaba determinado equipo comenzó a ser laborioso. Para el socio de toda la vida resultaba un problema, pues debía renovar su abono a principio de temporada sin tener demasiado claro si el nuevo paradigma coincidiría con su modo de vida. Cada quince días, una aventura. Lo mismo había que estar disponible un sábado a la una de la tarde que un lunes a las nueve y media de la noche. Pero había que hacer un esfuerzo pensando en los nuevos forofos que se iban sumando a miles en los países más poblados de Asia o América. Pese a las dificultades, las entradas tampoco dejaban de subir. El precio medio en los estadios de la Liga se acercó a la barrera de los 70 euros la pasada temporada, antes de que la pandemia clausurase los estadios. Ir al fútbol cada vez tiene un mayor impacto en los bolsillos de los seguidores, aunque las estadísticas oficiales aseguran que la asistencia no se ha resentido. Con todo, hace tiempo que los estadios ya no se llenan. El fútbol en abierto también se acabó en favor del 'pay per view'. La televisión de pago llegó para ofrecer todos los partidos a los más fanáticos por precios casi de risa que, a día de hoy, se han transformado también en un buen pellizco sin posibilidad ya de vuelta atrás. Otro fenómeno del cambio radical del fútbol es la entrada de capital extranjero en los clubes. Cada caso es un mundo, pero algunas extravagancias han provocado que los aficionados miren con recelo el interés que pueda mostrar cualquier grupo inversor en su equipo. Salga bien o mal, el hincha pierde el sentimiento de pertenencia porque observa cómo el beneficio y la cuota de mercado empiezan a importar tanto como el resultado, si no más, y en muchos casos aprecia también cómo por el camino se van perdiendo sus símbolos y sus tradiciones. Un mal endémico Se habla de los clubes, pero los promotores de los campeonatos también han ido dejando de lado a los seguidores. Al olor del dinero, casi todos caen en la tentación de acercar las competiciones a los mercados emergentes, los que más dinero ponen encima de la mesa. Empezó la FIFA con la Intercontinental en Japón, y a su estela continuaron prácticamente todos. La Federación Española ya se llevó la Supercopa a Arabia Saudí en un contrato de tres años interrumpido por el coronavirus. Italia también se subió a ese carro, y la propia Liga ha intentado de todas las maneras, aún sin éxito, disputar partidos oficiales en Miami y arrebatárselos a los seguidores locales. A la UEFA también le seducen los destinos exóticos sin pensar en lo que supone para el aficionado en gastos añadidos. Eso, sin hablar del reparto nada equitativo que hace de las entradas. Todavía se recuerda el escándalo que se montó con la final de la Europa League de 2019, para la que solo entregó 12.000 entradas de un total de 68.700 para las aficiones de Arsenal y Chelsea, guardándose más del 80 % de los boletos para sus compromisos y patrocinadores.

Fuente La Razon:

https://www.abc.es/deportes/futbol/abci-aficionado-siempre-paga-202104220056_noticia.html