Fue un joven aficionado a la historia que caminaba por un bosque en el pueblo belga de Erquelinnes el primero en notar la piedra fuera de lugar. Estaba a aproximadamente a
2,29 metros de donde debería estar, una modificación que a primera vista no parecería ser de gran importancia. Esto, sin embargo, era en realidad un suceso mayúsculo, ya que la piedra forma parte de la frontera establecida en 1820 entre Bélgica y Francia.
El descubrimiento del hombre dio lugar a una investigación para establecer cómo una frontera que llevaba más de 200 años sin percances de golpe había sido corrida. Lejos de las hipótesis de conflicto, la realidad terminó siendo un episodio que terminó generando sonrisas en los funcionarios de ambos países.
Fue un granjero local, al parecer frustrado porque la piedra estorbaba el paso de su tractor, quien decidió correr la piedra centenaria hacía el lado francés.
"Hizo que Bélgica se hiciera más grande, y que Francia se hiciera más chica, y eso no es una buena idea", afirmó David Lavaux, el alcalde de Erquelinnes, en declaraciones a la televisión francesa que fueron reproducidas por la BBC.
"Yo estaba contento de que mi pueblo se había hecho más grande, pero el alcalde de Bousignies-sur-Roc no sentía lo mismo", agregó riendo Lavaux, para marcar la diferencia en emociones respecto a lo que estaba sintiendo su par francés.
El alcalde del pueblo francés, Aurélie Welonek, también agregó una cuota de humor, al asegurar que creía que podría resolver la cuestión sin tener que recurrir "a un muro".
La frontera entre ambos países, que se extiende a lo largo de 620 kilómetros, fue establecida luego del Tratado de Kortrijk que se firmó en 1820, cinco años después de la derrota de Napoleón en Waterloo.
La demarcación física de la frontera se hizo a través de una serie de piedras, que son las que permanecen allí hasta el día de hoy.
De hecho, en la piedra que fue corrida, y que se observa en la imagen de más arriba, se puede ver la inscripción 1819, el año previo a que fueran colocadas en el lugar que ahora ocupan.
Según afirmaron funcionarios de ambos países, el plan ahora es pedirle al granjero que reponga la piedra en su lugar original. Sin embargo, si el hombre no cumple, la cuestión podría terminar en el ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica, quien a su vez debería convocar una comisión sobre la frontera belga-francesa, algo que no sucede desde 1930.
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